El martes por la mañana, mientras esperamos en el pasillo de las mazmorras frente al aula de Pociones, reina el silencio. Esa es una de las dos cosas que pueden pasar cuando juntas a Gryffindor con Slytherin para una clase que demora en comenzar. La otra opción siempre termina con gente en la Enfermería. Creo que el silencio está bien.
Cuando mi papá abre la puerta, casi todos inhalan, muchos creyendo que lo hacen por última vez. No es que Snape tenga mal olor (yo a veces tengo el pelo tan grasoso como él y juro que no apesta, simplemente se ve mal), pero uno siempre tiene la duda de si saldrá vivo de la clase o no. Todos van adentro y yo trato de recordar cómo me comportaba los años anteriores, cuando no sabía que la clase la daba mi padre.
No debería haberme preocupado. Como siempre, acabo sentada al lado de Neville, lo cual ya debería haber esperado: ayer le prometí ayudarlo con la clase de hoy a cambio de sus manos hábiles en Herbología.
Snape mira hacia donde estamos con desaprobación.
Harry y Ron están sentados en la mesa de adelante, por lo que me animo a declarar esta parte del aula como la zona roja. Snape no sacará los ojos de este lugar. Hermione llegó un poco tarde a la fila y tuvo que entrar al final, por lo que su lugar hoy es casi en el fondo.
—Al final de la clase les devolveré sus trabajos. No hace falta decir que fueron muy decepcionantes. —Mira a Harry y a Neville con cara de "les puse un 0 porque aún no existen las notas negativas"—. Saquen el libro y busquen las instrucciones de la poción escrita en el pizarrón. Tienen una hora para realizarla. Al final de la clase, todos los que no tengan una poción aceptable recibirán un merecido 0 y tendrán que entregar un trabajo la próxima clase titulado "Por qué no sé hacer pociones".
Neville está pálido y le tiemblan las manos al sacar su libro de Pociones. Yo saco el mío, y en cuanto puedo descifrar la letra del pizarrón, vuelo por las páginas hasta la sección 21.
—Párrafo dos —le susurro a Neville.
—Sin hablar —dice Snape sin mirar a nadie en especial.
Las puertas del aula se abren y muchos volteamos a ver. Draco está en el umbral, con el brazo vendado y cara de dolor. Pero no cualquier dolor. Es dolor de modelo. Dolor de "no me miren, soy demasiado perfecto, podría dejarlos ciegos... No quisiera verme al espejo...". Que es exactamente el contrario de mi razón para que no me miren demasiado.
—Ah, señor Malfoy, gracias por unirte a la clase. Siéntate.
—¿Te duele mucho, Draqui? —pregunta Pansy por lo bajo.
—Sí —dice él, sentándose a su lado y dejando caer la cabeza hacia atrás con los ojos cerrados fuertemente—. Casi no me dejan salir de la Enfermería, pero hay que seguir adelante. No puedo dejar que una herida mortal acabe con todo.
Leyla, no debes golpearte la frente... No debes, no debes...
Zapateo un par de veces en el piso y descargo mi rabia. No puede ser más idiota. Ahora Hagrid será despedido, mandarán a Buckbeak al infierno, y Draco... oh... deberá usar una venda por su rasguñón. Pobre muchacho. Tan joven...
—Esas son mis raíces —me dice Neville. Recién me doy cuenta de que las estoy retorciendo en mis manos.
—Lo siento, ten las mías.
—Igual no podría hacer nada con ellas. Esta receta es imposible... ¿En qué forma se supone que hay que cortarlas? ¿Cómo corto esto de forma curva?
—Así. —Le muestro con el cuchillo.
—Profesor —dice Draco—. No puedo cortar con la mano así.
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Leyla y el prisionero de Azkaban | (LEH #3)
FanfictionGanadora de los WATTYS 2017 // Destacada en Wattpad [Serie "Leyla en Hogwarts": Libro 3] - Libros 1 y 2 en mi perfil. No es suficiente tener un tío loco y arrestado por asesinato. No, la suerte de Leyla no se conforma con eso. Lo que necesita Ley...