capítulo treinta y seis: "the day. part II"

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Dos horas con veintiún minutos. Los cirujanos no salían, tampoco alguna enfermera que pudiera decirme que todo estaba bien, que los once minutos que llevaban de retraso no era nada por lo cual alarmarse. No encontraba ninguna razón certera que me orillara a decirle a mis nervios que se calmaran, por que los latidos de mi corazón estaban a punto de colapsar por la intensidad del ritmo que llevaba el fluir de mi sangre, y mi cerebro no dejaba de sugerirme espeluznantes ideas para continuar con mi tortura.

No se cuantas vueltas le di a la sala de espera, conté cientos de veces las pequeñas manchas de café y pintura que había frente a la pared que me encontraba, mordí el borde de las uñas de mis dedos a pesar de ser un hábito que había superado hacía varios años, y miraba el reloj a cada fracción de segundo. Esperaría un minuto más antes de perder la conciencia y correr como maniático a preguntar qué era lo que estaba sucediendo.

Cincuentainueve segundos para continuar reflexionando sobre las circunstancias. De seguro todo está bien, deben estar por terminar con la cirugía si no es que terminaron ya.

Esperaré un minuto más. De seguro el doctor Gray no debe tardar en salir por esa puerta y decirme que la operación ha sido un éxito.

Son las cuatro de la tarde con veinticuatro minutos. La cirugía no lleva más que catorce minutos de retraso. Debe ser completamente normal. No significa que Jiminnie haya sido la excepción, estoy seguro que está en perfecto estado.

Les daré otro minuto para no presionar la situación. El tiempo que me dieron es solo una estimación, no están contados de manera exacta los segundos en que finalizará la intervención.

Dieciséis minutos de retraso. Dieciséis minutos no son nada relativamente. Debo permanecer calmado, si algo malo hubiera pasado, ya me lo habrían hecho saber.

Esperaré un minuto más… ¡Al diablo con ese minuto de espera! Lo aprovecharé para correr hacia el quirófano y pedir una explicación del tiempo de sobra que se han demorado.

Caminé aprisa, con mi vista fija en el pasillo que debía irrumpir. Coloqué mis manos sobre la perilla para correr por el largo pasillo que llevaba hacia la puerta del quirófano, una vez que estuviera dentro y nadie pudiera verme, pero entonces la puerta se abrió. No pude distinguir al instante quien era, pues mis sentidos se encontraban sumidos en el cauteloso disfrute de mi profunda agonía. Sin embargo en cuanto se quitó el cubre boca pude identificar el peculiar rostro ligeramente arrugado del doctor Gray.

— Yoongi. – comentó extrañado, las arrugas que enmarcaban su sonrisa se delineaban alrededor de su boca aunque no estuviese sonriendo, su mirada era siempre igual de amable.

— Doctor…

— ¿No me diga que estaba angustiado? – preguntó caminando hacia mí para cerrar la puerta.

— No... Es solo que, quería saber si…

El doctor rió sutilmente interrumpiendo mis palabras. Palmeó suavemente mi espalda y miró fijo mis ojos. Entonces me percaté de que los nervios que me estaban derrumbando en un terrible suplicio de conteo de segundos, eran más que evidentes.

— Todo ha salido excelente. – dijo con su confortante sonrisa.

Mi ritmo cardiaco volvió a su normalidad, mi respiración se acopló de nuevo y mis nervios… Mis nervios permanecieron igual. Pero esta vez no era de angustia. Era de emoción.

— Trasladaran a Jimin al tercer piso y entonces podrá pasar a verlo. No se le dará de alta del hospital hasta dentro de una semana, que será cuando pueda quitarse la venda de los ojos. – me informó el doctor.

Con aroma a rosas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora