El maldito reloj no dejaba de sonar. Miré la hora; siete en punto de la mañana... ¡Boda en doce horas! Salté de la cama y ví a Sofia gritándole a alguien por teléfono. Indicio de estrés.
- ¡Mira pedazo de idiota, si el pastel no está a la hora indicada despídete de tus pelotas! - colgó violentamente, toqué la puerta abierta de su cuarto - ¡¿Qué?! - apenas me vió suvizó su expresión - Oh, hola - sonrió.
- Deberías relajarte, tanto estrés le puede hacer daño al bebé - ella mesajeó su abdomen ya un poco hinchado - el estilista llegará en una hora, así que alístate, yo saldré a...
- A ningún lado - me señaló, y me quedé estática - te quedas aquí por que tú serás la primera en ser maquillada, las novias siempre son las últimas, ¿entendido? - como odio a la Sofia mandona. Ante su ceño fruncido solo asentí - bien. Ahora ve a bañarte, rápido - asentí de nuevo y salí.
Entré al baño y miré mi rostro; un tanto pálido y, gracis al cielo, sin ojeras. Me bañé y salí para ponerme una ropa para estar entre casa mientras estaba listo todo. El estilista llegó, un gay muy divertido y extraño. Me peinó con tiempo, no me dejó verme hasta terminar su "obra de arte".
Al verme quedé impresionada, jamás me había visto así, el peinado consistía en varios risos al fianal de mi cabello, todo recogido adelante y con unas rosas blancas y rosadas pequeñas en un peine pequeño. También me había maquillado, pero muy suave, nada elaborado. Base, brillo, rubor y rimel.
Los chicos se habían ido a reclamar los trajes y, como típica supersticiosa, les dijo que Dylan no podía acercársele hasta la boda.
- .... ¿A caso no te lo dejé claro ayer? - no otra vez - dije salmón... ¡Pues , no me importa si lo tienes que robar! - la ví gritando con el celular entre su hombro y su oreja, con una agenda pequeña en la otra, moviéndo la cabeza de un lado para otro mientras el pobre Lucius, el estilista, trataba en vano de mantenerla fija - Al fín... Sí... La entre mesa la tiene Dayan... Salmón, sí... - salí de allí mientras esperaba que mi peinado se acomodara.
Mi celular comenzó a sonar, lo tomé, era Sergio, y aparte tenías otras tres llamadas perdidas de Dylan. Esto no era nada bueno.
- ¿Sí?
- Cris, rápido, ¿cómo éra el color de mi traje, azul oscuro o negro grisáseo? - sonreí y suspiré.
- El tuyo éra el negro grisáseo, el de Dylan éra el azul oscuro - suspiró y oía como se lo decía a Dylan.
- Bien, las corbatas...
- La tuya éra la de color perla con rayas marrones oscuras y claras - y dudé un momento - no, espera, ésa es... Si es la tuya, y la de Dyaln es la morada con pigmentos lilas - sonreí divertida, mientras Sergio le decía exactamente lo mismo - ¿qué hacían mientras Sofia les explicaba cuando salimos a comprara?
- Miramos lo relojes, eso éra muy importante - reí a lo bajo, esto me hacía mucha gracia. Sergio y yo al fín habíamos empezado a quitar esa incomodidad entre nosotros, aunque ya nada sería como antes. Empezando por la confianza - y hablando de relojes...
- Factura uno en el segundo piso y factura dos en el útimo local del primer piso.
- Gracias - dicho esto colgué y ví a Sofia gritando en su silla con la mitad del peinado casi listo. Suspiré hondo y me senté. El timbre sonó y miré la hora; ocho y media. ¿Quién será a esta hora?
- ¡Cris, abre por fa! - gritó Sofia desde la silla - deben ser los recuerdos.
Abrí la puerta y un hombre me tendió un recibo y firmé, luego me dió una y otra, y otra, y otra caja enormes. Luego el hombre se despidió y se fué mientras yo acomodaba las cosas en sima de la mesa.
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Zapatillas rotas.
RomansaCristina, una joven que, obligada por su madre al preocuparse por su extremada timidez, decide meterla en una academia de baile, pues ella siempre la escuchaba hablar sobre baile. Cristina trata de no mezclar su vida privada con su vida en el baile...