Mis ojos se abrieron por un segundo, intenté abrirlos con mayor fuerza, aún sabiendo que los cerraría pronto. Intenté centrar mi mirada en un pequeño y borroso punto rojo, quizá así me mantendría consciente un momento, pero por más que quisiera no lograría controlar mis músculos, así que me rendí y volví a cerrar mi ojos levemente.
Abrí mis ojos por segunda vez, esta vez tenía mas control sobre mí misma y podía sentir el movimiento voluntario de mis manos, uno que otro dedo entumecido, pero era un avance. Estaba en una pequeña habitación, mi pierna encalambrada se sentía mejor, no había casi rastro de mi ataque de pánico, quiza era una habitación de hospital. Olía a alcohol y formol, así que sí.
- Hola - dijo una enfermera con demasiado pintalabios de color rojo, se le regaba un poco mas allá de la comisura de sus arrugados labios - ¿te encuentras mejor? - asentí - ¿Hace cuanto tienes estos ataques? - pensé que preguntaría por mi pierna.
- No... Ehm nunca - susuré, mi garganta ardía, como si hubiera vaciado toda una botella de aguardiente en ella.
La enfermera frunció su ceño, como si mintiera. Revisó los paleles que tenía amontonados en su carpeta de color beige.
- Bueno - dijo seria, sin formar esa sonrisa falsa que me mostró en un principio - bueno, tu pierna está mejor, aunque nos preocupa tu tobillo, está bastante lastimado - ella sigió chequenado la carpeta - ¿sabes que debes calentar antes de realiza cualquier ejercicio, verdad? - asentí. Me sentía estúpida, es decir, lo he sabido toda mi vida, ¿por quién me toma?
- Si, ehm... Soy...
- Bailarina, sí, muy lindo - ella me estaba empezando a hartar - tu amiguita estás afuera, la dejaré pasar... Oh, hay un chico también - me guiño un ojo - vendré después.
Madeline y Stephan entraron uno detrás del otro. Madeline estaba algo sonrosada, Stephen en cambio se veía serio, incluso algo preocupado. Oh santa mierda, el concurso sería en menos de dos semanas y yo estaba aquí holgazaneando.
- Hola, lo lamento mucho, no debí haberte exigido tanto - dijo Madeline tomando una de mis manos entre las suyas - practicaremos con más cuiado, ¿vale? - asentí, los calmantes aún me tenían medio sedada.
- No te preocupes - su mano estaba caliente, ¿o seria yo quien estaba fría? - estaré bien, suelo recuperarme rápido - la calme y ella sonrió apenada.
- Hola, ¿qué fué lo que sucedió? - ¿acaso Madeline no se lo había contado?
- Solo me sobrepasé en un paso - dije ronca, sentí mis cuerdas vocales quejarse - no te preocupes, bailaré.
El sonrió.
- No es por eso - sonaba más calmado, lo cual me alegraba - es sólo que nos asustamos, ella y yo.
Se había referido a Madeline como ella, ¿no se conocían todavía?
- Stephan ella es Madeline, mi compañera de cuarto - carraspeé tratando de acomodar mi voz - Madeline, Stephan es mi compañero de baile.
Ambos estrecharon sus manos. Madeline se sonrojó violentamente. Algo me decía que a ella le gustaba, pero ¿a Stephan ella no? Le sonreí y ella solo desvió su mirada.
Me habían dado de alta esa tarde y salí cojenado un poco, la vedad no había sido tan grave, solo fue un desgarre. Ellos me llevaron al edificio, una vez allí solo me quedé mirando el aburrido techo. No tenía nada mejor que hacer y se me tenía prohibido hacer cualquier movimiento brusco con las pienas, solo unos pocos fisiterápicos. Así que sí, solo tiraba y recogía mi cabello, tenía pensado cortarlo de nuevo, aunque entonces no me se sería fácil recogerlo en cebolla.
Heme aquí practicando el existencialismo capilar. Alguien tocó la puerta, supuse que seria Madeline o Stephen, incluso en el peor de los casos Andrés y artuiculé un bajo: "siga", pero mi sorpresa fué, no que no fuera Madeline, no que no fuera Stephen, ni siquiera que no fuese Andrés.
- Hola - dijo con su debil voz. Mis ojos se aguaron. Dios existe, y es grande.
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Zapatillas rotas.
RomanceCristina, una joven que, obligada por su madre al preocuparse por su extremada timidez, decide meterla en una academia de baile, pues ella siempre la escuchaba hablar sobre baile. Cristina trata de no mezclar su vida privada con su vida en el baile...