Capítulo: 41

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Desnudos.

Los labios de Dafne repartían pequeños besos llenos de deseo por el torso desnudo de Harry. Las sabanas cubrían las caderas y partes de las piernas de Harry, como también pequeñas partes del cuerpo de Dafne. Ella se había despertado cuando, el sol, le acarició el rostro atravesando el cristal de la ventana sin problema.

Harry seguía dormido, al principio a Dafne le pareció divertido mirar su relajado rostro, sus ojos cerrados, su pecho subiendo y bajando al ritmo que su respiración le marcaba.

Luego prefirió peinarle con los dedos el cabello, que se mezclaba con el suyo adornando la almohada, asique giró su cuerpo para colocarse bocabajo y ayudándose con sus brazos levantó su torso, manteniendo las caderas pegadas al colchón.

Las sabanas cayeron de sus pechos, pero no le importó y comenzó a pasar sus dedos por el cabello de Harry. Hasta que decidió que era hora de que él también despertara y comenzó a besarle el torso.

No despertó hasta que los besos pararon a su rostro. Sonrió y rodeó la cintura de la chica desnuda para colocarla sobre él. Ella no se opuso, quedó sentada sobre él, con sus piernas dobladas a los costados de Harry.

Dafne con su espalda en una línea recta coloco las palmas de sus manos en los abdominales de Harry. "ya era hora de que despertaras" le dijo sonriendo. Harry se sentó en la cama sin que la chica se moviera de donde estaba, la besó y volvió a caer tumbado en la cama.

—Deberíamos repetir lo de ayer. — Le dijo a la chica completamente desnuda y liberada de las sabanas que estaba sentada sobre él.

Dafne se recostó ligeramente sobre el cuerpo de Harry "Vale" le susurró en el oído y comenzaron un juego de besos y caricias. Tras el juego comenzaron un baile donde Dafne llevaba el control, era la primera vez que Harry no llevaba el control y le parecía bien.

Los movimientos de las caderas de Dafne sobre Harry se hicieron más intensos mientras Harry se aferraba con fuerza a dicha parte de su cuerpo. La intensidad siguió creciendo hasta que los movimientos terminaron y el cuerpo de Dafne calló cansado sobre el de Harry.

Los fuertes Brazos de Harry rodearon a Dafne y sus manos acariciaron la espalda desnuda de la chica. "Ha sido intenso" le dijo antes de besarle la cabeza, ella rodo sobre Harry para caer a su lado "si" dijo ella.

Harry ignorando el hecho de que estaba desnudo salió de la cama y caminó hasta el baño, cuando salió de allí, uno diez minutos después, fue a por algo de ropa al armario. Dafne lo observó desde la cama, su piel estaba seca, pero su cabello mojado.

Se puso unos calzoncillos y volvió a salir de la habitación, tras besar la frente de Dafne quien minutos después fue a darse una ducha, tal y como Harry había hecho antes. Harry cocinaba, lo que parecían ser unas tortitas, cuando Dafne llegó a la cocina llevando puesta ropa que le cogió prestada al dios griego.

—Me gustas más desnuda.

—Tú a mi también. — dijo Dafne sentándose en uno de los taburetes frente a la encimera.

—Eso tiene arreglo ¿sabías? — le dijo con picardía. — ¿Con que te gustan las tortitas?— le dijo colocando un plato lleno de tortitas en la encimera. — Tengo chocolate y caramelo.

—Chocolate, y quiero zumo.

Harry colocó dos platos, dos tenedores, dos cuchillos y dos vasos que llenó con zumo de naranja. Luego se sentó junto a Dafne y comenzaron a desayunar.

— ¿Soy la primera tía con la que desayunas después de haber follado?— preguntó Dafne antes de beber de su vaso. — Harry asintió. — ¿A cuántas te has tirados?— Harry la miró con las cejas levantadas y ella se encogió de hombros.

—No lo sé, muchas ¿Y tú?

—Con ninguna, pero si con tres tíos, bueno cuatro contigo.

La conversación continuó durante todo el desayuna, Dafne le preguntó cosas como ¿Has estado en alguna orgia? ¿Alguna vez has tenido público mientras lo hacías? ¿Dónde te las sueles tirar? Preguntas a las que él contestaba de forma sincera.

A él lo que más le interesó saber fue el numero de novios que había tenido "uno" le dijo ella y después Harry quiso saber sobre ese uno, él preguntó todo lo que queria saber y ella respondió de la misma forma en la que él lo hizo antes.

Harry esperaba paciente en el interior de su coche a que Dafne volviera. La había llevado a casa para que se cambiaran, después irían al taller a coger un par de cosas que Harry necesitaba para arreglar el escarabajo azul, y por último irían a reparar el vehículo que dejaron abandonado.

Dafne se puso un vaquero desgastado y roto una camiseta de tirante negra y grande. Fue a hacerle una visita rápida a su padre antes de marcharse. Entró en el despacho alegre y feliz, la enorme sonrisa en sus labios era la prueba. Caminó hacia su padre y se sentó en su regazo para abrazarlo y besarle la mejilla.

—Voy a salir.

—Vale.

El hombre destruido dejó que una sonrisa pequeña, muy pequeña, apareciera en sus labios, aquellos labios con los que besó el pelo de su hija antes de dejarla ir. Harry arregló sin problema el coche de Dafne, y así ella pudo conducir a hacia su casa.

Cuando la mujer severa llegó fue directa al cuarto de Dafne, donde su hija se entretenía pintando en uno de sus muchos blog de dibujo. Abrió la puerta sin llamar, asomó su cabeza de cabello perfectamente recogido y habló.

—Acompáñame, tenemos que hablar.

Dafne la obedeció, sin preguntas como siempre hacia. Una vez que llegaron a la típica habitación donde solían tener las conversaciones importantes, Minerva, le hizo un gesto a su hija para que se sentara, la volvió a obedecer.

—Quedan unos cuatro meses de curso. — Habló la mujer mirando por la ventana. —Va siendo hora de que hablemos sobre la universidad. — Se giró para ver a su hija. — enserio.

Dafne comenzó a jugar con los hilos de su pantalón roto, tenía miedo, porque seguramente esa conversación no acabaría bien, no le gustaba la decisión su madre. Medicina. No le gustaba medicina, pero la mujer severa no cambiaría su opinión, no retrocedería, ella siempre ganaba.

— ¿A qué universidad quieres ir, Dafne?

Y ahí estaba otras de las preguntas a las que le daba miedo responder. Pero aquella noche soltaría la bomba. Total, tarde o temprano tendría que decírselo, tarde o temprano Minerva se tenía que negar.

—Quiero ir a la Universidad de Nueva York. — contestó mirando los ojos de su madre.

Un balde de agua fría hubiera sido menos impactante y una daga clavada en el corazón menos dolorosa. Esa universidad no hubiera sido un problema si no estuviera donde estaba, en esa ciudad en la que la mujer severa no volvería a poner un pie, aquella ciudad en la que Valeria murió.

— ¿Tiene que ser en ese maldito estado? ¿En esa maldita ciudad?— Miró con recelo a su hija y esta agachó la cabeza. — Piensa en otra universidad o lo haré yo, te buscaré una buena universidad en la que estudiar medicina, lejos de esa ciudad.

Minerva lo acababa de decidir, ella se encargaría de todo, su hija solamente tendría que estudiar. Se creyó ganadora y tal vez lo fuera, porque Dafne resignada asintió, sin ninguna intención de obedecer a su madre y con mucha por desobedecerla.


Ella {EDITANDO}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora