Capítulo treinta y tres

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Los rayos del sol entran por las ventanas dándome de lleno en la cara.

¿Dónde estoy? Abro los ojos despacio y siento como  la cabeza me da un zumbido, joder.  Busco con la mano mi móvil topandome con algo o mejor dicho con alguien. Levanto la vista y veo a Matty a mi lado dormido. Tiene sus brazos alrededor de mi cintura impidiendo que me mueva. Está tan tranquilo durmiendo.

¿Qué he echo? La ropa tirada por el suelo hace que mis recuerdos lleguen a mi mente en una milésima de segundo.

Intento hacerlo a un lado sin despertarlo pero el gruñe y abre los ojos lentamente. Recorre mi cuerpo con la mirada y yo me tapo instintivamente pues solo llevo la ropa interior. Cojo una camiseta del sillón —no sé cuantos días llevará ahí— . Es lo suficientemente larga para que me cubra hasta los muslos.

El continua mirándome.

Sé que está esperando que diga algo, pero no puedo... Tengo un nudo en el estómago que hace que mis palabras no salgan.

— Me encanta como te queda mi ropa —alza una ceja.

No respondo.

— Di algo —me pide.

—No sé que decir... —confieso y el suspira.

No puedo creer que haya echo esta mierda. Puto alcohol. El deja caer su brazo sobre su cabeza tapándose los ojos.

— Fuiste tú quien vino —dice sin quitar su brazo de sus ojos y puedo sentir su tono acusatorio.

Me levanto y me voy al baño dejándolo en el sofá. No tengo ganas de discutir ahora mismo.

Estoy frente al espejo, me veo horrible. El maquillaje está corrido y el pelo despeinado. Abro el grifo y me meto en la ducha intentando aclarar mis ideas. No sé en que estaba pensando cuando lo hice. Envuelvo mi cuerpo en una toalla, cepillando mi pelo mojado. Me pongo la misma camiseta que tenía antes. Salgo del cuarto de baño comprobando que Matty sigue en la misma posición que antes. Quizá sea verdad y lo esté pasando mal. Pero fue él quien empezó con toda esta mierda. Entro en su habitación buscando algo que hacer. En una de las estanterías tiene algunos libros entre ellos veo algo que sobre sale, lo cojo —como no—. Es una foto. Dos chicos de más o menos quince años, uno con el pelo castaño claro y otro rubio, intento analizar bien la foto pero  el corazón se me acelera al escuchar pasos subiendo las escaleras, dejo la foto como puedo en donde estaba y me siento en la cama.

Debo tener una cara espantosa por que el frunce el ceño.

—  ¿Qué te pasa? —se le quiebra la voz. — ¿Estás bien?

Asiento enérgica.

— No tendría que haber venido —digo levantándome de la cama.

El no dice nada.

Bajo las escaleras pensando que estamos solos pero me sorprendo al ver a Carl, el padre de Matty tambaleándose.

— Mmm ¿Y esta chica tan guapa? —pregunta acercando una mano a mi.

— Matty —digo lo más alto que puedo dando un paso atrás.

Pasa su mano por mi pelo, agarrando un mechón con sus dedos.

— No te atrevas a tocarla —escucho decir a Matty detrás de mi.

El me echa una sonrisa pícara y yo empiezo a tener miedo, creo que aquí en dos segundos se puede formar una buena y no sé que hacer. Me levanto quitándolo de encima y me pongo detrás de Matty.

— ¿a que has venido? —dice él bajando un escalón.

— Ya sabes a que he venido —dice con un tono burlón.

Un bonito caosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora