Epilogo.

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Valeria

El silencio reinaba en el lugar, allí casi siempre era así. El silencio solo era roto, de vez en cuando y únicamente, por el canto de algún pájaro, algún llanto desconsolado, algún susurro tímido o el agua dando contra el mármol.

Dafne camina tranquila entre las tumbas, mira los altos ciprés, el cielo libre de nubes sobre esos árboles y a algún pájaro que vuela despreocupado. Pasea entre las tumbas llevando en su mano derecha una rosa blanca, en sus pies sus viejas zapatillas y en el corazón paz.

Se para frente a una tumba, aquella que solo vio una vez, aquella sobre la que se acostó y lloró bajo la impiedad la lluvia, el tiempo en Nueva York podía ser así cruel. Se arrodilló y tocó la foto de la lápida, sus dedos bajaron y acariciaron un nombre, siguieron bajando y dieron con el año de nacimiento y el de fallecimiento de su hermana.

Dejó la rosa sobre la tumba y comenzó a contarle la historia. Comenzó por Harry, le nombró a Emma, habló sobre la mujer severa, Brap y Louis. Metió entre medio la historia de su muerte y terminó explicándole que ella era inocente, que toda esa culpa no era suya y tampoco de su padre.

Respiró profundo cerrando los ojos y cuando los abrió le confesó que había ido a verla por puro egoísmo, y que sabía que hay no había más que sus huesos y una lápida llevando su foto y su nombre frente a ella.

No estaba ahí, nunca estuvo ahí, nunca la dejaron allí tumbada y se fueron. No fue Dafne la que acabó por dejarla sola, su hermana la había dejado ya antes, dejó su cuerpo en esa carretera pero ella ya se había ido.

Dafne había ido allí hablar con una tumba cerrada, con la cárcel de los huesos de su hermana para escucharse decir que se enamoró de Harry y no se arrepentía de ello. No fue allí a despedirse de su herma, allí no había nadie de quien despedirse, solo quería decir en voz alta que el error no lo cometieron ellos, que fue su padre, el padre de Harry.

No derramó una lágrima allí arrodillada y no porque ya no le doliera la muerte de su hermana. Se había dado cuenta que ella seguía allí y que no necesitaba que nadie le diera permiso para estar viva. Aceptó que su corazón tenía todo el derecho del mundo a seguir latiendo hasta que llegara el momento de abrazar a Valeria, que perfecta ella y que imperfecta Dafne.

Ella {EDITANDO}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora