Pude ver desde la ventana el nublado cielo de Medellín, volvería a mi ciudad natal; Bogotá, por un capricho de mi mamá. Me sentía cómoda con mi faceta de "don nadie" en mi vida, pero ella no parecía entender eso, ¿Qué tan difícil era entenderlo? Aunque sabía que ella solo pretendía ayudarme, no tenía derecho de darle un vuelco a mi vida así como así.
Bajé del avión y caminé un largo rato para darme cuenta de que habían perdido mis maletas en el viaje. Demonios, este no era mí día. Esperé casi dos horas hasta que por fín una amable mujer decidió ayudarme, gracias al cielo pudieron encontrarlas. Mire mi pequeño reloj de bolsillo, doce de la tarde, dios, ¡Sofía se pondrá histérica!
Sofía era mi mejor amiga hasta que me fuí de Bogotá hace dos años, gracias al cielo nunca perdimos contacto, ella era muy sobre protectora a veces.
Recogí mis cosas y me subía un pequeño taxi, recordé lo enorme que era esta ciudad, bueno, para lo poco que conocía. Y ahí estaba, una castaña mediana con un enorme ceño fruncido sobre sus grandes y marrones ojos furiosos me esperaba fuera del conjunto de apartamentos.
- ¡Sofía! - dije y en seguida cambió su expresión por una enorme y blanca sonrisa - dios, hace años que no te veo. - la abracé y ella hizo lo mismo.
- Cristy... - dijo al verme completa y detalladamente - ¡wau! que cambio tan deslumbrante.- se alejó un poco y comenzó a señalarme completa con sus palmas cerradas.
- ¿Esto? - dije poniendo una mueca de indiferencia - solo es un pequeño cambio - cuando vivía en bogotá hace dos años, llevaba mi cabello casi por la cintura y siempre usaba ropa gris y fea, al llegar a medellín... digamos que me dí un pequeño cambio de imagen, pero a última hora, en serio quería impresionarla - Oh por cierto, traje unos regalos para ti y para Dylan, solo espero que no se hayan roto.
- O vamos cuéntame -dijo ella entrando después de mí con dos bolsas enorme - amabas demasiado tu larguísimo cabello como para dejarlo mas corto que tus codos y... bueno lo de la ropa si no me quejo, te ves demasiado bien.
- ¿ Y Dylan? -pregunté derrumbándome encima del gran y afelpado sofá - le traje algo que en serio le gustará.
Dylan es mi hermano mayor, tipo moreno, ojos marrones claros y linda sonrisa, un buen tipo. Y si se lo preguntan, está comprometido con mi mejor amiga. Situación chistosa, ahora ella es como mi hermana. Se casarían dentro de dos meses y, ¿a que no adivinan quien seria la madrina? Exactamente, yo.
- Bueno Cristy, cuéntame más de ese tal José - le había comentado a Sofía de José, un antiguo "amorío" estúpido, creo que fue mi tiempo récord de la relación mas corta de mi vida, fueron solo seis días y el maldito le estaba echando ojo a una de las bailarinas de mi clase, y como cualquier chica con orgullo lo mandé a la mierda. Nunca me preuntó por qué, pero estaba segura de que sabía.
- ¿Quién? - pregunté con antipatía, en verdad no me interesaba.
- Ouch, ¿tan mal estuvo? -dijo Sofia poniendo una rara mueca de dolor - y ¿por que se gano tu desprecio, si se puede saber?
- No lo sé - dije perezosa, fingiendo un bostezo en mi boca, por lo aburrido que se tornaba la conversación - pregúntaselo al culo de mi compañera de baile.
- En serio que no tienes remedio - dijo Sofia caminando hacia la cocina y requisaba el refrigerador.
- ¡Hola! - gritó un muy carismático y risueño Dylan al entrar por la puerta y casi de inmediato salté en sus brazos - pero vean quien me extrañó.
- Shh - dije tapándole la boca con mi mano - no dañes el momento. - me solté de su agarré y dejé que mi amiga lo abrazara igual o más fuerte, seguido por un profundo beso. - puag, consíganse un cuarto... ah cierto que ya lo tienen.
Sofia y yo pasamos toda la tarde juntas, halando de cómo seria su boda, qué usaríamos, entre otras tontas cosas, mi madre llamó para confirmar mi segura llegada. La había extrañado demasiado, después de todo ella éra mi mejor amiga de toda la vida.
Le conté mi muy aburrida vida en Medellín, la verdad no era novedad, ella sabía como éra yo, de echo mi cambio lo decidí tres días antes de viajar, sólo para dar una buena impresión. Nunca me imaginé en un verdadero instituto de baile, uno serio en verdad. ¿Quién lodiría? de "don nadie" a bailarina, en serio era gracioso.
El baile se acoló en mi vida como un intruso, nunca llegué a pensar a dedicarme en serio en eso, ni siquiera sabía si de verdad me gustaba o era solo un tonto pasatiempo.
Recuerdo la vez que me fracturé el tobillo y temí no volver a bailar, la doctora fué muy amable con migo todas esas semanas, al final si pude volver a bailar, pero con un poco más de cuidado. Tenía tan solo once años, mi hermano estuvo pendiente de mí todo ése tiempo, y se lo agradecí en serio.
Conocí unos tres años depués a Sofia, recuerdo que estaba sentada en un columpio y ella se abalanzó sobre mí, pensando que era su amiga, desde entonces bromeábamos entre nosotras y así nos fuimos volviendo cada vez más amigas. Y entonces llegó papá con una noticia fantástica de un nuevo empleo en una muy bella ciudad.
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Zapatillas rotas.
RomanceCristina, una joven que, obligada por su madre al preocuparse por su extremada timidez, decide meterla en una academia de baile, pues ella siempre la escuchaba hablar sobre baile. Cristina trata de no mezclar su vida privada con su vida en el baile...