- Señorita García, acaso está usted enferma - la señorita Casas me había llamado la atención por segunda vez en clase. Pude ver su ceño fruncido.
- Asi es - mentí, no podía concertrarme, Jerry me miraba igual que ella. Tuve que soltarme de su agarre y respirar ondo, estaba nerviosa. - lo siento, puedo retirarme, la verdad no me siento muy bien.
Ella asintió y tomé mis cosas, en cuanto salí la musica clásica volvió a inundar el salón. Cuando Ximena se retiró, la profesora decidió dejarme de nuevo on Jerry, lo cual no me favorecía mucho, pero ahora ni siquiera me disgustaba.
Salí por la puerta trasera, empecé a desenredar mis audifonos, sin darme cuenta alguien me tomó de la cintura y me volteó para plantarme un beso. Andrés, idiota. Sin durar mucho me soltó y sonrió con picardia.
- Hola - dijo bajo sin soltarme - te he extrañado - en ese momento las palabras de Ximena se atravezaron por mi mente. ¿Sería capaz de contener mi lengua y nervios?
- Lo dudo mucho - pensé en voz alta sin darme cuenta.
- ¿Qué dijiste? - me sobresalté al darme cuenta de mis palabras.
- Yo, nada - carraspeé incómoda mientras me soltaba y me miraba algo bravo - lo siento, pensaba en otra cosa. Yo también pensé en tí estos últimos días.
Su mirada era analizadora, mis nervios comenzaban a aumentar, debía calmarme si no quería que sospechara de mí.
Caminamos en silencio, uno muy incómodo. En mi mente rondaban las palabras de Ximena, por alguna razón me sentía cómplice de algo malo. Hacía frío, lo cual era extraño, pues por la mañana estava algo caluroso.
Cuando Ximena me pidió ayuda, no supe exactamente que tipo de ayuda necesitaba. ¿Me pedía acaso que la escondiera? o tal vez que la aconsejara. Como odio matarme la cabeza por asuntos ajenos. Me pregunto si habrá apartado una cita al...
- Bueno, ya - dijo Andrés algo exasperado - haz estado muy rara hoy, ¿que te pasa?
- N-nada - balbuceé un poco nerviosa - es que me siento algo mal, es todo - fue la primera mentira en atravesarse por mi cabeza.
- Llegamos a tu casa - miré a mi alrededor, ni siquiera me había fijado para dónde íbamos. Sonreí para disimular un poco y me aparté un poco de él.
- Gracias por acompañarme - entré y cerré la puerta. Subí a mi habitación y me metí en la ducha. Quizá así se me calme un poco la cabeza.
- Sergio, suéltame - decía mientras él me garraba de las manos y pies por lo que me tenía inmóvil en el piso.
- Primero dimelo - intenté safarme de su agarre, pero él era más fuerte que yo. Todos eran mas fuertes que yo.
- No, puedo, lo prometí - él seguía sin soltarme - no es mi secreto, te lo juro. Te lo habría contado. Suéltame.
- No, primero dímelo - en un milisegundo su pie, se quitó de mis piernas y logré, con fuerza que quien sabe de donde saqué, y pude voltear las posiciones y salir corriendo cuando tuve oportunidad.
Me encerré en el baño mientras él le daba a la pobre puerta una muestra de su fuerza golpeándola.
Después de haber salido de mi larga ducha, me vestí y comencé a meditar lo que sucedía. Sin quere se me escapó un "qué hare con su secreto" sin percatarme de que Sergio estaba rondando por ahí. Cuando escuchó mi oración me preguntó que escondía y por algun arranque esquizofrénico comencé a uir de él, lo cual lo motivo a perseguirme y derribarme en la sala.
Rindiéndose, dejó de golpear la puerta y escuché sus pasos en las escaleras. Con mucho cuidado salí de allí, pero sin darme cuenta caí en medio de la puerta y la sala, haciendo el mayor ruido posible.
Y heme de nuevo aprisionada por mi amigo, pero ahora en mi cuarto.
- ¡Esta bien! - grité haciendo que Sergio se separara de mi - eres un pesado.
- Lo soy - dijo sin importancia - ahora escúpelo.
- Recuerdas que te conte sobre una Ximena, mejor amiga de Andrés - el asintio.
- Esa que te cae mal - asentí con lentitúd.
- Ya no - enarcó una ceja - ahora compartimos un secreto. Somos amigas, nos caemos bien y le agrado más que cualquier fémina. Bueno, la única.
- Y ese es su secreto tan importante - dijo incrédulo.
Mordí mi labio un tanto nerviosa y desesperada, no se lo quería decir a nadie, y aunque Sergio fuese un gran amigo, estaría tricionando a otra amiga. No debería pasarme esto, si ella confía en mi no debería hacerlo. Pero yo confio en Sergio, total ni se conocen...
- No - se me escapó antes de poder retenerla - no es eso, es mas complicado.
- Mira - tomó una de mi manos - si te estaba molestando allá abajo por que me lo dijeras era por que hace tiempor no hablamos ni jugamos asi - me sonrió, esas palabras me hicieron relajarme - no es necesario que me lo digas - miró su reloj - ¿quieres pizza?
- Si - antes de levantarse lo abracé - gracias.
Bajó y me dejo sola en mi cuarto. ¿Debería decirle? Confaba en él, no se conocían, y dudo mucho que fuera a decirle a alguien más. Quizá el me aconsejaría como en los viejos tiempos.
- ¡¿Con anchoas o sin anchoas?! - gritó Sergio.
- ¡Sin anchoas! - por alguna razón una enorme sonrisa se formó en mis labios. Definitivamente confiaba en él, pero no eran ni el momento, ni el lugar adecuado para hablar de eso con nadie. Si ella me pedía confidencialidad, la terndía de mi parte, o por lo menos hasta que mis nervios me lo permitan.
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Zapatillas rotas.
RomanceCristina, una joven que, obligada por su madre al preocuparse por su extremada timidez, decide meterla en una academia de baile, pues ella siempre la escuchaba hablar sobre baile. Cristina trata de no mezclar su vida privada con su vida en el baile...