Capitulo uno: Juego de niños.

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Vivir. Una palabra fuerte. Posee más de diez significados en lo que al diccionario de la lengua española respecta; pero uno, sólo uno, es intenso... es real.

Según John Lennon, la vida es aquello que te va sucediendo mientras te empeñas en hacer otros planes.

Vivir es experimentar; no subsistir. Pero en la actual realidad en que habitamos, vivir es una de las cosas más escasas que se logran apreciar o encontrar con frecuencia. Porque la mayoría de las personas que ocupan un lugar en este mundo se conforman con existir, y dejan de lado todo lo que en realidad debemos hacer antes de morir.

Ahora yo me había convertido en una de esas tantas personas, en el prototipo que tanto odiaba y criticaba desde que tenía memoria. Era una de esas personas que de pronto solo se dedicaban a existir.

El ruidoso sonido de la alarma sonaba insistente sobre el buró de mi recamara, abrí mis ojos lentamente como si mis párpados hubieran estado sellados con pegamento y eso me causara alguna reacción dolorosa. Extendí mi cuerpo sobre la cama y giré mi rostro hacia un lado; vacío.

Me había resignado a que viviría solo por el resto de mi vida, nunca he sido bueno para las relaciones que duren más de una noche; sexo. Era todo lo que me importaba conseguir de cualquier cita, si es que podía llamarlas de ese modo. Cualquier hombre o mujer que deseara terminaba sin dificultad en mi cama.

Me metí a la ducha y me vestí rápidamente; pantalón negro de vestir, camisa blanca, corbata negra, zapatos y mi abrigo, igual que todos los días, mi vida se había convertido casi en una rutina controlada por mi trabajo. Ser guía en un museo de arte e historia de Nueva Jersey había acabado con mis furtivas salidas de la ciudad, las exóticas fiestas nocturnas, la vida salvaje a la que estaba acostumbrado. Cada día a excepción de algún fin de semana.

Me consideraba un particular fanático del Dandismo perteneciente a la época del romanticismo, y me encargaba de conceptualizar aquella alusión a mi vida real. Sin duda habría sido un singular y ejemplar dandy, pero el siglo XIX no habría tenido nada bueno para mí. Todos los placeres eran de merecerse en la vida cabal que llevaba en la realidad glacial de falsos sentimientos y noches trémulas de sexo; y cuando el sexo podía hacerse esperar lo único que podía calmar esas fervientes ansias era el mismo sexo. Encontraba en mi mano un placer que no me podría proporcionar un estrecho trasero o una húmeda cavidad bucal, era grotesco; pero era excitante. Sin embargo todo aquello era algo que se iba alejando cada vez más de mis posibilidades.

Mi nuevo actual trabajo era un asco, a excepción de la paga, me pagaban prácticamente por lucirme ante los grupos de estudiantes que visitaban el museo y claro, por acostarme con cualquier chica o chico que me agradara entre cada recorrido.

Preparé un café y arreglé por último mi ropa, tomé una carpeta que se encontraba sobre el horno de microondas. ¿Tenía que hacerlo? Era un compulsivo de la limpieza, no podía ver nada fuera de su lugar. Así que la abrí, solo para encontrarme con los últimos diseños de portadas para disco que había hecho y de las últimas sesiones fotográficas, no eran del todo buenos, había decaído deplorablemente. He ahí la razón por la cual me habían despedido de mi anterior empleo.

Mi creatividad, mi peculiar forma de poder ver y transformar las cosas en algo nuevo, mi apego por el esteticismo y perfeccionismo, mi ojo crítico y visión innovadora. Todo era parte de mi trabajo y por consiguiente, lo más esencial en mi vida y mi mundo. Encontraba en los cuadros y obras de arte un disfrute y placer que pocos encontraban, y amaba poder maravillarme con palabras escritas o conceptos modelados en figuras como el arte abstracto.

Salí a prisa de mi departamento y saludé con una falsa sonrisa a mi excéntrico vecino anciano Vic, me miró sobre sus enormes gafas a través del cristal de la ventana y agitó su mano con lentitud, mientras caminaba hacia afuera para dedicarle toda la mañana a su pequeño jardín frontal. El día estaba bastante soleado era caluroso y por consiguiente, terrible. La esencia y el color del sol, le producían a mí vista un ambiente depresivo; tornaba mi visión en cierto tono naranja y me llevaba a imaginar que cada movimiento se realizaba con extrema flojera.

Con aroma a rosas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora