Capítulo quince: "Una canción para ti".

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Aquél pensamiento en mi mente me agobiaba, cerraba los ojos y fingía poder dormir, pero aunque intentara engañarme a mi mismo, no engañaba a mi cuerpo.

Pero ¿cómo podía ser posible que sometiera a Jimin a una cirugía, si sus padres no querían ni que me acercara a él? Lo único que podía hacer al respecto era hablar con ellos. Correría el riesgo de que pusieran una demanda en mi contra. Pero no lograba concebir la posibilidad de que se negaran a que pagara la operación del pequeño Jimin. Sería una acción completamente egoísta y más aún, destructiva en contra de su hijo. Se supone que un padre busca lo mejor para sus hijos, aun cuando eso no sea lo mejor para él mismo.

~

-Amor, tienes que ir a la escuela. - susurré al oído de Jimin mientras acariciaba su cabello.

Jimin apenas se movió, abracé su cuerpo y me acerqué a su rostro para acariciarlo, pero él no abría sus ojos.

-¿Qué hora es? - preguntó desubicado.

-Las seis de la mañana. - contesté en voz baja.

-Es tarde. - respondió de igual forma - Jamás llegaré a tiempo.

-Yo te llevaré, llegarás a tiempo amor.

Jimin no tenía ánimos de ir a la escuela, pero no le podía permitir que faltara. Quería que se quedara en mi departamento cuantas veces quisiera, por lo mismo no podía permitir que evitara las clases cuando esto ocurriera. Lo metí a la regadera junto conmigo para no perder más tiempo, arriesgándome a que pasara justo lo contrario. Me acerqué a su rostro y simplemente lo besé, sin tocarlo, sin tratar de llegar más lejos, pero mis manos no resistían un segundo más sin su cuerpo, el sabor de sus labios y la textura de su piel eran la combinación perfecta, abracé su cuerpo, sin ningún asomo de otras intenciones, únicamente necesitaba sentirlo junto a mí, pero el ver esas marcas en su cuerpo me estresaba, me angustiaba el pensar de donde venían, qué o quién las provocaba. Necesitaba saber el origen de aquellas huellas en su cuerpo. Ideas terribles venían a mi mente, trataba de alejarlas de inmediato, no quería tener aquellos pensamientos durante mucho tiempo; si así era podría llegar a ser peligroso, podría empezar a creerlos realmente.

-Te espero en el auto. - le dije despacio al abrochar el último botón de la camisa de su uniforme.

Aunque no me gustaba dejarlo solo, a él no le gustaba que cuidara y supervisara cada uno de sus pasos todo el tiempo, y sabía que era capaz de hacer todo sin ayuda, pero me gustaba estar ahí para él. Encendí el auto y pocos segundos después llegó Jimin, sonreí, siempre sonreía al verlo, pero esto era una reacción involuntaria en mí. Él era el causante de toda mi felicidad.

Me estacioné frente a la escuela y lo tomé del cuello para besarlo por última vez.

-Suerte amor. - le dije al despegarme de sus labios.

-Te amo Yoongi. - contestó.

-También te amo, Jimin. - dije retirándome para dejarlo bajar.

Cada maldito día me paraba frente a la casa de sus padres. Sin lograr reunir el valor necesario para hablarles, para mirarlos de frente y decirles que amaba a su hijo, que Jimin era mi vida y que tenían que permitirme ayudarle. Miraba de lejos su hogar y pensaba en las posibles respuestas que podían lanzarme; "Aléjate de Jimin, Llamaré a la policía, no necesita tu ayuda, nos tiene a nosotros" Cada segundo sufría por su estado y me odiaba a mí mismo por ser tan cobarde.

Fue entonces cuando ocurrió, me estacioné frente a la escuela como un día cualquiera; a espera de que finalizaran las clases. Giré mi rostro hacia la puerta después de esperar un par de minutos, tan solo para observar como el pequeño Jimin caminaba a paso normal entre todos aquellos desconsiderados adolescentes que lo molestaban, lo empujaban, uno de ellos tomó sus cosas y las arrojó con fuerza hacia el suelo. No quería creerlo, no podía seguir viendo semejante acto de desprecio. Me bajé del auto y miré con odio a quien había cometido dicho acto.

Con aroma a rosas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora