39: Día gris

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Por la mañana, Dumbledore vuelve a poner las mesas en su lugar y hace desaparecer las bolsas de dormir. Luego del desayuno, todos los de Gryffindor subimos como locos para volver a ver nuestra Sala Común... para ser sorprendidos por el nuevo guardián.

—¿Sir Cadogan? ¿En serio?

—¡Sí, sir Cadogan! —responde él desde su pony—. A su servicio.

—Oh, no, ¿y ahora va a cambiar la contraseña? —se queja Neville, sacando su libreta y su lápiz.

—¿Alguien dijo que quiere un duelo? ¡Que saque la espada, no sea cobarde!

—Esto va a ser insoportable —dice Dean.

Harry se marcha y Percy lo sigue de cerca.

—¿Necesitas algo? —escucho que Percy le pregunta.

—No, no.

Sigue caminando y sigue siendo perseguido. Harry lo mira con perplejidad.

—Voy al baño —dice.

—Sí, eso está muy bien —dice Percy, y sigue tras él.

—Oh, no, seguramente fue mi mamá —dice Ron—, que le pidió que cuide de Harry. Debe estar loca por lo que pasó anoche.

—No la culpo... —digo.

Sé que es tonto creer que Black pueda estar en cada rincón, pero cuando voy al baño antes de la clase de Herbología (porque aunque estemos llenos de plantas, me niego rotundamente a eso de "haz detrás del arbustito..."), abro la puerta del cubículo de golpe y doy un salto hacia atrás, por si está ahí dentro esperando matarnos a todos. O a mí, la única en el baño. Por suerte solo encuentro el lugar vacío. El único loco que alguna vez se metió a usar un baño que no le correspondía fue Lockhart, y ahora está en el hospital, muy lejos de aquí.

Durante el almuerzo, McGonagall llama a Harry, y cuando regresa a nuestra mesa resopla antes de contarnos:

—McGonagall quería cancelar mis entrenamientos de Quidditch porque "es muy peligroso estar en los terrenos de Hogwarts solo con los miembros del equipo". ¿En qué está pensando? Sé que Black viene a matarme, pero tampoco es tan hábil.

—Quizás cree que se transformará en una escoba y te atacará en pleno vuelo —le digo, tratando de tomar el tema de Black con más liviandad.

—Necesito practicar, el partido se nos viene encima y Wood está como loco porque dice que Diggory hará un mejor trabajo que yo.

—Ese Diggory no compite contigo —le asegura Ron, y yo miro para otro lado.

En la siguiente clase de Defensa, la primera desde la famosa poción, tengo las altísimas expectativas de que Lupin no se ponga a hablar de Black y que tengamos por fin una clase normal que nos haga olvidar de lo sucedido en Halloween. Pero cuando entro y veo a nadie menos que a Snape frente al pizarrón, con cara de "voy a poner veneno en sus sopas esta noche", no sé si salir corriendo o si sentarme en la primera fila.

Mmm. Definitivamente no me sentaré en la primera fila. Y ya cerraron la puerta, sería muy obvia mi huida.

Todos estamos en silencio y sacamos las varitas, pero Snape indica que las guardemos de inmediato y, en su lugar, saquemos los libros.

Luego la puerta se abre.

—Pero miren quién nos honra con su presencia —dice cuando Harry entra, agitado, y pide disculpas—. La clase comenzó hace diez minutos, Potter, así que restaremos diez puntos a Gryffindor. Ahora siéntate.

Afuera comienza a llover torrentosamente, y aunque había nubes negras que lo pronosticaban hace tiempo, estoy segura de que McGonagall debe pensar que soy yo, arruinando sus posibilidades de ganar la copa desde el comienzo. El partido es mañana, y si deja de llover, la cancha estará embarrada de todos modos. Por primera vez estoy aliviada de no estar en el equipo.

Leyla y el prisionero de Azkaban | (LEH #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora