Parejas por puesto. Hora de entrada: 06:30 p.m.
1. España.
2. Argentina.
3. Puerto Rico.
4. Colombia.
5. Francia.
Así de simple. Así de rápido. El lugar sería dado como sorpresa por T.V, para nosotros, claro. Esperaba que fuera en un gran coliseo o algo así, digo, no es que conozaca mucho el país. Me emocionaba saber que había clasificado en uno de los mejores concursos de ballet. Madeline, como simepre, practicaba sin cesar y sin descanso, como una verdadera bailarina dispuesta a ganar.
Salí del edificio después de algunas semanas, estaba sofocada. La desesperación era palpable entre nosotras. Caminé durantes un largo rato, hacía frío. No sé cuanto caminé, pero llegué a una plaza pequeña, habían tiendas chicas y entre esas una dulcería. Recordé a Angie y a Joshua. Me sentía patéticamente melancólica. Me senté en una de las sillas y saque mi nuevo teléfono (bueno, el chip) revisé algunos mensaje del que era ahora un buen amigo, Stephan.
- ¿Esperas a alguien, guapa? - era una voz familiar detrás de mí, pero con ese acento era imposible que fuese quien yo creía.
- No - dije cortanten sin voltearme.
- Deberías ver a los ojos de quién te habla - rode mis ojos y volteé.
Mal-di-ción.
NO. NO. NO. NO.
- Hola - dijo con su sonrisa ladeada, pero sin ese falso acento español. No respondí. Estaba algo anonadada - ¿No vas a saludarme?
Me levanté con lentitúd, pero empecé a caminar con rapidéz. Él me siguió.
- ¡Espera! - gritó, pero no me giré. La nostalgia volvió, al igual que la melancolía. Mi mirada comenzaba a nublarse, sin embargo no lloré, sería inaceptable, sobre todo frente a él - ¡detente!
Escuché como sus pasos comenzaron a correr. Hie igual, pero yo no era tan rápida. Me alcanzó y se posocionó frente a mí, no me dejó continuar.
- Déjame - dije en susurro sin mirar su azulada mirada.
- Debemos hablar - intenté rodearlo una y otra vez, pero el me detuvo - para ya, por favor.
- De-ja-me - deije cada sílaba lentamente, pero con fuerza, aunque sin gritar.
- Lo siento, ¿vale? - se le escuchaba exasperado - pero te extraño - sonrió, mi cuerpo comenzó a calentarse de la rabia - pero, es imposible para mí olvidar tus labios - intentó posar uno de sus dedos en mi labios, y lo abofeteé con toda la fuerza posible.
- ¡¿Que coño te pasa, estas mal de la cabeza?! - gritó masajeando su mejilla. Otra bofetada.
- ¿Estás de coña? - dijo tomando con fueraza mi brazo. Le dí una tercera bofetada, con la otra mano.
- Vale, se acabó - tomó ambos brazos, y a la fuerza me besó. Sentí asco al tocar su boca y labios de esa manera. Odiaba las cosas a la fuerza. Ahora lo odiaba a él - ¿niegas que te ha gustado, santita?
Escupí en sus zapatos y me soltó.
- Eres y siempre serás un maldito cerdo - dije con cierto toque venenoso en mis palabras. él no inmutó, solo sonrió.
- Y tú una zorra disfrazada de santa - al igual que él sonreí, peo con sarcasmo. Mi teléfono comenzó a sonar - anda contesta, me imagino que es quien te ha desvirgado ya, ¿me equivoco? - con que así estaba el juego, eh. Era Stephan. Contesté.
- Hola... ¿cómo estás?... Me encantaría - dije melosa, después le explicaría todo - por supuesto... donde quieras... Nos hablamos - miré su rostro tenso - no te equivocas - sonreí creyendo lo que yo misma decía - es... mmmm... delicioso ¿etiendes lo que digo?
- Tú y yo nunca terminamos cielito - dijo cínico.
- Terminamos ahora mismo, entonces - dije fría - igual no se termina lo que no esxiste - Mostré mis orejas y entendió que forcé los estúpidos aretes.
- No te preocupes, eran baratija - dijo serio.
- Por supuesto, al igual que tú - pasé por su lado y choqué nuestros hombros con rencor. Me alejé y esta vez no me siguió.
Respiré hondo, mientras Madeline me escrutaba con sus ojos ante mi tercera caída. Si seguía así terminaría rompiendome un tendón.
- Me rindo - dije entre jadeos mientras un pegajoso sudor recorría mi cuerpo entrero.
- Primera posición - dijo ella, de nuevo.
- Pero no pu...
- ¡Dije! Primera posición - me grita. Me siento como si volviera al jardín de niños y la profesora con la enorme berruga me regañaba por haberme salido de la línea al colorear- deja de berrear.
Me posiciono, con las ampollas palitando en mis pies, mi tobillo se quejaba por el mal movimiento y mi respiración se entrecortaban irregularmente. El pecho me ardía.
- Ahora, pirouette - su voz sonaba como la de mi maestra, como extrañaba mi país - ahora, plié y pirouette, arabesque y pirouette. Segunda posición y... Mete el estómago y manten rectos los brazos, Christina.
Ajusté el ángulo de mis brazos, escondí mi abdomen y seguí en segunda posición. Tenía la boca completamente seca.
- Y ahora muestrame un hermoso grand jeté - intenté subir mi pierna lo más alto que pude y al mismo tiempo saltar basante alto, pero entonces sentí un crack y caí sentada.
- ¿Qué es lo hapasado ahí? - dijo mientras apagaba la estereo - Christina levántate - lo intenté, pero mi pierna dolía demasiado - Christina...
- No puedo - susurré, lo intenté de nuevo, sien embargo el resultado fue el mismo - ¡Mierda, no puedo!
Sentí como mi corazón empezaba a latir con demasiada rapidéz. Comencé a temblar de sobremanera, estaba asustada, me dolía mucho, demasiado la pierna tanto como para no poder moverla ni un solo milímetro. Un repentino mareo me subió desde la boca del estómago hasta la coronilla.
- Madeline, no puedo, me duele mucho - vi cómo se desesperaba.
- Dame tu mano - pero cuando se la tendí todó tembló. Quice alcanzarla, pero entonces todo se comenzó a nublar
No te desmayes me dije.
Mantente fuerte segí animándome.
Oscuro, un alarido y luego un golpe seco.
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Zapatillas rotas.
RomantizmCristina, una joven que, obligada por su madre al preocuparse por su extremada timidez, decide meterla en una academia de baile, pues ella siempre la escuchaba hablar sobre baile. Cristina trata de no mezclar su vida privada con su vida en el baile...