- Te veo después - dije en la puerta de mi habitación. Stephan no me soltaba la mano, y eso me hacía sentir un poco incómoda.
- Claro - me besó durante un momento y me soltó - adiós linda.
- Sayonara - el sonrió y se fué. Solté todo el aire que -sin darme cuenta- contuve durante ese momento.
Cerré la puerta detrás y me heché en la cama -decir tirarme ni se acercaría- y me acurruqué. No me sentía feliz, y lo estaba intentando. Me viré, miré el blanco de la pared... Ya no estaba blanca para nada. Me di vuelta y observe las letras en azul zafiro. Tenía una idea de quién, pero sería muy estúpido de su parte. Además el mensaje era un poco obvio.
TE TENDRÉ DE NUEVO CON MIGO VIRGENCITA.
Me puse pálida, ocupaba casi toda la pared, incluida la ventanita que había en la mitad. ¡Estúpido! Ahora tendré que limpiar eso con pintura que tendré que comprar con dinero que tendré que hacer aparecer con magia. Comenzamos muy bien, don juan.
Alguien tocó a la puerta, así que entré en pánco y comencé a tirar todo al piso como una psicópata, tratando de poner una cubierta o algo parecido. Al final colgué una sabana enorme en las dos puntillas que habían en la pared; aunque no lo cubría todo me servía.
Abri la puerta y solté un disimulado bufido al ver a Stephan ahí parado esperando por mí. Le dí una sonrisa torcida y lo dejé pasar.
- ¿Qué haces aquí? - disfrase -o lo intenté- mi amargura bajo una amplia sonrisa.
- Olvidé decirte que... - frunció su ceño cuando vió la pared disfrazada de un intento de cama - ¿porqué la pared tiene una sábana gigante encima?
- Es que... eh - solté una risita de desesperación - pues... Estamos remodelando.
- ¿Y por eso le pusiste eso a la pared? - mis excusas y yo - No estaba aquí antes.
- Sí, bueno - dije bajo, tratando de creerme mi propia mentira - es que la pinté y no quiero que nadie se unte de pintura, así que puse una sábana encima.
- Uh-huh - dijo meditando. Tal vez calificaba mi mentira - ok, bueno tendrás tus razones, creo. Quería decirte que ahora que estás mucho mejor y tendremos que presentarnos dentro de poco, podríamos decirle a Mad que nos ayude.
- Sí, eso sería...
- Y - me interrumpió, sabe cuanto odio eso pero lo dejé pasar - quiero invitarte a salir esta tarde. No me puedes decir que no, hace días que no salimos a nada que no sea bailar.
- De acuerdo - le apresué para que se fuera de una maldita vez - te veré después - dije prácticamente empujándolo hacia la puerta - Adiós - y cerré la puerta en su cara, de nuevo.
Le dí un jalón a la sábana y Maddie abrió su boca todo lo que pudo, luego reprimió una risa.
- No me hace gracia - dije tirando la sábana sobre la cama
- Dime por favor que eso no lo ha hecho el delincunte, te lo pido. - bufé y tapé mi boca. Maddie soltó la carcajada que había estado reprimiendo desde que quite la sábana enorme - Joder, pero que tío tan original.
- Oh, ¿tu crees? - dije con un poco de ironía desbordando de mis palabras - Yo creo que es estupidamente torpe.
- Yo creo que es aterradoramente tierno - la tomé por los hombros queriendo sarandearla pero no lo hice.
- Adivina quenes, nosotras, tienen que pintar de nuevo la jodida pared, amiga - su sonrisa se borró y se safó de mi agarre -. Apuesto a que ya no te parece tan tierno, ¿me equivoco?
- Pues... -sonrió con malicia lo cual me dió muy mala espina - tu noviecito, tu problema.
- ¡Madeline! No te atrevas a dejarme sola en esto - la señale con mi dedo índice bastante molesta.
- Te ayudaré con lo del bote de pintura - sacó una dorada billetera de su bolsillo derecho y comenzó a hurgar en ella - toma - tendió sundinero frente a mí y lo tomé - solo no pienso hacer que estas manitas - meneó sus manso frente a mi rostro - pinten. Me tengo que ir Chesse - y se giró.
- ¡Mad! - pero no se molesto en ponerme atención y se fue cerrando la puerta tras de sí. Maldito sea el día en que me moleste en conocer a ese... ese retrazado mental.
Bonito insulto nuevo.
Mire cuanto tenia en total. Con el dienro de Maddie y con el mio podria comprar un bote grande y pintar todo, solo espero que nadie note la pequeña-gran mancha en la pared.
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Zapatillas rotas.
RomantizmCristina, una joven que, obligada por su madre al preocuparse por su extremada timidez, decide meterla en una academia de baile, pues ella siempre la escuchaba hablar sobre baile. Cristina trata de no mezclar su vida privada con su vida en el baile...