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Loki Laufeyson parecía no temer ante el poder de Odín. Su sonrisa de suficiente no era afectada por nada, su barbilla en alto y su mirada desafiaba cada palabra del Dios. Después de todo, él era el Dios del Engaño y su mera presencia desafiaba toda autoridad.
Nada de lo que decía Odin parecía intimidarlo, y eso le molestaba al Dios de Todo. Sin embargo, hubo algo que descolocó al azabache: la mención de Sara.
—Y, como última parte de tu castigo, no se te permitirá ver nuevamente a tu esposa; Sara—, recitó Odin y Loki se irguió aún más, su ceño se frunció y apretó los puños —. Ella no será dañada. No permitiré que destruyas otra vida.
Odin tuvo una mezcla de sentimientos: tanto orgullo como lástima por la persona a la que consideraba su hijo. Loki apretaba los labios mientras luchaba por no quebrarse frente a él y los guardias. Sus ojos se cristalizaron, pero él no derramaría una lágrima frente a Odin.
Frigga, sintiendo su corazón romperse al ver a su hijo de esa forma, se acercó a él. Colocó una mano sobre su hombro, en un intento de consolarlo —. Podría ser peor, Loki—, murmuró.
El azabache miró a su madre, la perplejidad reflejada en su rostro —. Define "peor"—, contestó, pensando en la última vez que había podido disfrutar de la compañía de la chica —. Es imposible que sea peor, madre.
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