Capítulo 27

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Caminé lentamente hacia el centro del salón. La señorita Casas me había dejado el solo para mí, pero también me dejó bailar en parejas para el concurso internacional, una prueba para poder salir a competir, bailar un tiempo en España, y, si podía, ganar un contrato. Me había parecido tentativo y comencé a entrenar debidamente, no como antes, no; con decicación y esmero.

No había sabido nada de Andrés ni Christian en un mes. No busqué señales de ellos. Ignoré las llamadas de Ximena e intenté olvidar los últimos meses en aquellos instante en los que los había conocido. Jerry me preguntaba por ella todos los días. 

Comencé a practicar el solo de las zapatillas rojas. Las mías estaban ya desgastadas y no podía cambiarlas por unas nuevas en estos momentos. Podría lastimarme más mis dedos. Las ampollas en mis pies comenzaron volverse una parte diaria de mí.

- Bien hecho señrita García, me gustaría que reconsiderara el solo del cascanueces - dijo la Señorita Casas algo orgullosa de mi.

- Gracias, pero debo concentrarme por el momento en entrar al concurso, señorita - hice una reverencia y me dovolví hacia mi puesto. 

Hoy decidían quién se iba y quién se quedaba. Jerry no había asistido hoy y me preocupaba, tanto por ser mi pareja, como por su salúd. Últimamente se lo veía muy cansado y pálido, incluso bastante delgado.

Las horas pasaban y Jerry no llegaba. Faltaban dos minutos para nuestra entrada en el salón. El jurado se conponía por tres personas, todas enviadas para el concurso internacional. Me sentía nerviosa. Mis zapatillas rechinaba un poco al ponerme de punta. 

- No ha llegado, señorita García - dijo la señorita Casas frustrada - tendrá que bailar con alguien más.

- No puedo, Señorita, me he amoldado a su ritmo y movimientos - dije alarmada - ¿qué pasaría si..?

- No quiero quejas - me calló de golpe - lo hará con Stephan. Él es muy bueno, se llevaran bien el compáz.

- Si, señorita - dije aceptando irremediablemente.

Al ritmo de la melodía unos brazos fuertes y de piel ceniza comenzaron a moverse rítmicamente con los míos. Él era aún más preciso y fuerte que Jerry, lo cual me aliviaba de cierta manera. Mis zapatillas comenzaron a rechinar de nuevo, no les preté atención.

La jueza del medio me miraba inquisitiva, sin embargo continué con la rutina ya grabada en mi memoria y pies. Él único paso que no me sentía segura de realizar a la perfección era un movimiento en el cuál me alzaban en el aire de la cintura y me entrelazaba a la suya. 

El me alzó con lentitúd y le agradecí que fuera atento en ese movimiento. Me sentí libre, volvía a bajar con lentitúd y al dar la vuelta, me entrelacé como debía ser.

- Gracias, señorita García y señor Luna - dijo la mujer sin despegar sus ojos verdes de mí. Salimos del aula y nos despedimos para volver a casa. O en mí caso al trabajo. Los resultados serían dados en unos días. 

La señorita Casas me aseguró que sería la primera en saber los resultados. Me llamaría apenas los tuviese en sus manos.

La tienda de dulces había estado con bastante movimiento hoy, lo cual alegraba demasiado a Joshua y a Angie. A mí también, pero no estaba centrada en nada en esos momentos. Por alguna razón me sentía vacía, mucho. Habíamos despachado a más de cincuenta clientes esa tarde. 

La campanilla de la puerta sonó por enécima vez en la tarde, nos volteamos las dos y me encontré con Ximena, su pequeño bulto en el abdomen la hacía verse una mujer bastante tierna. Su ojos tristes se clavaron en mí, pero lo que de verdad me sorprendió fué encontrar tras de ella a Jerry, esperándola. 

Lo veía mejor, comparados con las semanas anteriores, aunque para mí seguía viéndose bastante delgado, ya no estaba tan pálido y sus ojeras ya no se notaban.

- ¿Podemos hablar un momento, por favor? - dijo algo tímida.

- Angie, por favor...

- Anda, pero vuelve antes de que Joshua lo note - asentí y salí a su lado. Jerry nos seguía, pero se paró frente a un auto -el cuál supuse que era suyo- y nosotras nos sentamos en una banca.

- ¿Cómo estás? - preguntó con una sonrisa apagada - te he echando de menos - sus ojos se cristalizaron, haciendo que los míos hicieran lo mismo.

- Yo también - sonreí con verdadera alegría, ese vacío se hizo menor al verla, y su barriga me daba alegría - ¿cómo van las cosas con Jerry? - pregunté bajo, ella lo miró, parecía avecinarse cierto cariño cuando lo veía. ¿Qué tanto me había perdido en un mes y medio?

- Bien - carraspeó y se sobó el abdomen hinchado - he aceptado - quitó su mano y tomo la mía - el día que la policía nos recogió, se dieron cuenta de mi estado y me dejaron salir. Jerry me seguía buscando, me dí cuenta de que no quería esto para ella - una lágrima recorrió su mejilla - acepté y ahora le empezado a coger un poco de cariño - sinrió con ternura - me insiste en que me case con él, pero no quiero nada en este momento.

- ¿Has sabido algo de ellos? - la pregunta se me escapó, sin poder medirla antes.

- Ellos... - dudó y miró hacia donde se encontraba Jerry - Andrés volerá dentro de poco, es su última alerta, me preguntó por tí. - suspiró algo cansada, su ropa era bastante bonita y parecía nueva, en serio me alegraba su desición - Christian desapareció. No lo he visto. ¿Qué ha pasado con tu vida?

- Participaré para ir a un baile internacional - solté una lágrima al ver que los extrañaría. Sofía, Sergio, Dylan, Ximena, a Jerry un poco, y cierta parte de mí lo haría con Andrés - es mi oportunidad - ella me abrazó fuerte, su perfume era bastante delicado, me soltó - si clasifico y quedo nominada, me iré a España una larga temporada.

- Eso es... - su mirad se ensonbreció - es genial. Te extrañré demasiado, en serio, juro que lo haré. Cruzaré los dedos para que clasifiques y puedas vivir tu sueño, y - limpió sus ojos con su manga - quiero que seas feliz, si esto de verdad te gusta.

- Si, así es - mentira - será lo mejor para mí - mentira de nuevo - me hará bien un cambio de ambiente.

Mentira, mentira, mentira. Sólo quería olvidarme de él. Quería mantener mi mente ocupada en algo diferente. Ni siquiera me arrepentiría si dejaba de lado a los que quería.

- Debo volver - dije mirando hacia la tienda - te hablaré, lo prometo.

- Yo igual - nos levantamos y nos despedimos con un fuerte abrazo - adiós, mejor amiga - dicho esto se metió dentro del coche y ví como se alejaron

Me metí dentro e la tienda y Angie me miró comprensiva. Limpié mis mejillas y ella se acercó a mí.

- ¿Estás bien? - asentí, las lágrimas salieron sin darme permiso de detenerlas - no, no estás bien - dijo con esa mirada. Negué efusivamente mientras me abrazaba.

Ése había el día más doloso del año. 

Cuando tenía once años mi padre falleció en un accidente. Intenté escapar de su funeral pasando por la ventana del sótano sin darme cuenta de que estaba rota, arañando mis piernas y dejándome cicatrices.

Mamá lloraba cada noche, oía a la perfección sus gemidos hasta mi cuarto. Mi hermano la arrullaba cada noche. Yo me escondía bajo mi cama y contaba cada flor que había en las baldosas del suelo. Cuando me dormía, mi hermano me levantaba y recostaba en mi cama, poniendo la foto de mi padre en mi mano.

Mi madre salía todas las noches y llegaba tarde en las mañanas. Mi hermano comenzó a trabajar tiempo después para ayudarle a mamá con las cuentas. En mi salón evitaba a toda costa hablar con la gente. << Querer a la gente duele>> le respondí a la desconocida pelinegra ese día, << A veces hay personas por las que vale la pena sufrir>> me dijo ella en respuesta. Se volvió mi mejor amiga desde entonces

Mi hermano consiguió una beca en una universidad importante en el centro del país. Se enamoró de mi mejor amiga y se fueron a vivir juntos y lejos de mí. Me sentía sola de nuevo, como cuando mi papá murió. 

Una noche encontré un niño risado solo en un columpio frente a mi casa. Tenía peladas sus rodillas. Me miró con sus ojos marrones y me invitó a sentarme con él con él. El primer día de clase me encontré con esos mismos ojos en mi salón y los recreos. Ese niño se volvió mi mejor amigo de por vida.

Zapatillas rotas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora