En el salón se nota la tensión que hay entre ambos. No sé que hacer ni que decir, nunca me había visto en una situación tan rara como está. El desconocido se gira hacia mi y me sonríe.— Carl, encantado. —me tiende la mano, pero antes de que pueda cogerla Matty la aparta.
— Eh... Julie
El padre de Matty es bastante alto y fuerte, parece que se cuida bien. Su pelo es de color negro azabache en el que resaltan algunas canas y sus ojos son marrones como el café.
— Esto... Bueno... yo voy a subir —miro a Matty confundida por el gesto de antes y luego a su padre que se despide haciendo un gesto con la cabeza. Salgo corriendo hacia las escaleras y las subo corriendo intentando no tropezarme con algún escalón, cuando por fin encuentro el cuarto de Gracy entro en este y me apoyo en la puerta conteniendo el aire.
— ¿Qué pasa? —me mira Gracy, arqueando una ceja.
— Tu... tu padre está abajo —consigo decir.
— ¿Qué? ¿Enserio? — Se levanta de un salto de la cama y sale corriendo escaleras abajo dejándome atrás
—¡Papá! —grita ella lanzándose a sus brazos.
— Pequeña... —el la recibe con una alegría fingida.
¿Cuánto hace que no se ven?
Noto la mirada de Matty clavada en mi.
— Ahora volvemos. —camina decidido hasta la cocina, y lo sigo.
— ¿Se puede saber qué te pasa? —le digo cerrando la puerta.
— ¿Por qué le dijiste a Gracy que estaba aquí? —apoya sus manos en la mesa de la cocina dándome la espalda.
— No sé... Pensé que querría saberlo —titubeo.
— Pensé pensé pensé —dice con retintín, soltando una breve carcajada. — Antes de hablar deberías preguntar.
¿Qué?
— No quiero que le haga daño, como ha echo desde que mi madre murió. Solo ha querido saber de nosotros para que le demos dinero, y él poder seguir en su puto mundo. —da un puñetazo en la mesa lo que provoca que yo de un respingo.
— Yo no sabía nada... Nunca me dices nada, siempre tengo que tener cuidado contigo, nunca se como vas a reaccionar y eso me está volviendo loca. —suspiro, pasándome la mano por el cuello. — Quizá las demás chicas con las que has estado saliendo te conocían y te entendían mejor que yo. —matty suelta una carcajada con ironía.
— ¿Saliendo? Yo no soy de tener novias —me mira justo en el momento que yo miro al suelo. — Julie... no me digas que pensabas que tu y yo...
Tranquila Julie, simplemente lo hace para que te vayas.
Le doy una patada en el culo a la voz de mi conciencia y la mando lo más lejos posible.
— Yo... Esto... —juego con un mechón de mi pelo.
Intento mantener la compostura pero no creo que sea capaz. Sus palabras se clavan como puñales en mi corazón haciéndolo pedazos una vez más. Pero se acabó. Me dirijo hacia la puerta de la cocina y antes de salir le devuelvo la última mirada.
— Nadie puede arreglar tu mierda. —salgo de la cocina y el me sigue.
— A lo mejor no quiero que tú me arregles. —dice con énfasis.
— ¿Julie? —se levanta Gracy del sofá acercándose a mi, pero la esquivo y salgo de su casa corriendo.
Cuando entro en casa el olor a lavanda entra por mi nariz y cierro los ojos. Son casi las dos de la mañana. Todos duermen. Menos Ashley claro, que no está.
Subo a mi cuarto, tirándome en la cama.
¿Por qué? Por que tiene que ser tan cretino... "A lo mejor no quiero que me arregles tú" sus palabras retumban una y otra vez en mi cabeza, y cada vez que pasa me duele más. Mi madre tenía razón al fin y al cabo. Desde el principio sabía que me iba a traer problemas. Me quito la pulsera que me regalo Matty por mi cumpleaños y la guardo en el cajón de mi mesa de noche. No quiero saber nada de él, nunca más.
Jul: Helen ¿Estás ahí? Te necesito...
dos minutos. cinco. diez. No recibo ninguna respuesta,
Al día siguiente.
Efectivamente, si he dormido dos horas es mucho. Me levanto de la cama sin ganas y me miro en el espejo, las ojeras comienzan a marcarse...
Tapo mis ojeras con un poco de corrector y me pongo rímel en las pestañas. Cojo lo primero que veo en el armario y salgo de casa sin hacer ruido, no quiero que me vean aquí.
De camino al instituto me encuentro a Helen donde siempre solemos quedar.
— Oye, lo siento por el mensaje de anoche.
— Lo siento yo por no contestarte, ¿qué ha pasado? —me mira interrogante.
Le cuento la historia completa, incluyendo lo del beso.
— Julie... Me cuesta decirte esto y lo sabes, pero lo ha echo por protegerte... No sé de el que, pero se que lo ha echo por eso. Si no por que te habría ayudado cuando tu madre estaba en el hospital, o con tu hermana... Piensa. —caminamos una al lado de la otra.
— A lo mejor tienes razón, pero no puedo más. Llevo tres meses aguantando sus idas y venidas, sus secretos, peleas, sus cambios de humor... Me merezco algo mejor que toda esta mierda.
— Te entiendo, pero...
— No quiero hablar más de Matty por favor. —le suplico. — Cuéntame que has echo tu en el fin de semana
— Pues... —sonríe. — He conocido a un chico, se llama Peter y va a la universidad. De echo el viernes me invito a una de sus fiestas, ¿Quieres venir?
— ¿Dónde lo conociste? —la miro de reojo sonriendo.
— Es amigo de mi primo —miente y yo arqueo una ceja. — Vale... —dice resignada. — Lo conocí en un chat, pero es guapísimo vive en una fraternidad, o sea que habrán mas chicos guapos —me da con el codo en el brazo y yo río.
A pesar de todo es la única persona que en estos momentos puede hacerme reír. A lo lejos veo un coche negro que me resulta familiar. Entrecierro los ojos para ver mejor. Ahí está. De él sale Gracy, que me mira confundida y con tristeza lanzando al aire un lo siento. Espera. ¿Hay alguien más? No puede ser... Charlotte sale del coche también y me lanza una mirada sonriendo con malicia. Matty está ahí al otro lado del coche, mirando la situación. Me mira. El corazón me va a mil por hora justo cuando paso por delante de ellos, me gustaría decirle algo, plantarle cara pero no puedo. Parece que mi vida va a cámara lenta ahora mismo y él sin embargo sigue con sus ojos clavados en mi, le devuelvo la mirada. La última mirada y sigo mi camino.
Se acabó.
—Vale, iré a la fiesta. —le digo al fin a Helen.
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Un bonito caos
RomanceJulie es una chica normal y corriente, vive con sus dos hermanas y su madre en un pequeño pueblo de Londres. Tan solo bastó un fin de semana para que su vida diera un giro de 180 grados. Todo a su alrededor se tambaleó en un abrir y cerrar de ojos...