(kind of) capítulo flash back

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Capítulo veintiocho: "una especie de magia"

Me desperté más temprano para ir a un lugar en especial antes de ir al trabajo, un lugar al que pensé que jamás volvería, porque a pesar de que encuentro en mí un elevado grado de masoquismo, el regresar a la tumba de mi padre removía todos los sentimientos que podía haber clasificado como definidos; podía darme cuenta que el dolor sigue ahí, igual de intenso que cuando inicio, solo que había aprendido a vivir con él.

Me coloqué en el frente y dejé una rosa profundamente roja frente a la lápida. Me sentía confundido, por muy fuerte que quisiera pensar, necesitaba saber que alguien estaba a mi lado, que me apoyaría, que disiparía las dudas que ahora me envuelven. Pero esa persona no podía ser mi padre.

—¿Qué debo hacer? – pregunté en un susurro al viento.

Nadie iba a contestarme; o al menos eso creía yo.

—¿Qué te aflige querido? – Preguntó caminando hacia mí, una anciana de largo cabello del color de la plata.. – Puedo apreciar gran temor en tus ojos. – afirmó con ternura.

No me había percatado de su presencia; su contestación fue totalmente repentina y de momento, inquietante. Me giré y la miré por un par de segundos mientras las palabras de rechazo comenzaron a salir solas hasta que pude interrumpirlas.

—No es nada que… — No debía ser grosero, a pesar de ser cierto que mis problemas no eran su asunto debía ser amable con la anciana, así que corregí mis palabras. – No es nada importante. – le informé con una falsa sonrisa de medio lado.

—Yo veo que sí lo es… lo suficiente como para venir a un lugar que te disgusta. – dijo con seguridad.

Era cierto que no me gustaban los cementerios, me sorprendí por un segundo pero después recapacité; no hay muchas personas a las que les agraden. La apariencia de la dama era demasiado extravagante, usaba un vestido largo de color púrpura y anillos de pedrería en cada dedo,  varios dijes colgando de su cuello, con cristales o piedras semipreciosas incrustadas en las alhajas que ya era decir bastante ostentosidad. Su cabello parecía una lluvia de plata y sus ojos eran tan negros como el ébano.

—Me tengo que ir ahora. – dije avanzando despacio, pero ella se interpuso en mi camino.

—¿Quieres saber tu fortuna? – Preguntó con una sonrisa. – No suelo hacer excepciones, pero solo por esta ocasión te leeré la mano por solo 5 dólares.
Era fácil advertir la clase de anciana con la que me había encontrado, sin embargo, jamás había creído en nada que no me dijera un libro, nada que no estuviera basado en ciencia o hechos reales; nada que viniera de una mente que dice saber el futuro.

Metí mi mano a la parte trasera de mis jeans; había olvidado mi billetera y lo único que traía conmigo eran 5 dólares. Podía tomar aquella coincidencia como una poderosa señal del destino, pero hasta ese momento prefería llamarla casualidad.

La situación comenzaba a lucir espeluznante, estaría por demás decirle que no suelo creer en nada del tipo de cosas sobrenaturales, esoterismo, brujería; nada, sin embargo no había nada que pudiera perder con atreverme a darle una oportunidad. La miré a los ojos una vez más, estaba completamente dispuesto a escucharla, pero de igual forma; estaba aún más predispuesto a no creer ni una palabra de lo que dijera.

Le entregué el dinero pero ella no lo tomaba, empujó mi mano sin dejar de mirarme fijo a los ojos y estiró la palma de su mano hacia mí.

—Dame la otra mano. – ordenó. – No vas a pagarme aun. – Explicó al ver el gesto de duda que debía estar expresando.

Con aroma a rosas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora