Capítulo: 46

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Ese tal Harry.

Otro día más, era otro día más, en el mismo estado, en la misma ciudad, y en el mismo instituto. Dafne no lograba averiguar qué tan malo y qué tan bueno era eso. Ella seguía caminando por el mismo pasillo de todos los días, a la misma hora y hacia la misma clase, no esperaba que algo fuera a ser distinto.

Dafne no se da cuenta de que su mundo estaba cambiando constantemente. Ya no vivía en Nueva York, ni pelea con Valeria por el control de mando a distancia de la tele, y lo echaba de menos. Echaba de menos a Nueva York, a la peleas con su hermana y a su hermana también.

No lograba ver que ya no era la chica solitaria, que Harry le robó ese privilegio, eso no lo echa de menos. Le gustó ese cambio. A todos nos gusta sentirnos querido, aunque sea a ratos y en pequeñas porciones. También a todos nos gusta estar acompañados, aunque solo sea a veces.

—Harry estará en el equipo. — dijo La rubia colocándose frente a Dafne. — Y tu también.

No la dejó responder, se marchó con la misma espontaneidad con la que llegó. A Dafne le costó unos segundos desentrañar el mensaje de Emma, y cuando lo hizo y comenzó a sonreír. Siguió caminando por el mismo pasillo de todos los días, la sonrisa seguía en sus labios, las cosas seguían cambiando.

Dafne era consciente de las capacidades que tenía, del casi perfecto manejo que tenía de su cuerpo, pero nunca le dio demasiada importancia. Para ella, eso que era capaz de hacer era algo normal. Para Emma era algo lo suficientemente valioso como para ceder solo por beneficiarse de ello a lo que Dafne no le daba mucha importancia.

Tras las clases Dafne fue a la cancha de baloncesto, no encontró allí a quien buscaba, así que fue al campo de football, Harry tampoco estaba allí. No lo había visto en todo el día, sospechó que no había ido a clase cuando no estuvo en la mesa compartida a la hora de la comida, y terminó por aceptarlo cuando lo buscó y no lo encontró.

Chocó con él, con su perfecto cuerpo propio de haber sigo esculpido por alguna divinidad cuando iba camino de su pequeño escarabajo azul. Observó el rostro de Harry durante unos segundos, pudo darse cuenta de que el muchacho, no estaba de muy buen humor.

— ¿Has tenido algo que ver con que me hayan metido en el equipo de football?—Su voz fue dura, rozaba la crueldad y se introdujo en ella cuando Dafne asintió. — Tenias que meter las narices.

—Lo siento, pretendía hacer algo bueno por ti, no sabía que te molestaría. — habló molesta. —Siempre puedes decir que no.

No hubo tiempo para más palabras, Dafne se marchó a paso rápido, dándole a Harry el tiempo justo para girarse y verla entrar en su coche, cerró con fuerza la puerta de este. Puso el vehículo en marcha y se fue de allí mientras Harry se pasaba la mano, frustrado, por sus rizos despeinados.

Estuvo unos minutos en el coche, mirando la pantalla iluminada de su teléfono. Era la quinta vez que la llamaba en cuarenta y cinco minutos, ella no contestó. Salió del coche colgándose su enorme bolso negro del hombro derecho, y se metió el móvil en el bolsillo trasero del pantalón.

Llamó a la puerta y esperó unos segundos a que le fuera abierta.

—No te esperaba. — dijo Lourdes.

—Ya. — Susurró dejando el bolso junto a la puerta ya cerrada. — Me apetece leche con galletas.

Lourdes lo supo tras la petición de su nieta; algo iba bien. Lo suficientemente bien como para tener a su nieta en su casa, con un problema rondándole por la cabeza y pidiéndolo leche con galletas.

La mujer de pelo recogido calentó dos vasos de leche y los colocó en la encimera. Hacía mucho que no realizaba esas acciones, desde que Valeria se marchó.

— ¿quieres galletas de chocolate? Las hice hace unos días.

Lourdes miró a su nieta y la vio asentir sin despegar la mirada de su móvil vibrante. No quiso responder, la estaba llamando de nuevo y no quiso responder su llamada. Aquella vez, la sexta, le colgó sin antes contestar cuando su abuela se sentó frente a ella colocando un plato con galletas de chocolate en la encimera que las separaba.

La chica se recogió el pelo en una coleta improvisada y media desecha, sonrió débil a su abuela, y cogió una galleta que mojó en la leche. Lourdes prefirió comerse las galletas secas.

— ¿siguen siendo tus preferidas?

—Sí.

—También son las mías. — Habló Lourdes antes de beber de su vaso de leche caliente. — Recuerdo que de pequeña tu madre solía reñirte por comer tantas, así que te las dabas a escondidas.

—Me reñía por muchas cosas. — sonrió.

Como Lourdes ya suponía, la mujer severa no era quien llevó a Dafne a pedirle galletas con leche. Con aquel recuerdo, la mujer, comprobó que su suposición era cierta. Había visto muchas veces, como Dafne recurría a sus galletas de chocolate acompañadas de un vaso de leche caliente, por culpa de Minerva, y ahora le era fácil saber que el problema en la cabeza de su nieta, no era su madre.

Lourdes le contaba a su nieta cosas insignificantes que pasaban en su día a día, puede que inventara alguna, daba igual, Dafne no estaba prestándole atención, y así ella no se quedaba sin nada que decir.

La pantalla del móvil junto al vaso de Dafne se volvió a iluminar. "Harry" pudo leer Lourdes antes de que Dafne colgara y cogiera una galleta para mojarla en el vaso de leche casi vacío.

— ¿sabes que era lo mejor de enfadarme con tu abuelo?

Con esa pregunta logró captar la atención de su nieta, esta la miró a los ojos, esperando que la respuesta de esa pregunta fuera su solución. Su abuela sabía que seguramente no lo fuera, pero que si sería era un pequeño empujón hacia ese tal Harry.

—Que cuando hacíamos las paces, acariciaba mi pelo y me decía con sinceridad y con miedo de perderme "te quiero". Me agradaba saber que el sentimiento era mutuo, y el temor también.

—Creo que eres la única persona que podías hacer al abuelo enfadar.

—Es bueno ser la única capaz de hacer algo en otra persona, si estas enamorada de esa persona y esa persona lo está de ti.

La pantalla se volvió a iluminar, ambas miraron el aparato "cógeme el teléfono, por favor" y segundos después, Harry estaba llamando de nuevo. Dafne tocó el móvil que vibraba, dudaba, no sabía si contestar o no. Dudó demasiado, y Harry dejó de llamar.

— ¿Quien es Harry?

—Un idiota.

—Pues como todas las personas de esta mundo. — Dafne sonrió. —Estoy segura de que es algo más.

—Mi novio, creo.

—Eso deberías saberlo, no creerlo.

Dafne no le contó mucho más de Harry a su abuela. Comentó que era bueno en biología, que no solía ser muy amigable y le habló de su mejor amigo, Louis. De él si le contó bastantes cosas, pero aunque no Dafne no lo dijo, Lourdes supo que su nieta no estaba enamorada del amigo de Harry, sino de él.

Y es que la mirada de Dafne era más inocente cuando lo nombraba, toda ella se volvía más pura y vulnerable si el problema en su cabeza lo involucraba a él, su mundo resurgía de las cenizas en las que la partida de Valeria lo dejó y ella era ella, no una imitación mal hecha de lo que un día fue.


Ella {EDITANDO}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora