la pared se veía más blanca de lo que había imaginado, esta pintura era muy buena. Retrocedí un poco para verla de lejos. El azul zafiro que antes la marchaba se había esfumado en sólo dos capas de pintura, y la pared tampoco era tan grande que digamos.
Como lo había prometido, Madie no movió ni un solo dedo para ayudarme, aunque la verdad tampoco es que me haya hecho mucha falta su ayuda. En cuanto a la ventanita, esa si tuve que fregarla.
Ahora me metería en el baño para bañarme (Duh) y cambiarme para salir con Stephan. No llevaba ni un mes con él y... no se por qué pero me estaba dando cuenta de que tal vez ligarme con él no fue una buena idea.
Quizá los cambios simplemente no son lo mío. Es en serio cuando digo que el chico es muy dulce (en serio, mucho) y a veces me siento empalagada, además de la gran diferencia de edad entre nosotros. Quizá deberá buscar a alguien mejor para él. Si en una semana la cosa no cambia, pues sólo no funcionó y ya.
Y para colmo de males, tanto la navidad como el dichoso concurso se acercaban cada uno por su lado. Demonios, en serio necesito dinero.
Salí del baño con un delicioso olor a frutas, lista para vestirme. Nada del otro mundo, unas balerinas negras unos jeans oscuros y algo apretados. Una camisa sin tirantes gris en degradado y sólo dejé mi cabello secar un rato. ¿Maquillaje? Quizá algo de pestañina y rubor.
Perfectamente lista. Stephan no demoraría en llegar. Mientras tanto oculte el bote de pintura, la brocha y el periódico. Justo cuando había terminado sonaron los débiles golpes en la puerta. Me ergui, respire profundo y mostré mi mejor sonrisa de tengo-entumecida-mi-jodida-cara y abri la puerta. Al verlo mi mandíbula dio mérito de desencajarse.
- Ho-hola - tartamudeé al ver al chico frente a mi con una sonrisa tipo galán. Me pregunto de qué rincón de su ser habrá sacado esa confianza, ¿dónde estaba el niño tímido ahora?
- Lo siento - pronunció con su voz un poco ronca - buscaba a mi novia, no a una sexy modelo - juro que mis colores se habían teñido de un rosa intenso ante sus palabras.
- Ho-hola - ¿Qué no había dicho eso ya? Vaya tonta me estoy volviendo - Yo... tu estás... - tome aire delicadamente y lo solté, luego volví a empezar - te ves muy bien. Me gusta - tenía que cerrar ya mi boca.
- Tu igual Cris - articuló con su voz baja, me. Me.deje llevar por su agarre en mi cintura y hundió su cara en mi cuello, subió lentamente y me besó en los labios con tanta calentura que me sentía erupcionar. No estaba en mi terreno de "Stephan seguro de sí ". ¿Qué había estado haciendo estas últimas horas, que lo habían cambiado así? Sus besos no parecían suyos. Él no parecía él y punto.
Después de babear como una tonta adolescente por varias horas con Stephan, decidimos parar de caminar por la hermosura de Madrid y terminar en un bar, aunque no estaba segura de si lo dejarían entrar.
Al final terminó pareciendo no tan menor y entró con migo. Por alguna razón sentí erizado mi piel. ¿Qué será? Analice el establecimiento centímetro a centímetro y lo ví. El único estúpido que se arriesga pintar un jodida pared de color blanco, con unas perfectas letras azul zafiro. Él agitó su mano con lentitúd saludandome, a su alrededor habían cuatro chicos.
- Ahí está a quien quería presentarte - dijo mi acompañante algo eufórico.
Con temor -obviamente solo el mío- empezamos a desplazarnos hasta la última mesa donde la manada de chicos se encontraba bebiendo. Ahora todo estaba claro, no me saludaba a mí sino a Stephan. Llegamos hasta la mesa y nos sentamos entre un rubio de tez sumamente blanca y un chico moreno de ojo cafés.
- Cris, éste es Gary - ¿Quién? Me gire hacia el chico moreno, quien me saludó con una amplia sonrisa reluciendo unos hermosos dientes.
- Mucho gusto, Cris - dijo Gary tomando mi mano y depositando un beso allí. No me inmute en lo absoluto, pues lo ojos azules analizadores que estaban frente a mí me estaba incomodando.
- Igualmente - dije bajo y fría, literalmente.
- Gary es uno de los familiares que te dije que tenía, es un tío, hermano de mi madre - pronunció cada una de sus palabras desbordando emoción - nos invitó para conocer a algunos de sus colegas más importantes - empezó a señalar a cada integrante como si los conocerá de memoria - y por último está Andrés, el cual es patriota nuestro, viene precisamente de Bogotá, como nosotros. Ten cuidado, es bastante enigmático cuando se lo propone.
Andrés asintió con una sonrisa pícara la cual entendí a la perfección.
Vaya enigma que era ahora para mí.
- Un placer, señorita - me miró fijamente por unos segundos.
- Igualmente - contesté apática. Si quería jugar, ahora era un juego de dos.
¿Porqué siempre me lo encontraba en todos los malditos lugares del mundo? ¿Es por ellos por lo que Stephan ha decidido comportarse tan... Chico-rudo-galán? Pues si así era lo estaba logrando a la perfección.
Quizá esto era sólo una mera coincidencia o quizás el mundo se volvió contra mis definitivas ganas de olvidar los últimos meses. Debo admitir que con Andrés aquí las cosas se pondrán bastante interesante en cuanto a mi. Esta vez juro seriamente ganar ese juego a toda costa.
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Zapatillas rotas.
RomanceCristina, una joven que, obligada por su madre al preocuparse por su extremada timidez, decide meterla en una academia de baile, pues ella siempre la escuchaba hablar sobre baile. Cristina trata de no mezclar su vida privada con su vida en el baile...