Capítulo 24

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- ¿Era eso? - me respondió como si no fuera nada importante - creí que habían asesinado a alguien o algo así - se burlaba de mi confesión.

- Para mí es importante - suspiré dejándome caer en el colchón blando - y para ella. Además...

- ¿Hay más? - bufé y le dí un almohadaso en su cara haciendolo callar - continua.

- Además, no te he dicho de quien es el pequeño engendro - mordí mi labio un poco ansiosa, me sentía bien, un peso menos, casi - y la verdad esto parece una de esas novelas mexicanas, en las que pasa de todo.

- Si - se sentó en el colchón tomando un pedazo de pizza - creo que es mejor que no te involucres tanto con ella - tomé un pedazo de pizza también. 

- Quizá tengas razón - dije mordiéndola.

- Shiemprre - dijo con la boca llena de comida. 

- Asco - dije haciendo una mueca.

- ¿De quién es? - dijo mirándome serio a los ojos.

- Es... - suspiré y proseguí - de Jerry  - sus ojos se abrieron un poco. 

- Esa chica no pierde el tiempo - golpeé su hombro - oh vamos es cierto, es decir, ¿cuanto llevaban de conocerse y terminó en su cama?

- ¡Yo..! - ¿cómo se supone que contradiga eso? - Lo sé, pero está arrepentida. Está tratando de mejorar.

- O solo busca a alguien al cual dar lástima - su mirada recorrió todo mi ser, como señalándome - y que le ayude sin tener que dar nada de sí.

Salió de la habitación, dejándome con aquel pensamiento en la cabeza, no la concía. Pero no creo que despues de todo ella terminara perdiendo más de lo que tiene, ¿o sí?

Estaba llegando a la casa de mi novio, le queria dar una linda sorpresa después de mi comportamiento -cerrarle la puerta en la cara- además nunca había ido allí, bueno solo una vez, pero no cuenta por no haber sido consciente.

Toqué la puerta un par de veces y Ximena me abrió, al verme su rostro se torno pálido. ¿Qué ocurría?

- Hola - traté de ver dentro de la casa - ¿está..?

- No, no está - dijo nerviosa, tenía la puerta entrecerrada, en serio, ¿qué ocurría? - adiós.

Intentó cerrar la puerta pero puse mi pie entre esta y no la dejé.

- ¿Qué mierda ocurre? - dije un tanto molesta por su actitúd. Algo escondía - Ximena ábreme.

Comencé a empujar la puerta y ella hizo igual. Logré empujarla y ella se sobresaltó un poco. Escuché gemidos dentro de la habitación vecina. Mi sentido de audición se agudizó mientras Ximena trataba de detenerme.

- No entres ahí - me solté de su agarre y abrí la puerta.

Unos ojos azules se posaron en mí seguidos de unos marrones debajo suyo. Maldito bastardo de mierda. Cerré la puerta girándome sobre mí. Sonreí con amargura a Ximena, ¿a caso era su cómplice? Todo era un juego, y como siempre perdí, soy una estúpida.

- Perdóname - dijo Ximena a penas salí de la casa - no lo sabía, cuando llegué los escuché y... lo siento.

- Sabes - no era su culpa - no importa, nada importa solo... Sólo déjenme en paz. ¡Ambos!

Salí a correr y sentía como una fuerte presión en el pecho se agrandaba haciendome bajar el ritmo de mis pisadas. ¿Porqué siempre me pasaba esto? Siempre era a la que traicionaban. Lo peor de todo era que me estaba aconstumbrando a esto.

Zapatillas rotas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora