Habían pasado ya varias semanas dese la fiesta; Andrés desapareció sin dejar rastro, pero yo tampoco me esforcé en buscarlo. No me acerqué a la cueva desde ese día. Recuerdo que un día en la academía una bailarina de primer año se me acercó y me entregó un paquete en el cuál había unos lindos aretes en forma de corazón, pero de estilo candado, me los puse y busqué las llavecitas para quitarmelos, hurgué más dentro del paquetito pero sólo encontré una corta nota:
*Eres mía, ahora tengo las llaves de tu corazón; te las daré sólo cuando el mío deje de pensar en tí. Recuerdame siempre que los veas... A.*
Salí del baño al terminar las clases, y me encontré con la señorita Casa, la cual tenía un leve ceño fruncido, no dejaba de gritarle a su celular. Como por reflejo me escondí y escuché lo que decía. Si, no debería ser una chismosa, pero que mas dá, nadie losabrá.
- Ximena, si no te sientes bien, puedes seguir faltando, pero ya llevas muchas semanas... de acuerdo no te preocupes, adiós - colgó y volteó, me estreché contra el armario en donde estaba y siguió caminando. Solté un suspiro y salí.
Pedí un taxi, en el camino pude ver algunos departamentos, como me gustaría vivir sola, es decir, mi privacidad, ser independiente. Pero para ello necesito un trabajo, uno bastante acrode a mí. Como por arte de magia apareció un carte que decía: "Se necesita ayudante" en una tiendita de dulces, no me encantaban, pero sería bueno empezar por allí.
Le dije al hombre que se detuviera, pagué y entré a la tiendita. Una muchacha de estatura mediana, algo robusta y de ojos cafés me sonrió.
- Buenos días, ¿puedo ayurdarle en algo? - me acerqué hasta ella.
- Buenas, es que ví el cartel para un nuevo empleado - ella sonrió ampliamente y salió de destrás del mostrador.
- Un momento - abrió una puertica, entró y volvió a salir después de un minuto - ¡Josh! - gritó y un muchachito salió de e misma puerta.
- Buenos días señorita, mi nombre es Joshua - y miró de reojo a la morena - soy el dueño de esta pequeña dulcería - el pequeño hablaba como si tuviera veinte o más años - dígame, ¿tiene experiencia laboral?
Dudé unos momentos y luego respondí.
- ¿Cuenta vender galletas para el colegio? - el pequeño Joshua frunció un poco su adorable ceño.
- Bueno, creo que...
- Ay Josh - la morena lo interrumpió y me largó su mano - soy Angie, hermana de este chiquitín - despeinó un poco a Joshua - no creo que necesites mucha experiencia para este trabajo, pero él - señaló al niño - cree que debemos revisar el nivel de experiencia - sonreí y ella rió por lo bajo, el pequeño la miraba de manera aburrida.
- Bueno, en serio me gustaría comenzar a trabajar lo más pronto posible - quería de verdad senirme más independiente, es decir, el dinero de mamá era bueno, pero no sificiente para las exigencias de esta chica - ¿cuántos años tienes Joshua? - la pregunta me rondaba en la cabeza desde que lo ví entrar.
- La edad es lo que menos importa, Señorita...
- Cristina.
- Señorita Cristina. Es mejor saber el rango intelectual de alguien y no preguntar la edad, ¿no cree?
- Tiene diez - dijo Angie - pero se soltó dos cursos por su inteligencia.
Ese pequeño era tan adorable, sus mejillas sonrosadas, sus ojitos cafés dorados, su cabello castaño y ondulado lo hacían ver como todo un angelito. Casi me entraban ganas de pelliscar esos lidos cachetes.
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Zapatillas rotas.
RomanceCristina, una joven que, obligada por su madre al preocuparse por su extremada timidez, decide meterla en una academia de baile, pues ella siempre la escuchaba hablar sobre baile. Cristina trata de no mezclar su vida privada con su vida en el baile...