Capítulo:20

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Aire

Tenía los brazos cruzados en su pecho, llevaba el pelo recogido en una perfecta coleta baja y su pijama era tapado por su bata de algodón. Minerva se levantó del sillón y caminó hasta su hija, ella estaba parada en la puerta del salón la llegada de su madre. Cogió con fuerza el Brazo izquierdo de Dafne y la arrastró escaleras arriba hasta su sala. Soltó el brazo de su hija una vez llegaron y se colocó frente a ella. Aún bestia la ropa con la que se había pasado la tarde bailando, se le hizo muy tarde. Su pelo estaba suelto y revuelto, de su hombro colgaba su bolso negro y sus puntas. Dafne agarró las últimas con fuerzas mientras ambas se miraban a los ojos, se aferraba a aquel calzado como si fueran su salvación.

—Me lo has estado poniendo difícil desde que eras una niña. Siempre haciendo todo lo que te decía que no hicieras. —La escuchó y Dafne soltó las puntas que colgaban de su hombro.

La mujer severa se dio la vuelta y fue hacia la ventana. Miraba por ella. Dafne miraba hacia sus viejas converse mientras jugaba con sus dedos nerviosa, estaba nerviosa. Minerva miraba fijamente lo que había tras la ventana pero no lo veía. Todo lo que podía ver era una niña haciendo trastada tras trastada, desobedeciéndola. La veía saltando de charco a charco, dando vueltas bajo la lluvia el pequeño paraguas abierto y tirado junto a ella, Dafne reía sin parar. La veía corriendo tras las palomas del parque dejando escapar carcajadas del fondo de su garganta, la veía tirada en el barro con una sonrisa en los labios. También veía Brap sonreír mientras miraba a su hija hacer lo que ella le había prohibido. Y se veía a ella misma regañando a la niña por desobedecerla. Mientras ella hablaba, la pequeña Dafne miraba sus pies y jugaba con sus deditos.

La niña, Dafne, siempre llegaba con sus ropas manchadas a los eventos importantes y despeinada, el cabello de la niña no duraba más de cinco minutos con el perfecto peinado que Minerva había realizado. Junto a ella estaba esa niña seis años mayor, la llevaba de la mano, estaba prefecta, ella siempre llegaba perfecta a los eventos fueran o no importantes. Recordó la insistencia de Brap por llevar a su hija menor a clases de ballet. Recordó como ella le había repetido que no le serviría para nada en la vida y como Brap le contestaba cosas como quiere hacerlo, la hará feliz. La mujer severa quiso que su hija más pequeña aprendiera a tocar el violín como su hermana mayor, es elegante le dijo a Brap. "Pero Dafne no quiere tocar el violín ella quiere bailar" le contestó su marido. Y al final Brap la llevó a clases de Ballet, aprendía tan rápido como mover su cuerpo que pronto alcanzó la perfección.

Minerva se volvió a girar, miró a su hija y se colocó de nuevo frente a ella. Le ordenó que la mirara y Dafne la obedeció.

—No logro entenderte. Estoy cansada de decirte las cosas, cansada de ver con lo poco que te conforma, cansada de ver...

— ¿Qué no soy Valeria?— La interrumpió Dafne mirando intensamente los ojos marrones de su madre. — Lo siento, siento no ser como ella. Siento muchísimo no ser tu hija perfecta. Y sobre todo siento no poder cambiarme por ella. Perdóname mamá, si pudiera lo haría, si pudiera me cambiaría por Valeria.

Minerva trató de decir algo pero apenas le dio tiempo a separar sus labios cuando su hija ya estaba cerrando la puerta de su sala. Dafne corrió a su habitación. Una vez dentro se pegó a la puerta y se fue resbalando por ella hasta llegar al suelo, allí una lágrima cayó por su rostro. Minerva quiso ir hacia su hija pero no sabía que decirle, no sabía cómo explicarle que le importaba y por eso se empeñaba en hacerle luchar por un futuro. No sabía cómo decirle que nunca pudría elegir entre sus hijas. Y como no supo no fue, se quedó en su sala sin intentar entender a su hija. Nunca supo cómo ser la madre de Dafne, y Dafne nunca supo cómo ser la hija de Minerva.

El agua fría caía sobre en cuerpo de Dafne. Estaba tumbada en posición fetal en el suelo de la ducha. No se había quitado la ropa con la que bailó. Tiritaba, pero no sentía el frio que tenía. Todo lo que podía sentir era una enorme presión en el pecho. Las lágrimas caían de sus ojos a suelo de la ducha, donde ella estaba recostada, allí se mezclaban con el agua y se perdían. La ropa comenzó a quemarle, pensó que era la ropa, y comenzó a quitártela con prisa. Enredándose en ella estiraba la camiseta que le quedaba grande, trataba de escapase pero no podía, estaba perdiendo la guerra que empezó con su ropa mojada. Cuando se deslizó de su camiseta empezó a hacerlo con sus mayas, no la dejaban salir, la quemaban. Estaba en ropa interior y la ropa le seguía quemándola, así que se quitó la poca ropa que le quedaba. Le seguía quemando, no, no era la ropa lo que le quemaba.

Necesitaba aire, le costaba respirar. Lo comenzó a buscar muy pegada a los azulejos de la ducha, no lo encontraba. Cogía grandes bocanadas de aire, llenaba sus pulmones y ella no lo sabía, necesitaba aire. Sus lágrimas caían, el agua fría se las llevaba. El pelo de Dafne caía hacia su pecho, mechones rebeldes cruzándose en su rostro, mantenía su espalda pegada a los azulejos, buscaba aire. Seguía quemando, necesitaba aire y terminó sentada bajo la ducha con sus rodillas dobladas y sus brazos abrazándola. Su cabeza descansando en sus rodillas flexionadas. El agua salía fría, su cuerpo temblaba, ella comenzaba a sentir el frio, tiritaba.

Su cuerpo estaba seco y desnudo, su cabello aún mojado y una toalla blanca estaba tirada a sus pies. Se miraba en el espejo, tenía los ojos rojos, se buscaba en su reflejo, no se encontraba, volvía a necesitar aire. Corrió hacia su armario, las lágrimas se les escapaban de nuevo. Metió la mano y cogió un pantalón sin mirar cual era. Se los puso, eran vaqueros claros, descoloridos y rotos, sus pantalones solían estar rotos. Cogió una camiseta, era de tirantes, le quedaba grande pero se la puso sin importarle. Calzó sus pies con sus viejas zapatillas negras de puntera blanca, cogió su chaqueta negra de cuero falso, las llaves de casa y su móvil. Salió de la casa sin hacer ruido, en completo silencio en aquella noche de sábado.

Corrió, corrió por las calles de Los Anteles sin saber dónde acabaría. Ya no lloraba, solo corría buscando aire, el aire que necesitaba, ese aire que le daba en la cara pero que ella no lo encontraba.

Ella {EDITANDO}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora