Capítulo 19.1

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Habían pasado ya varias semanas dese la fiesta; Andrés desapareció sin dejar rastro, pero yo tampoco me esforcé en buscarlo. No me acerqué a la cueva desde ese día. Recuerdo que un día en la academía una bailarina de primer año se me acercó y me entregó un paquete en el cuál había unos lindos aretes en forma de corazón, pero de estilo candado, me los puse y busqué las llavecitas para quitarmelos, hurgué más dentro del paquetito pero sólo encontré una corta nota: 

*Eres mía, ahora tengo las llaves de tu corazón; te las daré sólo cuando el mío deje de pensar en tí. Recuerdame siempre que los veas... A.*

Salí del baño al terminar las clases, y me encontré con la señorita Casa, la cual tenía un leve ceño fruncido, no dejaba de gritarle a su celular. Como por reflejo me escondí y escuché lo que decía. Si, no debería ser una chismosa, pero que mas dá, nadie losabrá. 

- Ximena, si no te sientes bien, puedes seguir faltando, pero ya llevas muchas semanas... de acuerdo no te preocupes, adiós - colgó y volteó, me estreché contra el armario en donde estaba y siguió caminando. Solté un suspiro y salí.

Pedí un taxi, en el camino pude ver algunos departamentos, como me gustaría vivir sola, es decir, mi privacidad, ser independiente. Pero para ello necesito un trabajo, uno bastante acrode a mí. Como por arte de magia apareció un carte que decía: "Se necesita ayudante" en una tiendita de dulces, no me encantaban, pero sería bueno empezar por allí. 

Le dije al hombre que se detuviera, pagué y entré a la tiendita. Una muchacha de estatura mediana, algo robusta y de ojos cafés me sonrió.

- Buenos días, ¿puedo ayurdarle en algo? - me acerqué hasta ella.

- Buenas, es que ví el cartel para un nuevo empleado - ella sonrió ampliamente y salió de destrás del mostrador.

- Un momento - abrió una puertica, entró y volvió a salir después de un minuto - ¡Josh! - gritó y un muchachito salió de e misma puerta.

- Buenos días señorita, mi nombre es Joshua - y miró de reojo a la morena - soy el dueño de esta pequeña dulcería - el pequeño hablaba como si tuviera veinte o más años - dígame, ¿tiene experiencia laboral?

Dudé unos momentos y luego respondí.

- ¿Cuenta vender galletas para el colegio? - el pequeño Joshua frunció un poco su adorable ceño.

- Bueno, creo que...

- Ay Josh - la morena lo interrumpió y me largó su mano - soy Angie, hermana de este chiquitín - despeinó un poco a Joshua - no creo que necesites mucha experiencia para este trabajo, pero él - señaló al niño - cree que debemos revisar el nivel de experiencia - sonreí y ella rió por lo bajo, el pequeño la miraba de manera aburrida.

 - Bueno, en serio me gustaría comenzar a trabajar lo más pronto posible - quería de verdad senirme más independiente, es decir, el dinero de mamá era bueno, pero no sificiente para las exigencias de esta chica - ¿cuántos años tienes Joshua? - la pregunta me rondaba en la cabeza desde que lo ví entrar.

- La edad es lo que menos importa, Señorita...

- Cristina.

- Señorita Cristina. Es mejor saber el rango intelectual de alguien y no preguntar la edad, ¿no cree?

- Tiene diez - dijo Angie - pero se soltó dos cursos por su inteligencia.

Ese pequeño era tan adorable, sus mejillas sonrosadas, sus ojitos cafés dorados, su cabello castaño y ondulado lo hacían ver como todo un angelito. Casi me entraban ganas de pelliscar esos lidos cachetes.

Zapatillas rotas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora