Capítulo: 32

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Era Dafne.

Bajó un escalón, otro, y otro más. Seguía bajando todo y cada uno de los escalones que se ponían bajo sus pies. Cada vez que bajaba un escalón, un poco menos de luz llegaba a su retina, hasta que llegó al final.

Encontró el ring en el centro de la habitación, solía verla llena, a rebosar de gente gritando su nombre, gente pidiéndole a gritos, la sangre de su contrincante, la caída de este y la gloria de Harry, su gloria.

En una de las esquina de la habitación estaba Simón. Fumaba, y no un cigarrillo precisamente, acompañado de cinco hombres. Uno de ello le indicó la llegada de Harry y Simón tiró lo que fumaba al suelo para acercase al chico con una sonrisa burlona.

—Ya creía que no venias. — le habló con dureza y burla.

—Dame lo suyo.

Quería terminar con aquello que fue hacer allí, llevarse a Dafne de, cuidarla, protegerla y hacerla feliz. Simón colocó una mano en su hombro mientras que decía ¿tienes prisas, Harry? Harry se alejó de él, de su contacto físico.

—No, es solo que prefiero otras compañías a la tuya.

Simón se rió mientras sacaba una bolsita de plástico llena de pastillas blancas de su bolsillo. Estiró la mano sujetando la bolsa hacia Harry, este la cogió esperando que Simón la soltarse, pero no lo hizo.

—Dile que nuestros negocios se han terminado. —Simón habló con odio radiando de sus ojos, el mismo odio con el que soltó la bolsa.

—Eso díselo a él.

Guardó la bolsa llena de pastillas en uno de los bolsillos delanteros de sus pantalones negros rajados en las rodillas y caminó hasta las escaleras. Cuando iba a subir el primer escalón la voz de Simón lo frenó.

—Harry. — No se giró, solo dejó de caminar. — en dos semanas hay una nueva pelea ¿vendrás?

Sin responderle siguió su camino escaleras arriba, quería llegar a Dafne. Ella reía junto a Louis quien estaba levantando pesas. Dafne le añadió un poco más de peso y Louis se quejó. "deberíamos parar de poner peso" dijo él y ella volvió a reí. "vamos, puedes con un poco más" dijo entre risas.

—No lo creo, es muy endeble. —añadió Harry acercándose a ellos.

Louis dejó las pesas en su lugar y se levantó. Cogió una toalla que se pasó por la cara y dejó colgando de su cuello. Luego cogió una botella de agua y bebió de ella.

—Mírala, esta entera, sana y salva, no le falta ni un trocito. — le dijo a su amigo cerrando la botella.

Dafne rió colocándose junto a Louis y miró los ojos verdes de Harry, muy verdes, eran muy verdes, tan verdes como los de su dibujo.

—Bien, porque sino hubieras estado en problemas ¿Nos vamos Dafne?

La muchacha asintió y eso hizo que Harry comenzara a caminar hacia la puerta. Dafne besó la mejilla de Louis y siguió a Harry apresurada. Se subieron al coche negro y Harry comenzó a conducir hasta su piso de lujo, donde comenzó a explicarle a Dafne aquellas cosas de bilogía de las que, ella, debía examinarse.

"Esto es muy difícil" "no no lo es" "no puedo hacerlo, suspenderé" "No no suspenderás" "No puedo hacerlo" "que sí, ya casi lo tienes" Se decían entre explicación y explicación.

Harry le explicaba, Dafne lo escucha entendía sus palabras y trataba de repetirlo sin éxito. Harry le sonreía y se lo volvía a explicar. Lo volvía hacer una y otra vez hasta que ella era capaz de explicar lo que había entendido la primera vez que Harry se lo contó.

Y así estuvieron horas, demasiadas quizás. Pero ellos no se dieron cuenta del tiempo que pasó hasta que el móvil de Dafne comenzó a sonar. Entonces vieron la luna atreves de la ventana. "Mamá" ponía con letras grandes en lo pantalla del móvil que sonaba, y Dafne quiso desaparecer.

Con inseguridad sujetó el móvil entre sus manos, miró la pantalla durante unos segundos y después contestó. Fue incapaz de hablar, así que esperó a que lo hiciera Minerva.

— ¿Dónde estás?— le gritó con furia.

Harry miraba atento cada uno de los movimientos de la chica sentada en el sillón, junto a él. Parecía nerviosa, tal vez asustada, y no le gustaba verla así, pero la seguía mirando con detenimiento.

—Mamá, estoy en casa de una compañera de clase estudiando para el examen de biología de mañana, se me hizo tarde. Lo siento.

La conversación siguió y Harry la seguía mirando, su ceño se fruncía cada vez un poco más por cada frase que Dafne le decía a su madre. Cuando la conversación terminó suspiró y miró a Harry.

—Sabes que soy un tío ¿verdad?—la chica sonrió mientras asentía. — ¿No te llevas bien con tu madre?

Dafne negó agitando su cabeza de un lado al otro. La paró, miraba hipnotizada los ojos muy verdes de Harry y sin saberlo atrapó su labio inferíos entre sus dientes. Fue allí a donde fue a parar la mirada de Harry.

Tan perfecta, tan diferente.

Su labio entre sus dientes blancos la hacía demasiado deseable como para poder resistirse. La queria entre sus brazos, queria que fueran sus dientes los con mordieran con cuidado aquel labio rojizo, la queria a ella, de todas las maneras posibles, la queria a ella.

Se miraron a los ojos, y sus rostros atraídos el uno por otro se fueron acercando con prisa, pero despacio. Dafne liberó su labio y Harry lo atrapó. El juego entre sus bocas comenzó siendo suave y solo de ellas. Pero pronto eso cambió.

Las manos de Harry fueron a la cadera de Dafne, y las manos de esta al cuello de Harry. Sus delgados dedos se enredaban en el pelo revuelto de Harry, y eso los hacía enloquecer a ambos.

Comenzaron una guerra en la cual Harry perdió su camiseta y Dafne acariciaba su adamen. Que suave era, que duro estaba, como la llamaba.

Harry la miraba, miraba como pasaba sus delicadas manos por sus abdominales marcados, admiró la concentración y la calma con la que realizaba su labor. Subió al Olimpo, cuando Dafne comenzó a dejar besos en su piel desnuda subió al Olimpo.

Le arrebató el trono a Zeus, ahora tenía el poder, y con ese poder le quitó la camiseta a Dafne, hizo que se tumbara en el sillón y se echó sobre ella devorándole el cuello. Y en ese momento calló del trono de Zeus y bajó del Olimpo.

Siguió bajando hasta llegar al inframundo, el reino de Hades. Fue la lujuria la que lo hizo bajar tanto, era la lujuria la que lo hacía tocar el cuerpo de Dafne con desesperación, la razón por la que la besaba con fuerza, sin piedad.

Era la lujuria la que le estaba haciendo perder el control, y era Dafne la que estaba bajo él. Era ella la que envolvía su cintura con las piernas, sus perfectas piernas, era ella la que había desabrochado los botones de sus pantalones, era Dafne y Harry estaba perdiendo el control.


Ella {EDITANDO}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora