Epílogo

1.7K 111 3
                                    

Alex.

—¡Papi!

Me agaché para atrapar a Isabella mientras corría hacia mí. Sus pequeñas piernas corriendo por la casa, con sus pies descalzos asomándose por debajo de su vestido. Su oscuro cabello rebotaba por su espalda, largo como el de su madre.

—¡Hola, Preciosa! —le dije, acercándome a ella. Sus pequeños brazos se extendieron alrededor de mi cuello, apretándome con más fuerza de la que ningún niño de dos años tenía derecho a tener.

Me puse de pie, sosteniéndola en mis brazos. Se echó para atrás para mirarme. —¿Dónde has estado, papi?

Ojos muy parecidos a los míos me devolvieron la mirada. Isabella podría ser la imagen viva de su madre pero tenía mis ojos. Eran mieles brillantes enmarcados con pestañas oscuras, con una terquedad en ellos que reconocía demasiado bien. Cabello castaño oscuro enmarcaba un rostro perfecto de forma ovalada, uno que probablemente volvería loco a los hombres cuando creciera.

El pensamiento siquiera me hacía querer golpear algo sólido. Ella era menuda, igual que su madre.

—Fui a ver a tu tía Abby. —le dije, llevándola hacia la casa.

Un ceño fruncido atravesó su rostro.  —¿Por qué? —preguntó, su palabra favorita.

—Quería entregarme algo especial para una pequeña preciosa.—le expliqué.

—¿Si? ¿Para que pequeña preciosa, papi? 

—Para tí. —le dije a Isabella.

Sus pequeños dedos se alzaron y empujaron el borde de mi gorra. Era nuestra rutina. Ella empujaba mi gorra hasta que se caía. Y yo le hacía cosquillas hasta que se daba por vencida. Pero al igual que su madre nunca se daba por vencida. Le entregué el paquete que dio Abby, era una muñeca de porcelana.

—¿Dónde está mamá? —le pregunté, abrazándola con fuerza mientras se meneaba en mis brazos con su nueva muñeca, completamente feliz.

Metió un dedo en su boca y señaló hacia la casa. Colocando mi gorra más abajo en mi cabeza, miré hacia mi hogar.

Fue entonces cuando la vi. Kelsey. Su cabello estaba suelto hoy, justo como me gustaba. Hacía más fácil enredar mis dedos en él. Algo que probablemente hacía demasiado, pero demonios, nunca podría tener suficiente de ella.

La observé caminar hacia mí, tan de enamorado de ella ahora como lo había estado años atrás. 

—Hola —le dije, deteniéndome frente a ella.

Me sonrió y estiró los brazos para tomar a nuestra hija. Las dos chicas que amaba más que la vida misma estaban ahora paradas frente a mí.

—Te extrañamos, papi.—dijo Isabella, Kelsey estiraba su mano para tocarme. Me adelanté. Tirándola contra mi cuerpo, puse mi mano en su cadera, con Isabella entre nosotros.

—Dios, también las extrañé —le dije observándolas.

Kelsey. Mi esposa. La madre de mi hija y de mi hijo aún por nacer. Mi mejor amiga. La mujer sin la cual no podía vivir. La mujer que amé.

Siempre.

FIN

No me olvides (#2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora