Capítulo 3

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Llegué a parar fuera de una heladería cerca de allí, y, por alguna razón me sentía más sola que nunca siendo siempre una "don nadie" te acostumbras, pero como dije, desde que llegué he cambiado de una manera que no logro comprender, de pronto simple y sencillamente me volví mas impulsiva. 

Se me dió por mirar afuera y vi a mi querido rival casi persiguiendo a una pobre chica. Me reí entre dientes, los hombre y sus formas de "cortejar". Terminé mi helado y salí, la maestra dará los resultados mañana en la tarde, quizá estaba un poco más ansiosa, tal vez solo era eso y ya. 

Me empezó a dar un terrible dolor de cabeza, que estresante. Demasiada emoción por un día, quizá más bien demasiadas hormonas. Dibuje una sonrisa en mis labios al recordar la humillante escena de esta mañana, sea como sea fue bastante divertido, y, así como si nada el dolor cesó. Tal vez debería joderle la vida a Jerry, solo un momento.

- ¡Jerry! - grité fingiendo indignación y la joven pasó de sonriente a espectante interesada - ¡Yo cría que eras diferente! - dije más alto, me moría de la risa por dentro, en serio no podía creer que estuviera haciendo esto.

- ¡¿Quién es ella?! - preguntó la linda rubia, de ojos negros y lindas facciones, no tan delgada para ser bailarina, pero aún así muy bonita - 

- ¿Cristina? - dijo Jerry con cara de confusión - ¿Que te pasa?

- ¡Jerry, ¿como me puedes engañar así?! -  estaba que lloraba, pero no de la rabia, si no de la risa, si no me contenía echaría todo a perder - ¡dijiste que me amabas! ¿acaso solo eran mentiras? - dios, iba a explotar, estaba fingiendo muy bien mis supuestos sollozos.

-Cristina, ¿pero que diablos te pasa? - Jerry tenía el rostro de color rojo, no sé si de ira o de vergüenza y la verdad no me importó y seguí - 

- ¿Con que la amas? - dijo la rubia mirándolo con ira - ¿Por que no mejor dejas de jugar con las mujeres y encuentras oficio? Idiota - dicho esto la rubia se giró sobre sus talones hechando humo por sus oídos - siempre me pasa lo mismo -

- Lili - gritó Jerry - no te vallas, ella es solo una loca - y girándose me miró con profunda rabia.

En contra de mi voluntad solté una carcajada y Jerry se dirigió hacia mí, por algún impulso salí a correr y mi sexto sentido funcionó, pues Jerry me siguió hasta llegar a la parte de atrás del instituto, me escondí en una pequeña entrada que quedaba debajo de unas oxidadas escaleras. Escuché música proveniente del interior del lugar en donde me encontraba.

Me interné más en aquel pequeño cuarto, unas luces amarillas iluminaban el otro lado de una pequeña rejilla. La curiosidad me mató y, sin permiso de nadie entre a lo que parecía una especie de discoteca. Ví un espectáculo de baile, hip-hop. Era algo sorprendente, bailarines dando saltos y moviéndose como si en sus cuerpos no hubieran huesos. Me acerqué un poco más y alguien me agarró por detrás e hizo que entrara a la pista en donde todos quedaron en silencio, por excepción de la música. 

Comencé a bailar ballet y todos e miraban con cierta curiosidad y luego mis pasos comenzaron a combinarse con la música como si todo fluyera en un solo ir y venir. Mejor y mucho más relajante que el ballet. Desperté de mi trance cuando uno de los espectadores colocó una de sus manos en mi cintura. Era el joven de ojos azules. Casi sin pensar me guié con sus manos y debo reconocer que mi pareja de esta mañana no le llega ni a los talones al joven que me sostenía, era casi volar. Me sentía liviana, me desepcioné al escuchar terminar la canción, una muy movida y agitada.

Casi burlándose de mí, el joven hizo una reverencia y los demás rieron. Yo sólo sonreí y cesando las risas comenzaron los aplausos. Me sentí llena por una momento, por una canción y un bailarín desconocido. 

- Entonces, ¿debo agradecerte o desaparecer? - dije un poco burlona dirigiéndome al joven, él no dijo nada, sólo sonrió - Cristina, una de las cabeza de cebolla -dije recordándo.

- La de ésta mañana -dijo recordándo también - Andrés - dijo tomándome de la mano y agitándola suavemente - no sabía que las bailarinas aburridas pudieran hacer eso.

- Yo tampoco - dije encogiéndome de hombros - nunca me enseñaron eso, más bien me dejé llevar, como un impulso.

Al minuto comenzó a sonar otra canción, Andrés hizo una reverencia y me tendió la mano, acto seguido me llevó de nuevo a la pista de baile.

- Me concede esta pieza - dijo burlón con una bella y enorme sonrisa, y yo encantada le puse mi mano sobre la suya  como aceptación.

Como por arte de magia cada paso coordinaba con la música, dos notas que juntas forman una bella canción.

Cuando terminamos me dí cuenta de lo cansada que me sentía. Le dí las gracias y salí de allí. Miré hacia todos los lados para ver si por allí seguía el furibundo Jerry, pero al parecer se había ido.

Caminé hacia la carretera para tomar un taxi, y sentí una mano en mi  brazo la cuál me haló hasta quedar a tres metros de mi lugar de origen, quedé frente a un muy enojado Jerry.

- ¡¿Por qué mierda haz hecho eso?! - gritó haciéndonos protagonistas de un show callejero.

- ¡Suéltame pervertido! - grité y su cara se puso de un roja de vergüenza - ¡No me toques! - logré que me soltara y salí corriendo más allá de las siguientes dos esquinas. Pude tomar mi taxi en paz y llegué a mi casa. 

M eduché y salté a mi cama, debía almorzar, pero no tení  hambre así que sólo me deje llevar por los brazos de morfeo. 

Zapatillas rotas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora