3: La preocupación de Tía Cissy

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Mientras yo me recupero del estrujado viaje por polvos Flu e intento sacar de mi boca la ceniza, tío Lucius, con la elegancia de un cisne y con su cabello inmaculado, sale de la habitación a toda prisa. Se oyen los ruidos de alguien forcejeando con una puerta atascada, o los de un toro feroz chocando contra un escritorio (no soy muy buena para distinguir la procedencia de los sonidos, y Francesca no tiene buenas sugerencias), y luego mi tío está de vuelta sin que se haya alterado ni un pelo de su cabellera. 

Mi tía no dice nada y Draco está demasiado fascinado con cómo me saco la ceniza de la lengua como para notar que algo extraño haya pasado

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Mi tía no dice nada y Draco está demasiado fascinado con cómo me saco la ceniza de la lengua como para notar que algo extraño haya pasado.

De camino a mi habitación pasamos frente a la entrada del sótano. La puerta tiene un candado demasiado muggle para esta casa, y, comparada con el marco, la puerta no está muy derecha. Tal vez el toro estaba dándole a la puerta en lugar de al escritorio.

—Por aquí —dice tío Lucius entre dientes, apareciendo a un costado y señalando la derecha—. Sin dar vueltas, Cissy.

Tras un suspiro de mi tía subimos las escaleras del ala oeste y llegamos a la bendita habitación. Compruebo que la humedad en el techo que causé el verano pesado sigue allí, instalada en la pintura. Parece más obstinada que la señora Norris al perseguirnos por los pasillos de Hogwarts.

—Espero que te guste estar aquí... —dice tía Cissy.

—Leyla ya conoce esta habitación —dice secamente tío Lucius—. Draco, a la sala. Lleva tu varita contigo.

—Sí, papá.

—Yo bajo en un minuto —se adelanta mi tía, antes de recibir más órdenes, y su marido frunce el ceño (pero solo levemente, porque las arrugas en la cara arruinarían su imagen) y se marcha con su minion Draco. Mi tía me mira y la puerta se cierra sola, dejándonos a ambas adentro.

 Mi tía me mira y la puerta se cierra sola, dejándonos a ambas adentro

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Parpadeo un par de veces.

—Em... ¿me has pedido algo y me olvidé de hacerlo? —pregunto.

Ella niega con la cabeza y sigue sumida en el profundo silencio de la habitación. Esto asusta. Todos siempre tratamos de mantener silencio frente a mi tío, tal como nos pasa con McGonagall, pero mi tía siempre me pareció menos... frívola que él, y esto es totalmente fuera de su carácter.

Leyla y el prisionero de Azkaban | (LEH #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora