Su felicidad es mi felicidad, el ver su destellante mirada expectante le devuelven la esperanza a mi alma, el roce de sus labios entre sus sonrisas gráciles de admiración y asombro me hacen querer enseñarle el mundo entero, sus inconscientes miradas llenas de amor y sus manos tocando mi piel me provocan la más excitante sensación que pudiera haber sentido en mi vida, su singular aroma se me antoja al jardín más bello en donde crecen las frutas prohibidas protegidas por el más dulce sembradío de lirios y rosas. Por qué lo único mejor que poder ver a Jimin, es que Jimin pueda ver. No me canso de tratar de resolver el fulgurante enigma en su mirada, de decirle lo especial que es el color de sus ojos, así como él no quiere demorar en descubrirlo todo. Para mí sigue siendo el mismo Jimin, lo miro de la misma forma que antes, tomo su mano al caminar por la calle, y le regalo los mismos cuidados que hacía una semana.
Jimin no sabía lo que era una mirada de amor, aun así sus ojos lograron resolverlo cuando miraron mi rostro; no sabía lo que era una mirada de lujuria, sin embargo, pudo entenderlo cuando mis ojos desvestían su cuerpo con a escondidas.
Envidio profundamente al pequeño Jimin, así como también envidio cada cosa que logra que sus labios se transformen en una sonrisa, y envidio su alma ignota que logra encontrar la grandeza en las pequeñas cosas. Como en el simple caer de las gotas de agua, el admirar el color escarlata que se esconde entre las nubes del cielo y que poco a poco se va difuminando hasta convertirse en un rosado similar al que colorea sus mejillas, el disfrute de la puesta de sol aferrado de mi mano y mostrarme las pequeñas mariposas que agitan sus alas y se posan sobre las flores de nuestro jardín. Me llené de emoción al ver la expresión de su rostro descifrar el color de los pétalos de rosa con que comparé sus labios, el color del jardín en el que pasaba tanto tiempo, la forma de su guitarra y la alegría que pintaba el rostro de Daisy cuando regresábamos a casa.
Todo era especial para él, cada detalle era magnífico para su visión noble y ambiciosa; porque lo único más exquisito que el saberlo todo, es no saber nada, ya que lo más divertido de todo fin, es el proceso para lograrlo. El tiempo se nos escurre entre las manos, y la luz del día no abastece su sed de conocimiento, el cielo de la noche me roba su atención exhibiendo millones de estrellas que despiertan su incertidumbre; y deseo sacudir la luna para desempolvar la opacidad que oculta el color amarillo como la misma miel, ese resplandor del que presumía cuando sus ojos permanecían cerrados. Y cuando el sol sale de nuevo, demorar un segundo es un pecado para él.
El día que salimos al jardín le regalé a Jimin una orquídea blanca; la flor de los dioses, que representa el amor puro idealizado por la persona amada. Sus ojos se iluminaron logrando acelerar los latidos de mi corazón y sostuvo su mirada soñadora sobre la mía, le robé un beso y apreté su mano mientras el viento danzaba sobre la piel de nuestros rostros. Lo encaminé hacia donde estaba aquella vieja flor de loto que en una ocasión me obsequió Taehyung, la que obligué a luchar hasta marchitarse, debía ser una especie de magia el que haya sobrevivido durante tanto tiempo; lo era. Le dije a Jimin que la flor que resguardaba en sus manos remplazaría aquella perfectamente. Aquél día era una ocasión especial, marcaba el principio de una nueva vida llena de figuras y colores para ambos. Pero para poder abrir una puerta en la vida, siempre se deben cerrar las viejas ventanas. Y el que plantáramos juntos aquella flor, simbolizaba el comienzo de una nueva etapa. Tomé sus manos llenas de tierra y césped entre las mías, miré sus ojos y besé sus labios una vez más.
Él sabe que sin él yo no podría seguir viviendo, pero no porque lo sepa voy a dejar de decírselo. Jimin es mi vida, es el único color que miran mis ojos y la forma más maravillosa que podría idealizar, es la única obra de arte que me ha dejado sin palabras y completamente rendido a sus pies, y la única posesión sobre la tierra de la cual no podría prescindir jamás.
Lynda había dejado de derramar lágrimas de felicidad cada vez que recibía una mirada de sus bellos ojos curiosos y escudriñantes. Mi cuerpo no dejaba de vibrar cuando intercambiábamos una mirada cómplice o cuando me percataba que me observaba en secreto. Y Cheech permanecía ajeno incluso al mismo hecho.
Aun me parecía excitante poder hacerle el amor teniendo su mirada clavada en mi cuerpo, mientras sus manos recorren cada parte, seguidas por sus ojos avellana y sus labios rosas. Y dice no tener palabras para describir lo que siente cuando mira mi rostro. ¡Ahora sabe lo que yo he sentido!
Su sonrisa es aun mejor cuando viene acompañada del fulgente destello ostentado en su mirada. Y sus confesiones de amor arman revuelo en mi interior cuando sus ojos penetran con tanta intensidad en los míos. Y cada día, cada paso, incluso cada respirar ha estado acompañado de mi presencia como se lo había prometido.
Tomé su guitarra una tarde lluviosa, besé sus labios, miré sus ojos y canté de nuevo la letra de la canción que una vez cantamos juntos; cuando su enigmática mirada permanecía dormida. Mordió sus labios y se lanzó sobre mi cuerpo sin dejar que terminara de cantar... él sabía de sobra que cada palabra era para él.
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Con aroma a rosas.
FanfictionMin YoonGi se afronta a la reciente muerte de su padre sin lograr superarla fácilmente. Trata de olvidarse de su salvaje vida pasada y adaptarse a su actual sedentarismo como gerente de un museo de arte, contabilizando cada minuto del día y planifi...