Capítulo 40

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Después de unas largas y agotadoras horas de viaje, con el trasero y  los ojos entumecidos, había llegado esa tarde a la entrada de la puerta de mi casa, ordenar todo ese papeleo de permisos y el pasaporte era agotador. Cuando timbré, mi madre apareció detrás de la puerta con su sonrisa colgate esperándome. Algo andaba mal, no solo por que se parecía al gato sonriente de Alice in Wonderland, sino porque todo estaba muy callado.

- Hola, má. - Ella asintió dentro de la casa y al entrar entendí todo. La pañalera en la mesilla, no estaba el auto en la entrada, aunque eso lo noté después. Se había adelantado en mocoso. Y por lo que supuse mi madre llevaría sus cosas.

- Nos esperan hija - solté un graznido de protesta. - No hay tiempo de cambiarte, debes ir... así - arrugó un poco su nariz e intenté no sentirme ofendida.

- De acuerdo.

Cuando llegamos al hospital nos tuvimos que sentar a esperar horas y horas, casi se parecía al viaje en avión; todo blanco, limpio, sentada por horas y horas mientras miraba por la ventana. Mi mamá me había reñido un par de veces por mi impaciencia. Entonces una enfermerilla de hospital nos localizó con su radar

- ¿Familia García? - nos levantamos al tiempo mientras la mujer revisaba la hoja con cautela. - Tienen que esperar un minuto hasta que padre recupere la consciencia, luego una podrá entrar.

- ¿Dylan se desmayó? - chillé un poco sorprendida.

- No se preocupen, suele suceder. Lo que no suele suceder es que la esposa se ría - mi madre negó con el ceño fruncido, mientras yo intentaba no sonreír. Típico de ellos.

Cuando hubo pasado dos minutos salió Dylan algo pálido, pero sonriente. Estaba al frío cuando nos abrazó. Mamá entró primero y se demoró un buen rato, cuando salió, abrazó aún más fuerte a mi hermano. Luego seguí yo.

Ver a Sofía con cara de enferma me dió una horrible sensación estomacal. Nos sonreímos cuando nuestro ojos se conectaron. Cuanto cariño le tenía.

- Hola - dijo bajo - Luces fantástica.

- Desearía poder decir lo mismo - ella sonrió. Alzó un poco a la criaturita en sus brazos y algo dentro de mí se enterneció un poco.

- Es... muy... Arrugadito - ella se rió sin ganas, estaba tan cansada, pobre.

- Su nombre es Lucas Dylan García Venegas - mis ojos se aguaron y avancaé para verlo de cerca. 

- ¿Lucas? - dije con una lágrima resbalando por mi mejilla - Como papá - ella lo tendió un poco hacía mí y lo cargué. Era muy pequeño, frágil. Todavía no abría sus ojos, su piel era supremamente suave y algo rosadita. Emitió un pequeño sonido y movió sus manitas - Hola, Luke, me llamo Cristina y de ahora en adelante seré tu tía, pero no prometo cambiar ningún pañal.

- No te preocupes - dijo Sofía - Dylan se encargará de eso - sonreí y se lo devolví -. A tu hermano le dió un cíncope cuando lo vió cubieeto de sagre.

- Oh sí, y tu reíste - ella asintió.

- Era inevitable, lo sabes.

Dylan decidió esperar esa noche en el hospital con su familia ahí. Cuando llegamos a casa no pude pensar entro cosa que el pequeño. Mi madre no dijo nada sobre el tema, luego la encontré tomando un taza de café.

- Mamá - la llamé, parecía absorta.

- Dime, linda.

- ¿Qué fué lo que pensaste cuando nací? - ella meditó un momento luego dijo:

- Pensé algo como: Oh cielos, tanto esfuerzo y todo lo que salió fue un pequeño frijol. 

- Mamá - espeté, ella se rió de mi expresión.

- Es cierto. - se acercó a mí - Pero tu padre no dejaba de verte, te murmurabas cosas, sentía esa chispa en sus ojos al mirarte. Él era feliz y yo igual. Me dijo que eras un tesoro maravilloso.- luego sonrió recordando algo - Recuerdo que cuando llegamos a casa la semana siguiente, Dylan corrió hasta la entrada y al vernos dijo: ¿Me compraron un bebé? - esta vez reí yo, fuerte - luego le explicamos que eras su hermana. 

- ¿Y qué dijo? - pregunté curiosa.

- Pues quiso alzarte y dijo que eras muy pequeña, pero que apretabas fuerte.

- Los quiero tanto - suspiré. Mamá me abrazó fuerte y susuró un : "Yotambién".

Algunos días después:

- Yo quiero alzar a Lucas - dijo mamá por enécima vez - no he podido tenerlo desde que nació.

- Mamá, déjalo - tomé su  brazo y arrugó la nariz, manía que tenía - Recuerda que Sofía está embelesada. Tu eras igual o peor.

- No lo sabes - dijo altiva.

- En ninguna de nuestras fotos del álbum aparecemos solos con papá - ella giró su cabeza.

- Espero poder cargarlo un rato antes de irme - dicho esto, se levantó del sofá en el que estábamos y se dirigió a la cocina. Se había enfadado.

Dylan apareció por la entrada de la sala con el pequeño Luke en sus brazos, parecía idiota. Ni de novio con Sofía era tan bobo, pero era tierno. 

- Cris, ven aquí - susurró. 

Me levanté con pereza y llegué a su lado. Mi hermano bajó a la bolita de sábanas con cara. Lo que me gustaba de Luke era que se mantenía callado, pero sus ojos lo registraban todo. Eran unos lindos ojos color avellana, parecidos a lo de papá.  

- Dime - él me dejó el pequeño retoñito y lo tomé con delicadeza, casi con miedo a dejarlo caer.

- Mira esto - Dylan comenzó a cariciarle los pies, luego ví como se esbozaba una pequeña sonrisa en la cara del infante. Fué inevitable y solté un:

- Awww - mi hermano sonrió al verme. Tenía sus ojitos avellana fijos en mí, me miraba con expectación, así que no me resistí y besé su mejilla - es una lástima que deba irme

Zapatillas rotas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora