46. Quédate conmigo, amor.

1.7K 94 3
                                    

Kelsey.

Me sentía cansada, como si no hubiera dormido desde hace tiempo. Tenía dolor de cabeza intenso y por lo tanto no estaba de buen humor. No sabía lo que estaba pasando y en parte me asustaba no saberlo. Tenía miedo de volver a caer en donde tanto me costó salir. Tenía miedo de que volviera a lo mismo. Tenía miedo de que todo se acabara tan pronto

Despegue mis parpados lentamente y un sabor amargo le dio la bienvenida a la realidad en la que me encontraba. No era un sueño, estaba la misma habitación que había desvelado junto a Alex, con ropa que no era la mía. Me moví un poco, imperceptiblemente y casi chillé. Un dolor inconfundible me invadió, ese dolor del que muchas veces me había llevado a un mundo totalmente negro.

Esperé a que mi vista se adaptara a la oscuridad del lugar, la habitación estaba oscura, pero los ligeros rayos que se colaban por los bordes de la ventana ponían en evidencia que ya había amanecido. Comencé a sudar frío mientras intentaba buscar a mi lado al causante de la noche en la que me había desvelado. 

Me puse de pie a duras penas y caminé por la habitación a oscuras. Abrí la puerta, afuera estaba tan iluminado que la luz casi me ciega, era como si no hubiese techo y los rayos del sol dieran en cada rincón.


Frente a la puerta había un pasillo con otra puerta, no la abrí y seguí caminando cada vez sintiéndome peor. De lejos pude ver el lugar donde había estado parado ayer, trate con todas mi fuerzas de recordar lo que había sucedido pero era inútil, busque con la mirada mis zapatos.

El piso estaba frío y mis pies descalzos podían sentirlo con intensidad. En este momento pude escuchar mis intestinos gruñir con fuerza. Normalmente eso no me pasaba, me acostumbraba, acostumbraba a mi cerebro a no pensar en comida, y trataba de imaginarme un estomago lleno, aunque pocas veces lo estaba. No había comido desde anoche, pero en casa de mi padre era más fácil encontrar polvo que alimento. Y no es que el no limpiara, era raro verlo en casa de todos modos, por eso normalmente salía a comer fuera.

Los dolores de cabeza se hicieron más intensos y yo seguía sin poder encontrar a Alex, justo ahora cuando lo necesitaba él brillaba por su ausencia, quizás estaba en la cocina o estaba tomando una ducha, inconscientemente descarté la segunda opción, no se escuchaba el agua caer en ningún rincón del lugar. 

Me apoyé de las paredes sintiendo mis piernas perder la fuerza para poder seguir caminando, estaba sucediendo otra vez, no podía siquiera soportar mi peso y me negaba a rendirme tan rápido y sin haber encontrado a Alex aún. Apresuré el paso a todo lo que podía, que no era mucho pese a mi condición y apoyándome de las paredes llegué hasta la cocina, un alivio me invadió cuando lo encontré dándome la espalda, estaba cocinando y justo en ese momento un olor me invadió, un rico olor. Mi estómago gruñó con más fuerza haciendo que Alex se volteara a mirarme tiernamente mientras apagaba la cocina. 

Su mirada fue directamente a mi cara y se acercó a toda velocidad hasta mí. 

-¡Hey! ¿Estás bien? -Me tomó de las mejillas y me alzó el rostro para que pudiera verlo a los ojos y que tuviera una mejor vista del mío. -Estás muy pálida. Algo anda mal. 

No podía siquiera articular palabra alguna porque todo dentro de mí dolía, dolía como nunca y mi vista de a poco comenzaba a tornarse oscura. Alex pareció percibir todo lo que me estaba pasando porque me tomó entre sus brazos y salimos del lugar a quien sabe donde. 

-Quédate conmigo, amor. -Me decía mientras intentaba mantener los ojos abiertos. Lo intentaba pero cada vez que abría más los ojos, era más difícil.

Alex intentaba avanzar lo más rápido que podía y me decía cosas para que mantuviera los ojos abiertos, cada vez los cerraba más y por muy impresionante que sonara no estaba asustada y todo gracias a él. Sabía que no me pasaría nada estando a su lado y sabía que haría hasta lo imposible para hacerme sentir mejor.

-Aguanta un poco, por favor. 

Quería aguantar, quería hacerlo pero estaba en contra de mi voluntad, me sentía cansada como si no hubiese dormido en mil años y ahora me estaba pasando factura. Quería quedarme despierta para ver todo pero simplemente no podía. 

Me sumí en un profundo sueño escuchando en el fondo su voz, su melodiosa voz. Eso era lo único que necesitaba para poder cerrar los ojos y dormir. 

No me olvides (#2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora