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No importaba cuántas veces eran las que Bucky Barnes y Mila Miles salían juntos, el chico siempre era cuidadoso de mantener su brazo de metal oculto del resto de los ojos curiosos. La chica, preocupada por tocar un nervio sensible, nunca lo había cuestionado. Hasta que llegó ese día en que se sintió capaz de hacerlo sin herir sus sentimientos.
—Buck.., ¿por qué siempre te tapas tu brazo?—, preguntó la chica después de un rato de darle vuelta al asunto. Ella miró con cautela a su novio, temiendo que se tomara a mal la curiosidad.
Por lo contrario, el rostro de Bucky demostró sorpresa. Él pestañeó un par de veces, sacándose la chaqueta ahora que se encontraban dentro de su hogar y deteniendo su mirada un momento en su brazo antes de volver a mirar a su pareja.
—Creí que te avergonzaría si salía con el brazo descubierto, o te molestaría la atención que atraería a nosotros. Quiero decir.., las personas no tardarían en señalarnos y comentar cosas si salgo así.., expuesto.
La castaña se sentó a su lado y entrelazó su mano con la de él de metal —. Buck, bebé, nunca podría estar avergonzada de ti. Esto es sólo una parte más de ti, una parte más de ti para amar y adorar con toda mi voluntad. Si quieras taparte, hazlo. Pero si sólo lo haces por eso, te imploro que no vuelvas a hacerlo. Te amo, Bucky, y no estoy avergonzada de ninguna parte de ti—, culminó, besando su mejilla con ternura.
El azabache sonrió —. Gracias.
—Es la verdad—, instó la chica, agregando —. Y si los demás quieren mirar y hablar, que lo hagan. Yo seguiré viéndote como el grandioso hombre valiente y hermoso que eres.
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