Capítulo: 48

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Deseo.

Corrió, Dafne prácticamente corrió hasta Harry, quien comía, en la mesa compartida, una hamburguesa con patatas fritas manchadas de kétchup. Dafne se sentó frente a él, y este la miró con la hamburguesa en su boca, listo para darle un mordisco.

Dafne tenía la respiración agitada, puede que estuviera nerviosa, o fuera quizás ansiedad. Harry optó por no morder su comida y dejarla sobre el plato, del que Dafne, ya había comenzado a coger patatas y llevarlas a su boca, con urgencia, como si estuviera hambrienta.

— ¿Cuánto hace que no comes?

—No lo sé, hace uno dos minutos quizás. —Harry asintió, no entendía que estaba pasando. —Necesito que me ayudes. —Le pidió Dafne con la suplica radiando de sus ojos.

—Claro. —Dafne volvió a respirar y cogió la hamburguesa en el plato abandonada. — Pero ayudarte ¿a qué?

—A aprobar biología, la voy a suspender y me voy a poner como una foca, no paro de comer. — habló mientras masticaba.

Harry le impidió que siguiera devorando su comida, con delicadeza le arrebató lo que quedaba de la hamburguesa que se suponía sería su comida aquel día. La chica trató de coger una patata pero Harry le alejó el plato, y tiró de la silla de su novia para colocarla junto a la suya.

La besó, como si esa fuera la ayuda que Dafne le había pedido, como si esa fuera la solución a su problema. La muchacha dejó de estar nerviosa, si es que antes lo estuvo lo estaba, y si se trataba de ansiedad, esta se marchó.

Jugó con el cabello rizado de Harry, introdujo su lengua en una boca que no era la suya, peleó con los labios que le arrebataban la realidad. Y su problema para aprobar biología ya no era tan problema, ya no le importaba tanto.

Todos los que estaban en la cafetería miraron a la pareja, no pudieron evitarlo, parecían salidos de una de las películas románticas más comerciales de Hollywood, de esas de las que muchas de las allí presente, les gustaría ser protagonistas.

Esas películas que pintan el amor como algo ideal, que solo en ellas se puede tener. Tal vez Harry si fuera un dios griego, y por ello consiguió algo que los simples mortales querían y no lograban adquirir.

Separaron sus labios, juntaron sus frentes. Podían respirar, pero no querían poder hacerlo, que los labios del otro lo impidieran les resultaba lo suficiente placentero como para estar dispuesto a morir por asfixia.

—A partir de las seis, que salgo del taller, soy todo tuyo.

Empujó su bandeja de comida hasta dejarla frente a Dafne, arrastró su silla antes de levantarse y, con una sonrisa triunfante salió de la cafetería. Dafne se quedó allí, mirando atenta la puerta por la que Harry salió, tratando se interpretar el "soy todo tuyo" de la manera adecuada, cosa que le era difícil con el sabor de Harry aún danzando entre sus papilas gustativas.

Eran las seis de la mañana, unas horas atrás había empezado a llover pero Dafne, no se mojaba entra los brazos de Harry. Ambos dormían ignorantes del agua que caía. Sus cuerpos estaban desnudos, Dafne utilizaba el pecho de Harry como almohada, él rodeaba las caderas de ella. Las sabanas apenas tapaban sus pies y piernas de forma intermítete, pero no tenían frio.

Dafne fue abriendo los ojos, despacio, muy despacio. Escucho el agua caer, no le dio importancia. Acarició todo el torso de Harry antes de besar su pecho bien formado y abandonar la confortabilidad de la piel desnuda de Harry junto a la suya.

No se molestó en cubrir su delgado cuerpo, caminó hacia la cocina, donde se preparó un café que mezcló con un poco, muy poco de leche. Ella siempre prefirió el té, con un poco de azúcar, por las mañanas. Pero aquella mañana a las seis y diez necesitaba cafeína.

Entró en la habitación con una taza humeante en la mano, la dejó en la mesilla y se puso una camiseta que cogió del armario. Harry seguía dormido, se había movido. Estaba bocabajo, su pelo rebelde tapaba su rostro y las sabanas ya no tocaban sus pies.

Dafne se sentó en la ventana con la taza de café caliente entre sus manos, miraba la lluvia caer atreves del cristal. La entretenía, la relajaba, la lluvia fuera y Harry durmiendo a unos metros de ella.

—Deja de preocuparte, aprobaras biología.

Seguía desnudo en la cama, de lado esta vez, apoyado en uno de sus brazos mirando a Dafne sentada en la ventana, con una taza vacía a sus pies.

—No es eso.

Dejó la lluvia caer sin ser mirada y fue hacia la cama, donde Harry la esperaba mientras se sentaba apoyando su espalda en el cabecero. Recibió a Dafne en su regazo. Él que las echaba a todas de su cama tras una noche de sexo, a Dafne la recibía sin problema, la abrazaba y besaba su pelo.

—He echado una solicitud para una universidad que a mi madre no la agrada, y para una carrera que me ha prohibido que haga.

—Vas a tener que explicarme el problema porque no lo pillo, puede que sea porque te tengo muy poca ropa sobre mis piernas. —Dafne sonrió pegada al pecho de su novio.

Tal vez el problema era que nada era tan fácil como estar sentada sobre las piernas de Harry. Que dormir no siempre le resultaba tan placentero como cuando Harry se aferraba a su cintura, que ver la lluvia cayendo fuera, no siempre era un pasatiempo mañanero.

Puede que el problema era que Harry le estaba recordando que hay reglas que se establecen para romperlas, que hay caminos que se tienen que abandonar en nombre de la felicidad. Y es que Harry se había empeñado en romper los esquemas que Minerva creó en la vida de su hija.

—Harry...—dijo escondiendo una sonrisa.

—Vale, yo lo que veo es que tu madre es una hija de puta y tú una idiota.

La había insultado, pero ella rió y Harry volvió a preguntarse cómo alguien podía ser tan perfecto como lo era ella. Se esforzó, y mucho, para averiguar porque Dafne no se enfadaba, porque no le gritaba desgarrándose la garganta, porque no discutían como regla general.

No lograba entender porque ella se ponía en el lugar del otro con la facilidad con la que lo hacía. Envidiaba su capacidad para entender las razones de los otros cuando no las sabía, y odiaba que fuera su debilidad, el nunca tuvo una debilidad antes.

—Es enserio, mándala a la mierda, vive tu vida como a ti te dé la gana, haz lo que te apetezca cuando te apetezca. Cáete un millón de veces en la misma piedra, pero hazlo tú. No tengas algo que reprocharle toda tu vida. Y lo más importante sé feliz.

— ¿De dónde has sacado ese discurso?

Ahora era él quien reía hasta que Dafne lo cayó. Lo besó con necesidad. La camiseta comenzó a estar de más, algo subía desde la zona más baja de su abdomen, el deseo, lo mismo que hizo que Harry quitara su camiseta del cuerpo de su novia y con cuidado la tumbara en la cama colocándose sobre ella.

No perdieron el control, lo entregaron, no lo querían. Dejaron que el deseo fuera la parte racional de sus celebros y la pasión la sensata. Sus cuerpos se confundían el uno con el otro, ambos tan suaves, ambos tan perfectos.


Ella {EDITANDO}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora