Capítulo: 29

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A veces hay que desobedecer a los padres.

Aquel día el sol brillaba con fuerza en el cielo de Los Angeles, era un buen día para irse a la playa a dibujar, para plasmar en un papel el azul del cielo mezclándose con el del mar, pero Dafne no lo hizo. Tras llegar de clase se tumbó en la cama rodeada de papeles escritos y con un libro abierto sobre su abdomen.

Hizo el intento de estudiar un par de veces pero no lo terminaba de conseguir, acababa pensando en la cena con su madre. Imaginaba las razones de la mujer severa, y no encontraba ninguna lo suficiente buena.

Se sentó en la cama dejando caer el libro en el suelo. Allí sentada recordó que antes de ir a clase aquella mañana, su madre le había pedido que llegara a las nueves al restaurante y que no condujera hasta allí, para que pudieran volver juntas en su coche y que se vistiera bien.

Miró hacia abajo y lo primero que vio fue la piel de sus piernas asomando por sus vaqueros rotos. Como sabía que las peticiones de su madre no eran peticiones sino ordenes con forma de petición, se cambió de pantalones.

Miró en el espejo como aquellos pitillos enteros se ajustaba a sus piernas. Su madre daría el visto bueno si se quitaba esa enorme camiseta negra que dejaba ver parte de su sujetador.

Le costó más encontrar una camiseta apropiada que lo que le costó encontrar el pantalón, pero al final la encontró.

Era una camisa de tirante azul marino que Valeria le regaló cuando cumplió diecisiete años. Era la tercera vez que se la ponía. La primera vez fue en una comida familiar con sus abuelos maternos y la segunda una tarde que fue a comer helado con su hermana. No es que no le gustara, solamente no era su estilo.

Decidió peinarse, pero solo un poco, para desenredar su pelo y dejarlo suelto. Se miró una última vez en el espejo y pensó que estaba bien vestida para su madre. Fue hacia el despacho de su padre, este hablaba por teléfono asique esperó a que terminara su conversación para hablarle.

— ¿Tienes algo que hacer a las ocho y cuarto ocho y media?— Brap miró a su hija.

— ¿Qué necesitas?— dijo mientras cogía un bolígrafo y anotaba algo en un papel.

—Que me llevaras al restaurante que esta frente al hospital donde trabaja mamá. —Brap dejó de escribir y miró a su hija. —Mamá quiere que cenemos juntas y que volvamos en su coche.

Su padre siguió escribiendo en el papel mientras le dijo "claro, ven a avisarme cuando sea la hora" Dafne besó la mejilla de su padre y salió de la casa.

Eran las siete aún tenía tiempo lo que no sabía era para que, y comenzó a caminar sin un rumbo fijo. Acabó delante del taller en el que Harry trabajaba, aunque estaba tan ocupada pensando que no se dio cuenta de que Harry y Louis discutían en la puerta del taller.

Fue Louis quien la vio, e inmediatamente gritó su nombre. Dafne lo miró sonriéndole mientras se acercaba a ambos chicos, Harry la miraba con el ceño fruncido.

En cuanto estuvo junto a ellos Louis la estrechó contra su pecho. Dafne encantada enrolló sus brazos en él. Cuando se separó Harry habló.

— ¿Qué haces aquí, Dafne?

—Nada, solo paseaba ¿y vosotros?

—He venido a pedirle dinero, pero no me lo quiere dar. — contestó Louis.

Harry sacó un par de billetes de uno de los bolsillo de su pantalón lleno de grasas y se los dio a Louis mientras le decía "toma, vete ya." Louis los cogió pero no se fue.

—Que mal humor tienes siempre. —Dijo mirando a Harry y dirigió su mirada a Dafne. — ¿necesitas que te lleve algún lado?

—No, no necesita que la lleves a ningún lado, lárgate. — le dijo Harry con rudeza a Louis.

Louis miró a su amigo con diversión en sus ojos azules y un intento de esconder una sonrisa en sus labios. No le molestó que lo echara, ni la rudeza con la que lo hacía, más bien parecía encontrar algo cómico en aquella situación.

Louis era una persona que encontraba diversión en donde parecía no haberla. Le encantaba reír y hacer reír a los demás y también le gustaba Dafne.

— ¿Estas celoso; Harry?— Harry no le contestó simplemente le miró con cara de pocos amigos. — vale. — Habló Louis levantando los brazos.

El de ojos azules abrazó el cuerpo de Dafne y se fue bajo la mirada de esta. Cuando no pudo seguir mirándolo alejarse de ella, miró los ojos verdes de Harry.

—No estaba celoso, que conste. — Dafne asintió. — ¿Y ahora qué te pasa?

—Nada ¿Por qué me iba a pasar algo?

Harry pasó su mano derecha por el suave pelo de Dafne, después la colocó en la cadera de la chica y su mano izquierda, envidiosa, la imitó.

Tiró de Dafne con delicadeza, la hizo dar un paso hasta él, y así estaba lo suficientemente cerca como para poder besarle la frente, pero no contento continuó besándole la punta de la nariz, ahí fue cuando ella cerró los ojos y dejó que los fuertes brazos de Harry la enrollaran mientras la pegaban a su perfecto pecho.

Y allí ya no imaginaba las hipotéticas razones de su madre, o en si vestía la ropa adecuada para la ocasión, allí no pensaba en l mujer severa, puede que no pensara en nada, que solamente se dedicara a disfrutar del paraíso en el que se encontraba.

Harry besó la cabeza de la chica, y allí donde sus labios besaron colocó la barbilla después. Sus ojos se cerraron y una de sus manos subió para acariciar el pelo suelto de Dafne. Estaba suave, muy suave, y a él le gustaba aquella suavidad.

Dejó de acariciarle el pelo cuando ella comenzó a despegarse de su tonificado cuerpo. Miró atento como la chica frente a él colocaba su labio inferior entre sus dientes mientras enganchaba un mechón de su pelo tras una de sus orejas.

—Tengo que irme. — susurró Dafne.

— ¿A dónde?—Dafne en lugar de contestarle, le besó la mejilla y se alejó de él.

Entró al despacho de su padre, este parecía estar esperándola. No estaba haciendo nada, permanecía sentado con las manos cruzadas sobre su escritorio y su mirada pegadas en ellas. Brap se levantó nada más ver a su hija y juntos salieron de la casa.

Ninguno de los dos habló durante el trayecto, pero lo hicieron cuando el vehículo se paró frente al restaurante.

— ¿A qué se debe esta cena?

—No lo sé. —La chica comenzó a jugar con sus dedos. — Ha sido idea de mama.

Brap miró el juego nervioso de las manos de su hija, y supo que no le gustaba la idea de cenar con aquella mujer, pero él no haría nada por evitar que ambas cenaran juntas, todo lo que haría sería intentar que a su hija aquella cena no le pareciera tan mala.

—Dafne, tú ya sabes que tu madre puede ser un poco dura, pero te quiere.

Miró los ojos de su padre y se preguntó porque debía ser él el que dijera los sentimientos de su madre, se preguntó si volvería a escuchar a aquellas palabras de la boca de Minerva, y comenzó a creer que tal vez quería escucharlas.

Asintió insegura y su padre sujetó sus manos parando el juego de estas, las acarició durante unos segundos antes de volver a hablar.

—Y también sabes que eres tú la que debes decidir sobre tu vida ¿verdad?— como no obtuvo respuesta siguió hablando. — a veces hay que desobedecer a los padres cariño, pero solo a veces.

Ella {EDITANDO}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora