Abrí mis ojos lentamente, mis párpados pesaban, estaba en una pequeña habitación gris, de baldosas rojas, con un extraño olor a humedad, una enorme y afelpada sábana me cubría por completo, divisé mi celular en una pequeña mesita color café, muy dañana en los borde, lo tomé, cuatro de la tarde, ¡cuatro horas inconsciente! Miré de nuevo el celular; seis llamadas perdidas, tres mensajes y dos correos de voz.. ¡Mierda! ¿Donde estoy? Quité la sábana y me levanté, estaba descalza, pero mi ropa estaba completa, incluso mi peinado chueco seguía intacto. Busqué a alguna persona por allí, me dolía el estómago, pero era un dolor muscular, uno de los tontos esos me había hecho daño al tratar de alzarme, éra un dolor leve, sin embargo muy constante.
Di vuelta en una pequeña esquina de lo que parecía ser una casa y escuché una voz masculina del otro lado. Al parecer estaba hablando por teléfono o celular.
- No, nosé - decía exasperada la voz - claro que la conozco... esperaré a que se despierte, sólo espero que maneje la calma. Adiós.
La persona dió vuelta y quedó frente mío. Ojos azules, bellos y brillantes, entonces recordé a la otra persona.
- Andrés - dije en susurro - ¿dónde estoy?
- En mi casa - me observó de pies a cabeza - parece que estás bien - alcé mi camisa y pude ver un moretón oscuro en la parte que me dolía, estaba hinchado - los mataré, malditos hijos de...
- No tienes por qué - interrumpí - sólo es un moretón.
- No me gusta que lastimen a las mujeres, a ninguna.
- Podrías por favor llevarme a mi casa, es muy tarde - recordé entonces a Jerry - ¿Qué ocurrió conJerry? - su mirada se encendió con furia.
- Ese idiota salió a correr como una niñita - renpiró hondo - eran peligrosos, y bastantes, bueno tal vez no tanto.
- Gracias - me acerqué y pude ver más de cerca esos dulces ojos, pero una voz femenina cruzó la puerta haciendo retirar nuestras fijas miradas. Ximena se acercó y, en mi cara, lo besó profundamente, casi como si estuviera marcando territorio, Andrés se alejó un poco y yo me sentí incómoda.
- ¡Hola! -dijo la morena fingiendo una sonrisa de oreja a oreja, cómo la del gato sonriente, al tiempo que me abrazaba, y casi en seguida me soltó - Karina ¿cierto? - puso una mueca de inocencia.
- Cristina - dije un poco irritada, otra vez ese sentimiento - Andrés, ¿pudes llevarme, por favor?
Él sólo tomó unas pequeñas llaves y salimos, Ximena estaba por salir y él la paró con su mano.
- Luego - fué lo único que dijo y cerró la puerta el apequeña casa.
Al salir por lo que parecía un jardín pequeño, pude ver una hermosa yamaha fz 16 roja. ¡U-A-U! En serio quedaba con su personalidad, nos subimos y me dió un caso de acompañante, tomó mis brazos e hizo que abrazara su cintura, pude sentir sus pectorales y me enrojecí gracias a dios no me estaba mirando. Sentí un pincahzo en el estómago, y me limité a correrme un poco más.
Le iba indicando el camino hasta que por fín pudimos llegar a mi casa, pude ver que habían tres autos estacionados, el de Sergio, el de Jerry y el de ¿Dylan? A éstas horas fuera del trabajo.
Andrés aparcó la moto y yo bajé rápidamente, me quité el casco, pero casi colapso al sentir una horrible y dolorza punzada que me hizo detenerme en seco, maldición dolía mucho.
Andrés iba detrás mío como un guarda espaldas. Entré a la casa y ví como cinco rostros fijaban su mirada hacia mí. Dylan, Jerry, Sofia, Sergio y Sara. Todos discutiendo en la sala hasta mi llegada. Sofia me abrazó con fuerza y me susurró al oido: Dios mío, nos tenías preocupados. Me soltó y esta vez fué Sergio quien me abrazó con fuerza y mi estómago me hizo aullar, Andrés lo separó de mí y le mostré mi herida, la cual todos pudieron ver. Por último y más importante Dylan se me acercó y solo emitió un: Gracias al cielo.
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Zapatillas rotas.
RomanceCristina, una joven que, obligada por su madre al preocuparse por su extremada timidez, decide meterla en una academia de baile, pues ella siempre la escuchaba hablar sobre baile. Cristina trata de no mezclar su vida privada con su vida en el baile...