Capítulo 14

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El juego de Harry y el discurso de su madre

La lluvia se había secado y aquel beso pasó a ser un recuerdo que Dafne no pudo colgar en su pared con los demás recuerdos que no quería olvidar. Pero no le importaba, aquel momento se le había grabado a fuego en el pecho y no lo podía sacar. Tampoco quería. Aquella mañana de sábado había bajado las escaleras tranquila, disfrutando del trayecto, su mano acarició la pared mientras seguía sintiendo en ella enredado el pelo de Harry. Brap estaba en la cocina rellenando su taza de café. Se había vuelto adicto al café, puede que fuera porque lo mantenía despierto cuando no quería dormir. Su hija se acercó a él, besó su mejilla y le sonrió. Era una sonrisa real, de esas sonrisas que vivían en los recuerdos de aquel hombre destruido. Acarició el rostro de su hija y besó su frente y caminó hacia la puerta.

Tocaba bailar pero quiso pintar y fue a la playa. Allí estaba él, el mismo al que el día anterior había besado bajo la lluvia. Al dios griego le tocaba correr pero quiso jugar a un intento de football con Louis. Cuando ella lo vio ya no quiso pintar, solo mirarlo pelearse con aquel que desconocía por el balón.

Reía, las carcajadas nacían en el fondo de su garganta mientras corría con el balón ovalado bajo el brazo y era seguido por aquel chico de pelo liso. Dafne sonrió, sin saber porque verlo feliz le hacía a ella sonreír. El balón se desvió de su camino cuando Louis se lo lanzón a Harry y acabó frente a Dafne, metros alejado de ella. Harry corrió hacia el balón que lo esperaba en la arena clara y se agachó a cogerlo. Cuando se levantó sus ojos verdes dieron con la figura femenina. Ella sonreía, él sonrió.

Harry, sin quitar su sonrisa, mordió su labio inferior y se acercó a Dafne, solo un poco. Su torso estaba desnudo, al descubierto, libre de ser mirado. Pero Dafne no lo miró, el brillo en los ojos de Harry le parecía mucho mejor.

—Si has venido para que te lleve a casa siento decirte que no lo haré. —Dijo parado frente a la figura femenina con el balón ovalado entre sus manos.

—No he venido para eso.

—Entonces ¿Qué? ¿Me echabas de menos? — Dafne agitó su cabeza diciéndole que no sin palabras.

— ¡Harry tío! ¿Vas a estar mucho tiempo ligando? —Louis gritó desde lejos. Harry lo miró, le lanzó el balón. Su amigo lo cogió sin problema y él volvió a mirar a Dafne con la misma sonrisa en sus labios, al igual que ella.

—Entonces ¿Qué? ¿Vas a estar mucho tiempo ligando?

—Siento desilusionarte. — Comenzó a alejarse caminando hacia atrás. — Pero no estaba ligando. — Le giño un ojo. — ¡Lo siento!—Le gritó mientras corría hasta su amigo.

Desde su lugar y aún sonriendo Dafne vio como Louis le decía algo entre risas a Harry, este le dio una colleja y le arrebataba el balón de entre las manos. Louis siguió riendo y Harry, deseoso de venganza acabó por tirarle el balón y darle en la cabeza. Antes el golpe Louis paró de reír y Harry comenzó. La figura femenina y el dios griego expulsado del Olimpo debían alejarse el uno del otro, pero aquella mañana lo olvidaron o no quisieron recordarlo. Hay veces en las que un respiro viene bien y ellos se estaban tomando un respiro.

Ellos siguieron jugando y ella mirando el juego de los dos que se habían negado a usar camiseta. No sabía porque no podía parar de mirar a aquellos dos, no conseguía entender porque sonreía cada vez que Harry reía. Pero sabía que le gustaba y comenzaba a dudar si alejarse de Harry era lo que debía hacer. Los dos chicos vistieron sus torsos desnudos y caminaron hasta la figura femenina.

—Yo no te voy a llevar a casa pero tal vez si se lo pides a Louis. —Jugó con el balón entre sus mano. — Tal vez él te lleve.

—Yo soy Louis.

—Creo que eso lo había pillado. — Dijo Harry

Dafne se levantó de la arena dispuesta a jugar a aquel juego al que Harry ya había empezado a jugar. Miró a Harry mientras colocaba el bolso sobre su hombro derecho y pasó a mirar a Louis con una mirada coqueta y una sonrisa inocente en sus labios.

— ¿Me llevas a casa Louis?

No era aficionada a montarse en coches de desconocidos pero había entrado en el juego de Harry y tenía que jugar, quería jugar.

—Yo a ti te llevo a donde me pidas, nena.

El juego de Harry le gustaba, le resultaba divertido y lo mejor del juego era que no era necesario que perdiera nadie, bastaba con jugar sin romper las reglas en ese juego de dos para poder ganar sin que haya un perdedor. El problema era que las reglas no estaban escritas, eran difíciles de entender, eran confusas. No sabía cuáles eran. Pero siguieron jugando. El juego de Harry era divertido y siguieron jugando. Durante el trayecto Louis se dedicó a hacer reír a Dafne y Harry a sonreír ante su sonido preferido, la risa de la figura femenina.

—Gracias por traerme Louis.

Caminó contenta hasta el interior de la casa. Allí estaba la mujer severa preparada para dar su discurso.

—Te espero en sala.

Odiaba cuando aquellas palabras salían de aquella boca. No quería escuchar el discurso que su madre tenía preparado para ella pero no era su decisión, si la esperaba tenía que ir a la cita. Todo su cuerpo le pedía que escapara, que corriera tras el coche de Louis, que se fuera a jugar al juego de Harry. Pero como siempre iría a la cita, la dejaría hablar, respondería con las palabras justas cuando le preguntara y cuando el discurso de su madre terminara se iría. Entró tras haber llamado dos veces, su madre estaba mirando por la ventana y siguió haciéndolo cuando le ordenó que se sentara. Dafne obedeció, se sentó. Su madre permanecería de pie dejandole ver a su hija su fuerza, su grandeza.

—Dime algo. — Se acercó a su hija. — ¿Tienes problemas para entender a la gente cuando te hablan? — Su hija negó sin palabras. — ¿Segura?— Su hija asintió. —Entonces cuando yo te digo que dejes el ballet y la pintura me entiendes ¿verdad?— La muchacha cerró los ojos y asintió. —Y cuando te digo que te tienes que centrar y subir tus calificaciones ¿también me entiendes?— Volvió a asentí. — Entonces no haces lo que te digo porque no te da la gana.

Era cierto, no lo hacía porque no le daba la gana. No le daba la gana de dejar de bailar y tampoco de dejar de pintar. Volvería a escuchar el discurso que ya había escuchado antes bastantes veces, le diría lo que su madre lo que esta quería escuchar y se iría hasta que su madre tuviera otro discurso que darle.

—Ya que me entiendes sin ningún problema, vas hace lo que te digo. Deja el ballet y la pintura, sube tus calificaciones y estudia medicina. Sigues entendiendo me ¿no?— Asintió sin mirarle. — ¿He sido clara? Porque si no lo he sido te lo vuelvo a explicar.

—Has sido clara. — Le contestó mirando su regazo.

—Bien, puedes irte.

Salió de allí y entró al despacho de su padre. Se sentó en una de las dos sillas frente al escritorio de madera y apoyando sus manos sobre este empezó a jugar con los dedos. Su padre la miraba buscando la sonrisa que esa mañana encontró. Ya no estaba, la mujer severa se la había llevado. Se levantó de su asiento y rodeó el escritorio para sentarse junto a su hija. Él si se ponía a su nivel, no quería ser poderoso y fuerte ante su hija solo quería ser su padre, solo eso. Sujetó sus manos y la hizo girarse hacia él. Con delicadeza levantó la cara de su hija para que sus ojos se encontraran.

— ¿Qué ha pasado?

—Nada. — Acarició el pelo suelto de la muchacha y le sonrió. — Es mamá. Lo de siempre.

—No le hagas caso. Yo te doy permiso para hacer lo que ella te ha prohibido. —Besó la frente de su hija y volvió a rodear el escritorio. — Tu abuela quiere que vallamos a comer el próximo sábado a su casa ¿Qué te parece?

—Bien.

Su padre tenía esa manía que a Dafne tanto le gustaba de preguntarle por lo que ella quería y su madre esa otra manía que tanto odiaba de no preguntarle lo que ella quería. Se adaptaba, trataba de obedecer a su madre pero le era tan difícil ser quien no era, hacer lo que ella no quería hacer. Le era tan complicado ser como ella, no conseguía ser perfecta como la que se fue para nunca volver. No podía, Dafne no era perfecta.

Ella {EDITANDO}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora