El trono de Zeus
Hay muchas personas a las que no les gusta el invierno, es compresible porque el invierno es frio, muy frio y húmedo, también es húmedo. La niebla que trae consigo el invierno, es muy molesta, se coloca en tu camino, te deja que avances atreves de ella pero no te deja ver lo que hay frente a ti. A Dafne si le gustaba el invierno, sobre todo si se trataba del invierno de la ciudad de Nueva York. Pero es que a ella le gustaba todo de aquella ciudad, hasta la nieve y eso que odiaba la nieve. Le encantaba ver los copos de nieve caer desde el cielo y a veces le gustaba que cayeran sobre ella pero solo los copos de nieve que caían en aquella ciudad, su ciudad.
Al poco de Valeria morir sus padres decidieron que no se quedaría en aquella ciudad de inviernos crueles, no dijeron porque se irían, Dafne imaginó que era porque la veían en todas partes pero no estaba en ninguna. La muchacha no objetó nada al respecto porque con la partida de Valeria olvidó lo mucho que le gustaba su ciudad. Y se fueron a Los Anteles.
Como si algo la llamara a gritos Dafne fue hasta un árbol cerca del campo de football americano. Miró el árbol y se sentó bajo el. Sacó un libro de su enorme bolso negro y se puso a leer. Aquellas letras debían estar contándole algo muy importante porque no notó que Harry se había sentado junto a ella y le observaba. Miraba atento como sus ojos no se permitían pestañear, como sus labios estaban entre abiertos y los fallidos intentos de su pelo suelto por bailar.
—Me encanta tu pelo suelto.
Cuando Harry habló fue cuando Dafne se dio cuenta de su presencia. Lo miró, le sonrió y con suavidad y le dijo "hola Harry." Él la miraba en ese incansable deseo de saber porque ella era tan diferente y ella miraba como él la miraba con la esperanza de descubrir porque su corazón saltaba cuando Harry se le acercaba.
Tras la última hora de clase los pasillos del instituto se llenaron de alumnos que buscaban deseosos la salida. Emma sin decir palabra alguna y como si no lo estuviese haciendo, cogió a Dafne del brazo y la llevó hasta los baños.
—Ya te he dicho que no me uniré al equipo de animadoras. — Le dijo Dafne a la rubia que se miraba en el espejo.
—Necesito que lo hagas. — Le contestó mientras rebuscaba en su bolso.
Abrió la cremallera de un pequeño neceser y sin dejar de mirarse en el espejo sacó un pintalabios rosa y comenzó a pintar sus labios con él. Dafne la miraba sujetando con fuerza la correa de su bolso. Siempre pensó que era un capricho de la rubia y no una necesidad, pero al parecer la necesitaba dentro de su equipo o eso dijo. Cuando la muchacha estuvo conforme con sus labios guardó su pintalabios rosa y sacó un eyeliner. La rubia se concentró en dibujar en sus parpados una línea perfecta, Dafne observó en silencio la perfección con la que lo hacía.
—Quiero que mi equipo sea el mejor equipo de animadoras. — Cambio el eyeline por la máscara de pestañas — Y para conseguirlo te necesito a ti.
Miró a Dafne reflejada en el espejo tras ella y comenzó a manchar sus pestañas de negro al mismo tiempo que Dafne comenzó hablar.
—Yo no quiero entrar en tu equipo de animadoras y además nada garantiza que conmigo valláis a ser el mejor equipo. — Emma comenzó a aplicarse colorete. —No entiendo porque tenéis que ser las mejores.
—No tienes que entender nada, todo lo que tienes que hacer es entrar en el equipo.
Peinó su cabello rubio con los dedos, guardó lo que sacó de su bolso y se giró para quedar frente a Dafne. Le sonrió, Dafne comenzó a agitar su cabeza lentamente mientras decía que no entraría en el equipo. La sonrisa de la rubia se borró, odiaba que no le dieran lo que ella quería cuando ella lo quería, tal y como Dafne estaba haciendo.
—No tengo tiempo para seguir con esta conversación ahora mismo pero la seguiremos en otro momento. — Le volvió a sonreír. — ¿Qué tal me ves? ¿Si fueras un tío te acostarías conmigo?
Bestia una mini falda y top que dejaba su tonificado abdomen a la vista de cualquiera. Su pelo estaba perfectamente peinado. "Supongo que sí" le respondió Dafne y Emma salió orgullosa de allí dejando a la figura femenina dentro. A los pocos segundos salió también y nada más hacerlo vio Harry. Pasaba por allí caminando a paso rápido hacia la puerta, pudo ver que en su rostro había restos de una pelea, restos que horas antes no estaban. Corrió hacia él para interponerse en su camino. Ella no lo eligió, pero estaba frente a él mirándole temerosa a sus ojos verdes, sintiéndose más pequeña cada segundo que ambos se miraban.
Tenía miedo, Dafne tenía miedo de preguntarle a aquel dios expulsado del Olimpo que le había pasado. Una vez lo hizo y la bestia encerrada en su pecho salió. Harry dio un pequeño, muy pequeño, al frente y Dafne lo dio hacia atrás mientras bajaba la mirada. No se dio cuenta que lo hizo, ella estaba tan metida en la discusión que había en su cabeza que no puedo ver lo que él quería. Tenerla entre sus brazos, eso quería. Y besarla también quería besarla. Porque cuando la tenía entre sus brazos y cuando la besaba subía al Olimpo a lo más alto de este y cuando la veía reír él le arrebataba el trono a Zeus. Harry quería estar en el trono de Zeus, no por ser el rey de los dioses olímpicos, no por el poder. Por ella, era por ella, porque si él llegaba al trono de Zeus era porque ella, Dafne, era feliz. Él quería que fuera feliz.
—Puedes preguntarme lo que está dando vueltas en tu cabeza.
Dafne lo volvió a mirar y Harry dio otro pequeño paso hacia delante. Ella no se movió del sitio. Se quedó allí mirando como los ojos verdes de Harry la miraban. Se sentía frágil y débil pero preguntó.
— ¿Qué te ha pasado?
—He tenido una pelea de la que no quiero hablar.
Se acercó un poco más a Dafne y con cuidado sujetó su rostro. Besó su frente tomándose más tiempo del que necesitaba y se fue. Siguió su camino hasta la salida bajo la confusa mirada de la figura femenina. Se acababan de dar cuenta, Harry acababa de descubrir que era eso que hacia tan diferente a Dafne y ella entendió porque su corazón saltaba cuando Harry estaba cerca.
Estuvo ahí desde el principio, fue creciendo cada vez más hasta ser demasiado grande, hasta ser demasiado evidente como para ignorarlo y demasiado fuerte como para luchar contra ello.
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Ella {EDITANDO}
Hayran KurguSu cuerpo se mueve ágil rodeado de la melodía desprendida de un piano, su corazón late en su pecho, sus recuerdos la queman y su dolor no la deja ser ella. Sus pies pisan la arena de la playa, en su pecho un corazón fío y seco, sus recuerdos abando...