Capítulo uno

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Es diciembre, pleno invierno y llueve, aunque  eso en Londres es lo normal.

Miro el reloj, son las 9 de la mañana y a las y media tengo la primera clase. Tomo un sorbo del café que tengo en las manos y salgo de casa corriendo. La primera hora es con la profesora Bonnie, y no suele ser muy agradable a estas horas. Llego por los pelos al autobús, aunque en un día normal hubiera ido andando. 

Subo las escaleras de la entrada corriendo intentando no tropezar, llego dos minutos antes de que suene el timbre y siento que he dejado de respirar desde que salí de mi casa. 

— Madre mía —escucho la voz de Helen a mi espalda — ¡Qué mala cara tienes! ¿Vienes de correr un maratón? 

— ¡Qué graciosa! Me he despertado tarde y tenía la hora pegada en el culo, si no corría no llegaba a tiempo y ya sabes que Bonnie no deja entrar si no llegas a la hora. 

— Ni un minuto antes ni un minuto después —repetimos al unísono las palabras que siempre nos dice la señorita Bonnie.

En el descanso me reúno con Helen en la cafetería.

— Estoy muerta —apoyo la cabeza en mis brazos. — Helen el sábado hay una fiesta en casa de Patrick, no podemos faltar. —le digo entusiasmada.

— No creo que pueda ir Julie —me dice con una media sonrisa sin apenas mirarme.

Algo raro está pasando con ella, lleva días con la cabeza en otra parte, evitándome cuando puede y cuando consigo que hable conmigo las conversaciones no duran más de dos minutos.


Las clases han terminado y tardo unos quince minutos andando, como decía antes no suelo coger el bus para ir o venir, por que vivo prácticamente cerca.

Al llegar me paro en seco, y maldigo para mis adentros lo que mis ojos están viendo.  No, no, no puede ser verdad ¿Qué hace el aquí? Cuando me doy la vuelta para salir de nuevo de mi casa, alguien me agarra del brazo evitando que de un paso más. Ashley. En sus ojos puedo ver que está tan confundida como yo.

—¿Y mamá? —susurro para que los demás no puedan escucharme.

—En la sala, no te vayas por favor... —me coge de la mano y me la aprieta desesperada.

Ashley es un año mayor que yo, tiene dieciocho años.  Sé que para ella es muy importante que yo esté aquí. Ella al contrario que yo, tiene una melena larga y ondulada, su pelo es de un color dorado, y sus ojos celestes enamoran a cualquiera.

— Vale, pero no creo que pueda aguantar demasiado.

Al entrar en la sala veo a Robert de espaldas, con Sophie en brazos, esa imagen me revuelve el estomago. Él no se merece el amor y cariño de una dulce niña de cuatro años. A su lado me percato de que hay una mujer sentada, ¿Quién es esa? —frunzo el ceño.

—  Julie, ven a saludar a tu padre.
— ¿A quién? — digo sarcásticamente.
— Hola Juliette —me dice mi padre con una amplia sonrisa sabiendo que odio que me llamen así.
— ¿A que has venido? —digo clavandole mis ojos  en los suyos.
— Julie... —suspira mamá.
— No Alison, la entiendo —vuelve a mirarme. — Julie he venido por que me voy a casar —señala con la cabeza a la mujer que está sentada a su lado.  — Ella es Amanda.

La mujer va con un ceñido vestido azul y unos altos tacones de aguja. Su pelo es rizado y le cae por los hombros. Me mira con unos ojos verdes muy profundos. Me quedo por un momento analizando la escena, no logró comprender nada. ¿Para que viene? ¿Para restregarnos su fantástica vida? ¿Para volver a ilusionar a Sophie y luego abandonarla? ¿Por qué diablos viene a mi casa con esa mujer?

— Hola Julie. —Amanda se dispone a levantarse y ofrecerme su mano pero yo la rechazo.
— Hola. —le muestro la sonrisa más falsa que tengo y me doy la vuelta.

Subo corriendo las escaleras hasta llegar a mi cuarto, mi espacio, donde nadie puede molestarme. Me tumbo en la cama y tengo muchas ganas de llorar, pero no puede verme así, ya no.

***

Cuando me levanto está todo oscuro, parece ser que me quedé dormida. Busco mi móvil y miro la hora, son casi las ocho. Miro mis mensajes y tengo uno de Jean en el que me pregunta si voy a ir mañana a la fiesta y cinco de Helen explicándome que se va a Kensington el fin de semana y que no nos podremos ver. Me parece raro por que hace años que no va, y ella odia ir. Haría lo que fuera por quedarse aquí. Después de haber contestado los mensajes, me dispongo a bajar.
En el salón están Ashley, Sophie y mi madre viendo una tontería de programa. Sophie se percata de mi presencia y corre hacia mi llena de alegría. Su melena castaña recogida en una cola de caballo revolotea de un lado a otro, sus pequeños bracitos me rodean el cuello y yo encantada la abrazo también.

— Hola pequeña. —le doy un beso en la frente y camino con ella colgada hasta llegar al sofá donde sé que me espera una charla, pero aun así me arriesgo y me siento.

— Julie... -titubea mi madre por un momento pero sigue. —tu padre quiere que tú y Ashley sean sus damas de honor en su boda.
— ¿¡Qué!? —gritamos Ashley y yo al unísono. — Estarás de broma ¿no?
— Me dijo que le haría muy feliz y yo creo que es buena idea para que arregléis vuestras diferencias.
— Pero... ¿Cómo puedes decir eso? Nos abandonó, se marchó, y a los tres años vuelve como si nada hubiera pasado, y ¿Pretendes que le haga feliz? Él nunca se ha parado a pensar en la felicidad de nosotras. —grito y salgo corriendo de casa, voy al lugar donde suelo refugiarme la mayoría de las veces, pero me sorprendo al saber que Helen no está en casa.

Estoy furiosa, no puedo creer que mi madre esté de acuerdo con el.

Al cabo de dos horas vuelvo a casa y sin mirar a nadie subo a mi cuarto, y me pongo mi pijama. Me tumbo en la cama, e intento dormir aunque soy consiente de que eso va a ser imposible. Sé que algo grande se me viene encima, y eso me asusta.

Un bonito caosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora