Capítulo cuatro.

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Pi pi pi pi... Un sonido ensordecedor me despierta, estiro la mano hasta mi mesilla de noche y a duras penas consigo apagar la alarma. ¿Ya son las siete de la mañana? Me estiro lo más que puedo y me levanto perezosamente de la cama. A través de la ventana se ve el cielo aún oscuro.

 La idea de ir a clase y encontrarme con Helen me aterroriza, no estoy preparada. Me visto con lo primero que pillo, unos vaqueros y un jersey negro, cojo mis converses blancas y me las pongo. Me miro en el espejo, estoy horrorosa, este fin de semana me ha pasado factura, me pongo un poco de máscara de pestañas y colorete para quitar la mala cara. Cojo mi mochila y el móvil y bajo a desayunar.

— Hola Ashley —sonrío. Mi hermana siempre es la primera en despertase.

— Hola, ¿Cómo has dormido?

Me encojo de hombros sin responder.

— ¿Qué crees que pasará hoy? —me mira interrogante esperando que conteste, en ese momento entra mi madre y nos sonríe.

— Hola chicas. —nos da un beso a cada una.

Me acuerdo de la conversación que tuvimos anoche, la confesión de mi madre me ha tenido toda la noche pensando en todo lo que ha sufrido en silencio.

— Hola mamá. —le sonrío, mientras me bebo mi taza de café lo más rápido que puedo, y salgo de casa.

Al salir de casa el aire me da directo en la cara, lo que hace que tiemble un poco de frío. Bajo las escaleras y me fijo en la casa de Matty. ¿Será nuevo también en el instituto? Un ruido que proviene de mi casa me saca de mis pensamientos. Cuando me giro veo a Ashley asomada en la ventana dando pequeños golpes en el cristal mientras sonríe. Hago caso omiso a lo que me dice, y sigo caminando.

Después de quince minutos llego al instituto. Todo el mundo parece percatarse de mi presencia, algunos me miran con tristeza, otros con una sonría burlona. Respira Julie, cuenta hasta diez, no puede ser tan malo. En la puerta de entrada, donde siempre, veo a mis amigas, están formando un corrillo y cuando me ven llegar se callan de repente.

— ¿Qué pasa? —les pregunto casi por inercia.

— Nada —dicen las cuatro al unísono. — Nos vamos a clase, nos vemos después.

Sé que algo pasaba, un detalle se me escapaba de las manos, pero no sabía lo que era. ¿Por qué están tan raros conmigo? ¿A caso tengo yo la culpa de que mi mejor amiga y mi novio se acostaran juntos? A lo mejor Matty tenía razón y todo era culpa mía.

Helen no se presenta en las dos primeras horas de clase. Las cuales han pasado demasiado lentas. Entro en el aula de matemáticas y me siento casi al final de la clase, estoy tan centrada en mis pensamientos que no me he dado cuenta de que la profesora ha entrado. Intento estar lo más atenta que puedo a la clase, pero no lo consigo. Hay algo que se me escapa de las manos.

Tres toques en mi silla me sacan de mis pensamientos, cuando me giro veo la cara sonriente de Matty. ¿Pero que coño? ¿Qué hace él en mi clase?

— ¿Qué? ¿Vuelves para llamarme borde otra vez? —susurro para que la señorita Williams no me escuche.

— Es que eres un poco borde. Pero no te creas el centro del universo, soy nuevo en este instituto.

— Shhhhh ahí detrás. —grita la señorita Williams desde la parte delantera de la clase, lo que hace que me gire y ponga los ojos en blanco. Que pesadez.

Suena el timbre y me levanto lo más rápido que puedo, no quiero que Matty me de más la chapa, cuando salgo al pasillo me paro en seco al ver lo que tengo delante de mi. Jean y Helen, de la mano, tan felices, me miran, Helen con una sonrisa de culpabilidad, y Jean con aires de suficiencia. En ese momento, mi mundo se para. Esto parece una broma, no puede ser verdad que estén saliendo, sin quererlo unas lágrimas comienzan a brotar por mis mejillas, no me doy cuenta hasta que Matty desliza un dedo sobre esta para atrapar una. Sigo sin reaccionar. 

Un bonito caosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora