Capítulo: 2

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El primer día

En el estado dorado ya brillaba el sol, que se había situado en lo más alto de sus ciudades. Sus rayos ya acariciaban el cuerpo desnudo de Harry mientras este se vestía. Dafne ya lo había mirado, puede que añorando el cielo de su ciudad, antes de salir apresurada de su habitación. De la misma manera bajó las escaleras mientras que el enorme bolso negro que colgaba de uno de sus hombros chocaba con todo aquello que se le ponía delante. Asomó su cabeza en la cocina, su pelo largo y ligeramente ondulado calló en cascada por su hombro derecho. Dentro de la cocina estaba su padre llenando, de nuevo, la taza de café que tenía en su mano izquierda.

—Voy tarde, nos vemos luego. Te quiero papá. —Y dicho aquello siguió su camino hacia la puerta.

Brap no se atrevió a levantar la mirada del líquido que caía lento en la taza. Escuchó la voz de su hija más baja de lo que realmente sonó, más lejos de lo que realmente estaba pero la escuchó. No respondió, no se movió, ignoró a su hija y siguió concentrado en ver el café llenar la taza.

Cuando Dafne fue abrir la puerta para continuar su carrera mañanera una autoritaria voz femenina hizo que mirara hacia atrás. Allí estaba Minerva.

— ¿Qué haces aquí todavía? Te recuerdo que hoy empiezan las clases.

La mujer severa bajaba las escaletas. Su pelo estaba perfectamente recogido, ningún mechón se escapaba de su apretado moño. Su maquillaje estaba perfectamente aplicado en su rostro y su ropa impecable, sin una arruga, sin una sola mancha. Impecable como ella.

—Y vístete bien por amor a dios, vístete bien. — Dijo mientras miraba a su hija de pies a cabeza.

Al parecer los pantalones rotos que llevaba su hija no le gustaban, como tampoco le gustaba aquella camiseta negra dos tallas más grandes de la que Dafne necesitaba ni esas viejas zapatillas negras de punteras blancas. Y aunque no lo dijera tampoco le gustaba la forma en la que llevaba su pelo. Dafne apenas se había molestado en pasarse los dedos por su melena cuando se levantó de la cama. Lo había dejado tal y como lo encontró y a Minerva eso tampoco le gustaba.

—Voy tarde, adiós. — Dijo mientras huía de la casa.

—Yo no soy perfecta. — Susurró cuando cerró la puerta y se apoyó en ella.

Tras unos segundos con sus ojos cerrados mientras el sol daba en su rostro recodó que iba tarde a su primer día de clase y comenzó a caminar hasta su escarabajo azul mientras recogía su cabello en una coleta mal hecha. El motor de su coche rugió tímidamente cuando giró la llave en él, entonces comenzó a conducir hacia su instituto, aquel instituto en el que ya había estudiado durante un año, justo el tiempo que hacía que se había mudado a Los Ángeles. Aquella ciudad en la cual pasó algún que otro verano está bien durante los meses de más calor cuando el sol daba en su piel, broceándola, las olas acariciaban su suave piel y su pelo volando entre la brisa, durante el verano esa ciudad era perfecta para Dafne. Pero en invierno ella prefería la lluvia, la nieve y el frío.

Todos los alumnos ya estaban en los pasillos del centro cuando Dafne corría hacia la entrada de este. Caminó por los pasillos sin ser vista, siendo ignorada, tal y como había sido desde que llegó un año atrás, tal y como ella quería que fuera. Buscó entre toda las taquillas plateadas la suya hasta que la encontró. La abrió sin prisa pues ya había llegado y tenía algunos minutos antes de entrar a clase. Colocó en el interior varios de los libros que antes guardaba en su enorme bolso negro y cerró la puerta de su taquilla. Fue entonces cuando vio a Emma. La capitana del equipo de animadoras estaba apoyada en la taquilla junto a la de Dafne mientras jugaba con uno de los mechones de su largo pelo rubio. La de la coleta mal hecha trató de seguir su camino hacia la clase que le tocaba, química, pero la rubia de ojos azules se puso frente a ella impidiéndole el paso.

— ¿Este año me dirás que si?—Dafne agitó su cabeza y siguió su camino dejando a Emma atrás sin importarle lo más mínimo como la rubia se sintiera al respecto o que tenía que decir.

Solo Emma hablaba con Dafne en aquel instituto, bueno, Emma, los profesores y algún que otro adolescente salido del sexo opuesto para decirle algún comentario sobre su cuerpo. Dafne no era de muchas palabras. Hacia algo más de un año que ya no era de muchas palabras, así que a Emma le respondía con un gesto de su cabeza o algún monosílabo y, rara vez, respondía a los comentarios de los adolescentes salidos del sexo opuesto.

Tras varias clases en las que a los alumnos de último curso les quedo bien claro que era su último año de instituto, que tenían que centrarse en sus estudios, que tenían que elegir carrera y universidad y que tendrían que hacer méritos para entrar en la universidad deseada, llegó la hora del almuerzo. En esa hora todos los alumno aprovecharon para quejarse por estar de nuevo en el instituto y por algún que otro profesor. También estaban los que prefirieron reencontrarse con sus amigos mientras que tomaban sus comidas sin preocuparse del hecho de estar a allí de nuevo. Dafne aprovechó esa hora para leer mientras que la bandeja de su comida era ignorada. Una vez más se había colocado en la mesa del fondo, esa que nunca nadie usaba, la que estaba en una esquina junto a la ventana que daba al campo de football americano.

Los murmullos en la cafetería se silenciaron cuando las puertas de esta se abrieron y por ella entró el dueño de una abundante cabellera rizada. Todos miraron a aquel ser tan perfecto y bien formado que acababa de entrar, todos menos Dafne. Ella no se percató del silencio que la rodeaba. Todas las miradas fueron a la misma dirección, todos miraron hacia donde Harry miraba, hacia la muchacha que leía el libro que estaba entre sus manos sin enterarse de lo que pasaba a su alrededor. Cada uno de los pares de ojos de aquel lugar se pegaron de nuevo a Harry. Todos en aquella sala esperaban ver como aquel dios expulsado del Olimpo echaba, de la peor manera posible, a la chica solitaria de aquella mesa del fondo. Pero todo lo que hizo Harry fue mirarla con una pizca de luz en sus ojos verdes para después salir de allí golpeando las puertas con furia. Era ella, era la figura femenina, y algo le impidió ir hacia ella y hacer lo que todo el mundo esperaba, lo que hubiera hecho con cualquier otro que estuviera en su mesa.

Todas las personas allí presente se miraron entre ellas. Buscaban una razón por la cual Harry cedió su sitio a aquella persona que seguía inmersa en su libro sin haberse enterado de lo que acababa de suceder. No esperaban su regreso, tan repentino como su desaparición, pero menos esperaban aún esa reacción. Y así , tras la ida de Harry, Dafne siguió leyendo mientras ignoraba su comida hasta que el molesto sonido del timbre la despertó de su trance. Cerró su libro, se colgó su bolso del hombro derecho y caminó hasta su próxima clase.

Cuando el timbre volvió a sonar la mayoría de los alumnos ya esperaban a los profesores en sus correspondientes clases. A Dafne le tocaba historia, y allí estaba en su clase de historia esperando al profesor. Mientras todos en la clase hablaban de las emocionantes cosas que les había pasado en verano, ella esperaba sentada al final del aula. La rubia de ojos azules casi corrió hasta ella para sentarse en el sitio libre junto a ella.

—Tú, mosquita muerta ¿de qué conoces a Harry?— Le pregunto sin llamar la atención de los demás.

— ¿Quién?— Dafne laleó su cabeza mientras miraba a Emma provocando que su coleta mal hecha tocara su hombro.

—Ese. — Le respondió mirando hacia la puerta de la clase.

Por aquella puerta entraba Harry, una persona de pelo rizado y castaño que rozaba sus hombros, ojos verdes y los labios más deseables que Dafne jamás había visto.

—No lo conozco. — Dijo agitando su cabeza y sin despegar su mirada de lo que para ella era un dios griego.

—No juegues conmigo. — Gruñó la rubia apretándole el brazo a Dafne con su mano derecha.

—No lo hago.

—Entonces ¿Por qué no te hecho de su mesa en la cafetería?

Dafne tenía la intención de responderle a esa pregunta con otra pregunta ¿de qué hablas? Pero el profesor de historia llegó y Emma huyó de ella. La rubia dejó el asiento junto a de Dafne vacía y corrió a sentarse junto a una de las chicas miembro del equipo de animadoras. La de la coleta mal hecha volvió la vista al frente, pero tan solo unos segundos. Antes de darse cuenta estaba mirando el aparcamiento a través de la ventana del aula.

Ella {EDITANDO}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora