- Dos, tres y cuatro - dijo Madeline, mi ahora terapeuta personal - ahora estira y suelta. Sube, manténlo. Uno, dos tres, cuatro y baja.
Estaba sudando frío, me encontraba en mi habitación, dificilmente se me permitía caminar. Me encontraba feliz por la visita sorpresa de Ximena hacía un par de días. Madeline se sentó a mi lado, presionando suavemente mi muslo. Llevabamos haciendo estos ejercicios desde hace dos días exactamente y puedo decir con certeza que me han ayudado mucho.
- Sabes, si mueves tu trasero hasta la cocina sin ayuda, podría dejarte salir un rato - dijo levantándose y me ayudó a levantarme - ¿quieres? - asentí, me sentía liviana, metaforicamente claro.
Bajé las escaleras con lentitúd, aunque mi compañera me vigilaba desde arriba, bajando a mi ritmo. Dieciocho escalones, los había bajado todos sola. Luego, caminar fue mucho más fácil. Lo hice con más rapidéz de lo que esperaba y eso pudo subirme el ánimo.
- ¡Bien hecho! - exclamó, casi rompiendo mis tímpanos.
Una chica de cabello rubio largo y cenizo, de ojos verdes intesos y bastante alta, pasó por mi lado, pero uno de sus hombros chocó casi con odio contra uno de los de Madeline, haciéndola retroceder, la rubia sonrió con Malicia y detrás de ellas siguieron un par de pelirrojas pecosas de ojos café, bastante bajitas.
- ¿Eso que fué? - Madeline rodó sus ojos.
- Ignoralas - bufó - es solo una prepotente.
- ¿Porqué lo dices? - le pregunté a lo bajo, pues ellas se habían sentado delante de nosotras, las tres se sirvieron un plato de cereal, esos de dieta que yo nunca consumía.
Ella suspiró con resignación y me miró directo con sus ojos azul hielo. - Es una, hmmm, ¿cómo se dice? Rival, si - ella tomó una jarra con yougurth y lo vertió en su vaso con cuidado, delicadeza que yo obviamente no poseía. - En realidad solíamos ser amigas, pero ambas competíamos demasiado por el primer lugar, siempre invertíamos papeles entre primer y segundo lugar, tú sabes.
- Y fué por eso - afirmé, pero ella negó con su caeza bebiendo del yougurth. Luego de digerirlo volvió a hablar.
- No en realidad ese era el detonante de una bomba que no sabía, había encendido - susurró y sus hélidos ojos se fijaron en la espalda recta de la rubia - Magareth, la rubia - obvió, señalándola - No le gusta que la llamen así, lo sé por nuestra rival amistad - suspiró y continuó - ambas nos queríamos mucho y éramos muy emotivas, bla, bla, bla, pero creo que no lo ví venir.
>> Una noche de viernes estabamos comiendo pizza. Ésta tía y yo comenzamos a hablar de que sería mejor un mundo sin hombres, en esta época su tercer novio la había dejado, siempre por su falta de tiempo hacia ellos - bebió de nuevo y continuó - el caso es que esa noche bebimos más de lo normal y empezamos a reírnos y bromear como un par de locas. En un momento nos pusimos muy emotivas la una con la otra. Recuerdo que hasta lloramos.
- No entiendo lo que me quieres decir - ella bajó su mirada, parecía avergonzada.
- Ella me besó - dijo muy bajo, las tres ya se habían ido de su lugar - no me lo esperé, y no supé en ese momento si había sido por el alcohol, o su despecho o... No sé. El caso es que al día siguiente nos hablamos de manera normal e igual de rivales sin comentar lo sucedido la noche anterior, pero al momento de salir de clase ella lo intentó de nuevo, no la dejé y me... Me explicó que ella y yo deberíamos estar juntas que ese era nuestro destino, bla, bla, bla.
- No lo puedo creer - ella era lesbiana.
- Si bueno, nuestra rival amistad terminó siendo un enfermiza rivalidad unilateral, por que yo solo quería aparterme de ella - se ruborizó y luego me miró - fué el rimer y único beso que me ha dado a una mujer. Fué demasiado extraño y juro que no quiero repetirlo.
ESTÁS LEYENDO
Zapatillas rotas.
RomanceCristina, una joven que, obligada por su madre al preocuparse por su extremada timidez, decide meterla en una academia de baile, pues ella siempre la escuchaba hablar sobre baile. Cristina trata de no mezclar su vida privada con su vida en el baile...