Capítulo: 13

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Demasiado

Era viernes. Dafne estaba en su habitación frente a esa pared llena con sus dibujos. De su mano derecha colgaba un libro, mientras ella miraba hipnotizada sus recuerdos. Los había plasmado en papel para no olvidarlos, para no olvidarla a ella. Acarició uno de sus dibujos allí colgados, quiso sentí el cabello dibujado, que enredarse entre sus dedos pero solo sentía el papel. Era lo que tocaba, era lo que sentía. Estaba sonriendo, en aquel dibujo lo hacía y una lágrima resbaló de su ojo izquierdo Dafne, ya no la vería sonreír. La echaba de menos.

Fuera el cielo no se decidía entre dejar caer su agua o no hacerlo. Dafne secó la lágrima resbalada, arrojó el libro a su cama y fue hacia su armario. Sacó un pantalón y un jersey de hilo negro que arrojó a la cama como antes hizo con su libro. Se quitó la sudadera gris que tapaba su ropa interior. Y comenzó a vestirse para terminar con sus viejas zapatillas en sus pies y las llaves en uno de los bolsillos traseros de su pantalón vaquero. Bajó valiente las escaleras, sabía que antes de llegar a la salida su madre aparecería, le preguntaría, criticaría el tamaño de su jerséis y la coleta daleada y desecha que caía hacia su derecha.

— ¿A dónde vas?

No había llegado a tocar el pomo de la puerta y ya había aparecido, tan impecable como siempre. Dafne la miró con una sonrisa fingida.

—Al instituto.

— ¿Ahora?— Seguía preguntando. Dafne asintió.

—A ver un partido de football.

— ¿Con esas pintas?— Señalo el jerséis de hilo negro. — Nunca entenderé porque no usas ropa de tu talla, ni porque no te peinas.

No tienes nada que entender quiso decirle y no lo hizo. Quería salir de allí, llegar a su destino y sentarse, rodeada de gente llenas de emociones, de todas las emociones que ella no tenía.

—El partido empezó hace bastante ya. Tengo que irme para poder llegar al final. — Y salió corriendo. Huyendo.

No le gustaba el football pero esta allí viendo aquel partido que llegaba a su final. No miró el marcador, no supo quien ganó y quien perdió. No le importaba. Una vez que los jugadores dejaron el campo las gradas se fueron vaciando. Harry estaba allí mirando el campo, su poesía. Se levantó de su asiento y fue a apoyarse a las barras, desde allí veía mejor el campo. Comenzó a llover y Dafne se marchó, abandonó las gradas.

El aparcamiento estaba casi vacío cuando Dafne se apresura por él camino de sus casas. La lluvia caía, la mojaba y ella caminaba más rápido. Por cada gota que encontraba su ropa iba un poco más deprisa. Alguien corrió para colocarse frente a ella.

— ¿Encuentras divertido caminar bajo la lluvia?

—Sí, mucho. Es algo que me encanta. — Le contestó con una sonrisa falsa.

—Entonces no te llevo a casa.

Harry se dio la vuelta y comenzó a caminar hasta su coche dejando atrás a la figura femenina. Esta sonrió, fue una sonrisa tímida, muy tímida, pero una sonrisa. Corrió hasta aquel ser con cuerpo de dios griego.

—Llévame a casa. — Se mordió el labio inferior y miró los ojos verdes de Harry. — Por favor.

Harry dio un paso hacia ella, estaba hipnotizado seguía siendo perfecta. Llevo su mano derecha a la cabeza de la muchacha y con lentitud y agilidad quitó la goma que sujetaba su pelo. Este quedó liberado y calló sobre los hombros de Dafne. Aquel dios Griego acercó sus labios a la oreja derecha de la figura femenina y susurró.

—No.

El agua que el cielo dejaba caer les seguía mojando. Ellos lo sabían, pero estar bajo la lluvia mirándose a los ojos les era tan plancetero que no supieron parar de hacerlo.

—Si me enfermo será por tu culpa, por no llevarme.

—O por tu extraña afición de caminar bajo la lluvia. — Dafne rió al escuchar esas palabras.

Su risa era perfecta, tan perfecta como toda ella. Era la primera vez que escachaba aquella risa, su sonido preferido. La paz llegaba con ella y los problemas se iban antes el sonido. Fue un impulso, Harry no supo que lo estaba haciendo. Mientras acercaba su rostro al de Dafne no supo que lo hacía. Dafne tampoco. Cuando sus labios se rozaron fue Dafne quien comenzó a besar a Harry. Sus labios encajaban, como encajan dos piezas de un rompecabezas estaban destinados a estar juntos. Las manos de Harry fueron a parar a la cintura de Dafne, eso sí supo que lo hacía, igual que Dafne supo que sus manos subían al cuello de él y se enredaban en su pelo.

Su pelo, tan suave entre sus dedos. Sus labios entre los suyos, su lengua en su boca y algo creciendo en sus vientres.

No sabía igual, Dafne, sus labios no sabían igual. Ni siquiera era un sabor parecido a los de las demás chicas a la que había besado, y había besados a muchas. Su sabor era diferente y no por la falta de pintalabios en ellos. Era por la reacción de su cuerpo, sí, era por eso. Se separaron, apenas un milímetro y Harry volvió a besarla. Le gustaba hacerlo, no quería parar pero tuvo que hacerlo. Y pegaron sus frentes mojadas mientras cerraron sus ojos.

—Te dije que te alejaras de mí y te has acercado. Demasiado.

—A decir verdad tú te has acercado. Demasiado.

Harry sonrió, era cierto él se había acercado a ella y ahora no quería alejarse. Pero debía hacerlo. No podía quedarse junto a ella aunque su mundo fuera mejor cuando sujetaba su cintura, debía alejarse. Aunque no supiera como dejar de apretar su cuerpo junto al de ella.

Cómo alejarse el uno del otro cuando estando cerca eran tan fuertes. Cómo hacerlo si eran felices, demasiado felices. Dafne no se podía permitir ser demasiado feliz, debía alejarse aunque se sintiera segura entre sus brazos. No podía quedarse aunque no supiera coma soltar su pelo.

—Te llevaré a casa. — Se separó de ella y abrió una de las puertas de su coche negro. Dafne le imitó con la del copiloto y ambos se miraron. —Aunque no debería, empiezas a acostumbrarte y no eso no es bueno.

No era bueno pero se sentía como si fuera bueno, demasiado bueno. Les acercaba y ellos debían alejarse.


Ella {EDITANDO}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora