POV Cristina:
Miré mi cuello en el espejo. Toque con delicadeza cada moretón que hebía en él. Tomé el maquillaje que Sofia me había prestado y comencé a esparcirlo por toda la zona. Ambos costados estaban pintados de ese color morado-rojizo. ¿Cómo fuí tan tonta de dejarme hacer esto?
- Oye, quieres que te... - Sergio abrió sus ojos al ver las manchas en mi cuello - no me digas.
- No le puedo mostrar esto a nadie - el rió y se acercó para ver más de cerca - por favor ayúdame.
- A ver - tomó algunas cosas y comenzó a aplicarlas - espero que no se note tanto con esto.
Sergio solo colocaba cosas frías y húmedas, lo cuál hacía que mis bellos se erizaran. Cuando al fín terminó sonrió satisfecho. Miré el espejo y sonreí también, no quedaba rastro de algún moretón innecesario. Me pregunto cómo habrá quedado su cuello.
- Gracias, ¿cómo deshiciste esto?
- Bueno, cuando todos esos chicos me golpeaban, tuve que aprender a como no preocupar a mi mamá, como mi prima es maquilladora le pedí algún consejo.
- Ah - y la imagen de mi mejor amigo aprendiendo a maquillar me vino a la mente - ¿me llevas?
- Claro, pero rápido - miró su reloj con desespero - tengo una cita de estudio.
- Claro, voy por mis cosas y salimos.
Subí y recogí mi mochila con todo para la clase. Bajé y salí para montarme en el asiento de copiloto. En la radio sonaba la canción titanio de David Guetta junto con Sia. Pasamos todo el camino cantado esa canción a todo pulmón, de milagro no reventamos las ventanas del auto.
Salí del auto y caminé hacia la puerta. Di media vuelta y sin querer choqué con Kate.
- ¡Que tus pies no sepan moverse, no significa que no debas ver por donde vas! - expetó ella, se levantó y me empujó con su hombro.
Seguí caminando y entré, vi a Ximena junto a Jerry. Este sería un laaargo día.
El día se pasó más rápido de lo que esperaba. Entré al baño y me puse una ropa más relajada, pantalones oscuros holgados y una camiseta lila. Salí y me dirigí hacia la "cueva", no sin antes, despeinar mi cabello como un loca.
Entré y sentí las animadas vibraciones del lugar. Colocaron una canción de reggaetón; no me gustaba, eran muy machistas esas canciones, pero el ritmo era genial, eso no había duda. Sonaba una canción; si no estoy mal, de Arcángel.
Bajé con paso rápido y unas manos se posaron en mis hombros para plantarme y plantarme un beso en la mejilla. Un chico pelinegro de ojos cafés claros aún posaba sus manos en mí.
- No babosees tanto a mi chica - me giré y encontré una mirada azul seria - hola - y éste tomó mi rostro y lo volteó hacia un lado con delicadeza para darme un beso suave en la mejilla - ¿Yo hice eso? - su mirada se posaba en mi cuello. Quité sus manos de mí y lo miré fijamente. Al parecer el maquillaje se había corrido totalmente.
- Así es, querido - miré su cuello y pude ver un enorme moretón el cuál, parece, no se molestó en tapar - y creo que yo hice esto - pasé mis uñas con sumo cuidado por su cuello haciendo erizar sus bellos - espero que no te halla molestado.
- Para nada - buscó mis labios con su mirada y relamio los suyos - algunos prefieren fotos de sus chicas, otros prefieren dijes, pero a mí me gusta dejar y que me dejen su huella.
Iintenté no pensar en doble sentido, pero aún así una risita se escapó de mi boca. Aunque dijera todo esto; el juego continuaba, y yo estaba dispuesta a ganar a toda costa.
ESTÁS LEYENDO
Zapatillas rotas.
RomanceCristina, una joven que, obligada por su madre al preocuparse por su extremada timidez, decide meterla en una academia de baile, pues ella siempre la escuchaba hablar sobre baile. Cristina trata de no mezclar su vida privada con su vida en el baile...