Capítulo 29

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Me había estado deprimiendo con mucha facilidad. Estaba muy inestable, me sentía sola. Denuevo era una marginada más, no tenía amigoas allí, ni siquiera Stephan. Como Madeline había dicho, nunca sabía donde estaba ella, al despertar su cama estaba ya ordenada al igual que sus cosas; al llegar a la habitción ella no había llegado aún. Solo la notaba cuando predía la luz en la madrugada y volvía a apagarla.

Estaba muy sola, deprimida. Mi técnica comenzaba a debilitarse, ya no me sentía estable y la coordiación iba poniendose cada vez más débil. Iba demal en peor. Mis zapatilla viejas me traían tantos recuerdos. La hermosa ciudad de Madrid no me hacía sentirme bien.

Reconozco que la ciudad no tenía nada que ver, tampoco el país, menos la competencia. Era el pasado el que me trastornaba. Me sentía frustada.

Me levanté muy temprano esa vez, me sentía cansada y aparte de todo el insomnio no me dejaba en paz. Madeline acababa de salir de la ducha y me vió levantada pero algo somnolienta. Sonrió al verme.

- Buenos día, te has levantado temprano - dijo con la voz baja, tomó sus cosas y se metió de nuevo a la ducha.

Mire la hora en el reloj que se encontraba sobre mi pequeña mesita de noche. Cinco y media de la mañana, mierda. Ella volvió a salir con su vestuario de bailarina, solo que sin el tutú y con un pantalon de gimnasia.

- ¿Te vas a bailar? - pregunte con el entrecejo fruncido.

Ella sonrio, antes de salir me miró de pies a cabeza con esa mirada intimidantemente azul-gris.

- ¿Me acompañas?

Me arreglé lo más rápido posible y salí con ella. Esa sensación de soledad se había disminuido solo un poco. Llegamos a lo que era un salón de baile, pero al tiempo se notaba que no había utilizado en muchísimo tiempo. Dejamos nuestras cosas en un rincón.

- No ha sido utilizado en un resto de tiempo - dijo ella mirandolo con la mirada ida - mi madre la había utilizado durante toda su juventúd y me o ha dejado como herencia.

Los lugares, al igual que las canciones traían demasiados recuerdos con sgio. Ella sacó una reproductor y una grabadora de un estante que nunca había visto. Misa de Réquiem en re menor comenzó a sonar.

- Posición uno, 

Hice caso a sus ordenes, pero unas de mis zapatillas comenzó a lastimar mis pies, así que hice el mayor esfuerzo posible, pero ella lo notó y frunció su ceño.

- Dije posición uno, no semi-plié - me puse lo más que pude de puntillas, ella apagó la grabadoras con exasperación.

- Lo siento yo...

- Nada de lo siento - dijo seri, pero sin levantar la voz - ¿cómo has podido llegar hasta aquí? ¿Sólo, cómo? - dijo ahora sí, algo enojada

- Es que mis pies me duelen bastante, creo que...

- ¿Te lo haz jodido? - pregunto con un tono mas suave, yo asentí.

- Ehm si, me duele - mentí. Ella se acercó a mí.

- Siéntate.

Lo hice y ella se sentó frente a mí, observó el pie que le señale, lo tomó con una mano haciéndome perder el equilibrio y caí, ella seguía examinando mi pie.

- Tus zapatillas están muy desgastadas, tienes que cambiarlas o se romperan - dijo sin quitarme la mirada - ¿cuanto las has estado usando?

- Casi dos años - ella abrió sus ojos y me soltó.

- ¿Cómo han podido sobrevivir? - dijo con su ceño levemente fruncido.

- Es que son muy... me traen muchos recuerdos.

- Y uno de esos recuerdos será el haberte roto una pierna por no cambiarlas.

- No puedo, es que son muy importantes.

- Venga, no te pongas cabezota, es por tu bien - dijo aumentando el tono, como si fuera mi madre.

- ¿Tienes unas de sobra? - pregunté y ella sonrió.

Sus zapatillas me quedaban algo grandes, asi que prometio sacar un poco de su tiempo para acompañarme el finde semana a conseguir unas muy buenas.

Zapatillas rotas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora