Capítulo 41

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 Andrés.


Había dejado de contactarla los últimos días, su nuevo número aparecía fuera de línea y parecía un psicópata tratando de localizarla de esa manera. Aún no entiendo porqué es que sigo tras su culo, pero desde el comienzo supe que había algo en ella que me iba a enganchar, así que, ¿para que negar lo inevitable?

- ¿Te has tomado la última, tío? - preguntó Adam, uno de mis nuevos compañeros de piso.

- ¿Era de alguien en especial? - negó y me tomé el último sorbo de la lata de cerveza. Muy buena por cierto. - ¿Cuánto porcentaje tiene esta?

- No sé, creo que el cinco por ciento - se tiró a mi lado y me alejé un poco dándome espacio.

- ¿Que decías anoche sobre una tía, bailarina? - asentí. Quizá le había contado algo sobre una pequeña virgen. Tal vez todo. En realidad no lo recuero muy bien. - A las chicas hay que darles a veces un respiro. - continuó ante mi silencio - Menuda gilipollez. - reí con él - Si se los das de a mucho; las estás olvidando, si lo das poco; la estás asfixiando. Joder, es que son difíciles. Por eso no tengo novia.

- Seguro que sí - ironicé y este sonrió.

- Te lo aseguro. - Espetó -. Es lo que siempre ocurre. Vas bien con una tía que está realmente buena, tienes polvos increíbles con ella y tratas de dejar claro que todo es llana diversión, luego llega con pájaros en su cabeza y cuando te piden algo serio es cuando sabes que debes dejarla. Lo serio no es lo mío.

- Sí, eso creía yo - solté un bostezo - es que hay algo que me sujeta a ella. No lo entiendo. He estado con muchas chicas, llegado más lejos con ellas y ninguna me ha dejado como estoy.

- Puede que ese sea el problema. - Lo miré sin entenderle. - Quiero decir que lo que crees "sentir" es un capricho. Tú mismo lo has dicho, te has cepillado a todas las demás, pero esta se te ha escapado, aún le tienes ganas. No la has probado todavía y cuando lo hagas, zas - chasqueó sus dedos - caerá el hechizo.

¿Tendría razón? ¿Será que lo que deseo es tenerla?

- Coño, creo que nunca me había encaprichado tanto con una chica así de complicado - el se rió.

- Es que algunas tienen práctica en eso - se levantó del sofá y se dirigió a la cocina - es más, apuesto a que ni es virgen. Se estará haciendo la mojigata contigo, eso tan típico de esas chulas. - Tenía consigo una botella de gaseosa a medias - ¿Quieres? - negué. Se encogió de hombros y tomó un largo sorbo cual becerro sediento.

- ¿Te vas ya? - dije al ver el reloj en la pared. En cuanto Adam se marchaba, aparecía Taylor simultáneamente por la puerta. He de confesar que era los que mejor me caían de allí, el resto eran un montó de idiotas intratables.

Recordé cuando Taylor me presentó a Stephan, el simplón de su primo quien apareció con Ella esa vez. Se supone que en cuanto acabara su mierda esa de baile se mudaría cerca y el que fueran primos lo ayudó bastante. Suertudo hijo de puta. Lo que no entendía es que hacia ella saliendo con alguien tan joven como él. Joven, tímido y por lo que supe un completo inexperto en todo a lo que refería una relación. No es que yo supiera más, pero tenía grandes ventajas.

Una vez Taylor entró me sonrió tan gentil como era. No solía tratar con personas de ese tipo, pero tenía cierta cosa familiar. Quizá el que se pareciera a Ximena no ayudaba. Ojos verdes, cabello negro liso, menuda, piel blanca. Lo único en que se diferenciaban era en su personalidad y su estatura. No entendía. A ella no la había tenido en mi cama y no tenía esa necesidad de tenerla cerca. Otro fallo en la hipótesis del "maestro" Adam.

- ¿Día dificil? - preuntó con su suave vocecilla. Era de las que temía alzar la voz por si llegaba a ofender a quien sea.

- ¿Porqué preguntas? - pasó un recorrido visual por toda la mesa llena de latas, luego alzó na ceja - solo pensaba.

- A las diez de la mañana, con dos docenas de birras a tu alrededor. Interesante - sonrió.

- Atrapado - descolgó su bolso en el perchero y se descalzó.

- Me sorprende que no estés hecho mierda - dijo sin variabilidad en su tono - la mayoría de las veces que te pones así es por que algo va mal. ¿Otra vez esa chica? - quizá también le había pedido un consejo a ella. Adam era un asco dándolos.

- Puede - sonrió ante el triunfo de su sexto sentido femenino.

- ¿Cristina? - asentí. Taylor era muy buena chica, pero a la hora de ser franca lo era, siendo amable obviamente, aunque eso no quitaba la dureza en alguna de sus palabras. - Algo me dice que le consultaste a Adam. - Asentí de nuevo - Y ese mismo algo me dice que fueron consejos terribles.

- ¡Bingo! Tenemos una ganadora - dije señalando su rostro.

- Sabes, no es tan complicado como parece - se levantó y empezó a dirigirse hacia la cocina - Sólo buscamos algo simple, si me permites... - exclamaba desde la cocina, luego regresó con la misma botella que Adam sostuvo hacía una media hora, me ofreció y negué, luego volvió al sillón. - Lo que puede que tu sientas es curiosidad.

Tragó un par de veces y limpió su boca con su pulgar.

>> Quizá quieras saber que se siente querer intentar algo de verdad. Curiosidad por saber qué se sentiría si llegara a ser algo bueno. Como me has dicho que es una de las pocas chicas con las que no has estado y has intentado mantener una relación, eso ayudó a que algo floreciera en ti. Responsabilidad creo.

- Hay algo que creo olvidar mencionarte. - Ella lo miró fijamente. - En medio de la relación, o lo-que-sea-que-eso-fuera, me... yo estuve con otra chica.

- Y te sientes culpable...- él asintió, pero dudó un momentos.

- Sí y no.

- A ver, ¿cómo es eso de sí y no? - Preguntó confundida.

- Sí estoy sintiéndome como un miserable. - Acepté - Lo jodido es que ella me pilló.

- Ostiaaa... - alargó para dar cierto énfasis.

- Exacto. Mejor no lo pudiste haber dicho. - Saqué un cigarro y lo encendí, luego le dí una calda y me acordé de ella. - Odia que fume. - acto seguido lo apagué.

- Así que te remuerde más el pensar que pudiese verte fumando y no el hecho de que te haya visto engañándola. - Chifló.

- Viéndolo así, me siento como un cabrón - ella sonrió con desdén. Algo que nunca había visto.

- Eso es porque eres un cabrón.

- Cierto.

Recordé por un momento fugaz a mi madre, sola. Siempre me decía que era preferible estar solo que mal acompañado, en ese momento no lo entendía, era muy pequeño, pero ahora lo hacía. A mí no me gustaba estar solo o sentirme solo, no quería - Dios me perdone por lo que iba decir - terminar como mi madre ni ser como mi padre.

- No quiero estar solo Taylor. Mi mamá luchó contra la soledad y mi padre la abandonó. No quiero repetir ninguno de los dos ciclos. Temo a todo eso.

- Si de verdad no lo quieres, no lo estarás. Pero es tu decisión. Si lo has estado últimamente ha sido por ti mismo. No alejes a los que te quieren.

- No lo he hecho contigo.

- ¿Quién dice que te quiero? - Me callé avergonzado - Claro que lo hago, tonto. No lo dudes.

- Bien. Me alegro de que así sea, porque yo también.

Zapatillas rotas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora