Capítulo: 44

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Si.

Había decidido dejar su pelo suelto, porque era así como a Harry la gustaba. No decidió la ropa, metió la mano, despreocupada, en el armario y cogió el primer pantalón que sus dedos alcanzaron, tal y como hizo con la camiseta. No le apeteció maquillarse asique no lo hizo.

El móvil sonó, dejó caer el pincel al suelo y fue hasta el pequeño aparato. Tardó unos segundos en leer el mensaje y después salió de su habitación guardando su teléfono móvil en sus anchos vaqueros desgastados.

Bajó las escaleras sin prisas, pero con urgencia por llegar a la puerta antes de que Minerva pudiese salir de su escondite. Lo logó, llego a la puerta antes de de que Minerva lograra aparecer, pero no logró salir.

— ¿A dónde vas?

La mujer severa se ampolló despreocupada en el marco de la puerta de la cocina, miraba a su hija con desdén, con aires de superioridad, orgullosa de haberla pillado antes de que terminara con su huida.

Dafne la miró con una pequeña sonrisa fingida en sus labios. "voy a salir" le dijo en un tono dulce y apaciguado. La muy ingenua pensó que tal vez así conseguiría su propósito, dejaría atrás a su madre y encontraría a Harry delante.

Pero Minerva era demasiado lista y controladora como para dejar ir a su hija tras aquel "voy a salir" dulce y apaciguado. Caminó hasta quedar tras la espalda de su hija y esperó a que la muchacha se girara para hablarle.

— ¿No será con el tipo ese que esta fuera apoyado en un coche y fumándose un cigarro? — El desprecio era evidente en su voz.

—No lo sé, no he visto al tipo ese del que hablas.

Ambas sabían que si era con el tipo ese con el que Dafne quería salir. Minerva porque aquel ser que no despegaba su mirada tapada por gafas oscuras de su casa, era un buen candidato para ser un error más de su hija, y Dafne porque aquella descripción era validad para el que había dicho estar esperándole fuera.

Minerva apretó su mandíbula, tomó aquella respuesta como el sí más envenenado que había recibido nunca, y pasó a hacer las cosas a su manera, como ella siempre lo hacía.

—No vas a ir a ninguna parte.

La conversación debía haber terminado ahí, tras la decisión de Minerva desvelada. Pero Dafne ya había callado y aceptado suficiente. Ella quería volver a ser ella, y ella, tomaba sus propias decisiones. Queria recuperar el control de su vida, ese que le fue arrebatado y para eso debía luchar, así que puso su mejor sonrisa, la más sincera que pudo formar y le contestó.

—Si voy a salir.

—No vas a ir a ningún lado con ese. —dio un paso hacia su hija. — Creía que lo tuyo no podía a peor, pero me equivocaba ahora andas por ahí con ese ser sin futuro. — Terminó gritando.

Brap salió de su despacho, caminó hasta quedar en la cima de la escalera, guardó silencio, para que aquella mujer con la que un día se casó no se diera cuenda de que estaba allí, escuchando como le trataban de arrebatar a su hija lo que le estaba devolviendo su vida.

Hubiera bajado a la ayuda de su hija, a preguntar qué era eso tan grave que sucedía, pero desde que Valeria murió él ya no queria saber nada de lo que sucedía en el mundo, desde que ella se fue, él, no se volvió a atrever a hablarle a su mujer, ni siquiera la miraba, se pasaba los días escondido de ella.

—No lo conoces. — susurró Dafne.

—Cosa que agradezco.

—Me voy a ir con él.

Ya descubrió el problema, desde la seguridad de la cima de su escalera. Sabía que era su hija la que perdía todas las batallas que luchaba contra la mujer severa en aquella guerra que mantenían y quiso ser su aliado, para que ganara aunque solo fuera una batalla.

Comenzó a bajar las escaleras sin expresión alguna en su rostro, sin mirar a la mujer severa, dedicándole su atención a su hija. Minerva se giró, hacia casi un año que no lo veía, eso son muchos meses, mucho tiempo.

Lo miró con todo el desprecio que tenía hacia él y se giró hacia su hija, dispuesta a seguir con la batalla, segura de que Brap no haría nada, que seguiría su camino, que no intervendría. Hubiera sido lo normal, pero a Brap le gustaba que la razón por la que seguía viviendo fuera feliz.

— ¿A dónde vas?— le preguntó a su hija ignorando la ira de su mujer.

—Iba a salir con un amigo. — le contestó Dafne.

—Sal, diviértete.

El hombre entró en la cocina y Dafne aprovechó el consentimiento de su padre para salir de la casa antes de que a Minerva le diera tiempo a reaccionar.

La ira corría por Minerva, se apoderaba de ella, terminó por poseerla. En otro momento de su vida hubiera salido endemoniada a reclamarle a el que miraba por la ventana como su hija se acercaba alegre al tipo apoyado en un coche fumándose un cigarro, pero en ese momento no se acercó a ese ser, lo odiaba lo suficiente como para no hacerlo.

Brap se delito con la imagen de su hija en los brazos de aquel desconocido. Observó concentrado como él tiró su cigarrillo apenas consumido al álfalo en el momento en el que Dafne estaba a unos pasos de él. Examinó con detenimiento como su hija se detuvo frente a él, a unos centímetros y como el extraño sonrió, mostrando unos hoyuelos, antes de pegar a Dafne a su pecho.

Conocía ese sentimiento al que llaman amor, lo conocía tan bién que supo ver la veracidad de dicho sentimiento entre ellos. Reconoció sin problema el tipo de amor que era. Ese tipo que no se pasa con el tiempo, del tipo que se queda en el alma y no se va. De ese tipo que creemos un mito, que se ve en las películas y se lee en los libros. Creyó que Minerva no tenía derecho a oponerse a algo tan puro, pero sabia con certeza que lo haría, y él no era nadie para oponerse a Minerva.

El coche se movía cerca del mar, dentro podían escuchar su incasable cantar, si abrían las ventanillas podían olerlo y si querían podían verlo. Dafne hizo que su ventanilla bajara y sacó su mano por ella, jugaba con el aire que chocaba con ella y sin saberlo comenzó a sonreír.

— ¿A dónde vamos?

—A la feria.

— ¿A la feria?

—Si, a las tías os gustan esas cosas ¿no? —Dafne rio y miró hacia al mar.

Fueron de atracción en atracción, hasta que a Harry le entro hambre "parece que tienes hambre" le dijo a Dafne para ocultar su hambruna, y ella se encogió de hombros. Se sentaron en el muelle, sus pies colgaban, una de las zapatillas de Dafne estaba desatada, pero ninguno de los dos se dio cuenta.

Harry devoraba su hamburguesa con doble de queso, Dafne masticaba despacio cada patata con kétchup que entraba en su boca. El de ojos verdes dejó de devorar su comida para beber un poco del refresco junto a él. Aprovechó para mirar a la chica sentada a su lado.

Miraba atenta el océano, con las gafas de sol, pertenecientes a Harry, sobre su cabeza. Utilizaba el palillo para llevar las patatas manchadas del cartucho a su boca, parpadeaba a veces, pero pocas veces. Todo su mundo estaba en completa armonía, en aquel momento tenía el control de su vida.

En el momento en el que Harry dejó de prestarle atención a su hamburguesa y comenzó a prestársela a la relajada Dafne, se dio cuenta de que quería apretarla contra su cuerpo mientras dormían y despertar con su cabeza sobre su pecho, acariciar su pelo, besar todo su cuerpo.

Se dio cuenta que quería ser su jodido problema y que ella fuera el suyo. Así que en el preciso momento en el que Dafne apartó el pelo de su rostro lo decidió, estaba dispuesto a dárselo todo si ella lo quería, y estaba dispuesto a recibirlo todo, si ella se lo daba.

—Dafne. — Dejó de mirar el mar para mirar a quien le hablaba. — ¿quieres tener una relación, de verdad, conmigo?

— ¿Me estas pidiendo que salgamos?

—Sí.

—Vale, pues sí. — respondió ella antes de morderse el labio inferior mientras miraba deseosa los labios rojizos de Harry.


Ella {EDITANDO}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora