Había terminado de vestirme para salir con Jimin en mi día libre, tomé las llaves del auto y me entretuve tanto mirándolo buscar desesperadamente su abrigo que no me ofrecí a ayudarlo. Mirar que él lo hiciera por sí solo era mejor, me fascinaba con su rostro, y me encontraba tan embelesado con sus movimientos que no me había percatado de que tocaban la puerta con insistencia desde hacía un rato.
— Yoongi… ¿no vas a atender la puerta? – preguntó extrañado girando su vista hacia mí.
Parpadeé repetidas veces y sacudí sutilmente mi cabeza para despertar del exquisito enajenamiento en que su simple existir arrastraba a mi cerebro. Mordí mis labios y asentí perdido en los suyos. Él sonrió, ahora sabía la razón de mis respuestas tardías y mis esporádicos momentos de silencio a su lado.
Caminé aprisa hacia la puerta para abrirla muy estúpidamente sin tener una escasa idea de quien aguardaba ahí afuera. Me quedé helado, y un sentimiento de coraje se vertió en mi estómago. No quería creer que ese hombre parado afuera de mi hogar, pretendiendo que lo dejase entrar fuera tan cínico como para tener la tremenda gallardía de mirarme a la cara. Contuve las ganas de acabar a golpes con su conciencia y respiré profundo antes de hablar.
— ¿En donde está mi hijo? – preguntó con recelo buscando hacia adentro con la mirada.
Volteé discreto a ver a Jimin que bajaba las escaleras despacio. No quería que tuviera más contacto con ese hombre y lo desterraría para siempre de su vida si estuviera en mis manos.
— Por favor vete, Cheech. – pedí con falsa calma, atravesando mi brazo entre él y el espacio libre entre la puerta.
— Escúchame Min… no pienso hacerles daño… ¡solo déjame entrar a ver a mi hijo! – pidió un tanto alterado.
— Desde luego que no puedes entrar. – respondí con una acre sonrisa entre mis labios y el desdén implícito en mis palabras – Por favor vete de una vez.
— No puedes impedir que lo vea… ¡es mi hijo! – bufó con desespero.
— Por supuesto que puedo…
Me interrumpí a mi mismo con aquél amargo recuerdo que golpeó con ímpetu en mi memoria.
Era yo, de pie frente a la puerta de su hogar. Pidiendo, y rogando que no me obligara a apartarme del lado de Jimin. Fue doloroso, y aun cuando aquél miserable viejo no merecía mi compasión, aquél endeble sentimiento llegó solo hacia mí. Era su padre después de todo, al menos debía preguntar a Jimin si deseaba verlo. Yo no era quien para arrancarlo de su vida, por más que fuera eso lo único que me dejaría tranquilo.
— Estoy listo Yoongi. – dijo el pequeño parándose detrás de mi, dejándose ver ante aquél hombre que seguro desconocía.
— ¡Hijo! – Exclamó Cheech con una hipócrita sonrisa en sus labios y lágrimas plásticas invadiendo sus ojos – ¡Tenía tantos deseos de verte!
Alargó sus brazos hacia Jimin, pero él con un gesto confuso y un halo de temor esquivó su intento de abrazo y giró su rostro dubitativo hacia mí, para que fuera yo quien aclarara aquellas extrañas palabras.
— Es… tu padre amor. – afirmé con pesar y esperé paralizado por su reacción.
Cheech me lanzó una mirada despectiva, como si el que me dirigiera a Jimin de esa forma resultara doloroso o nauseabundo para él.
— Hijo déjame abrazarte… por favor perdóname Jimin ¡No sabes el gusto que me da volver a verte!
Jimin se dejó rodear por los brazos de aquél hombre que decía anhelar su perdón. Yo moría por saber lo que realmente estaba sintiendo, pero la expresión de su rostro solo me dejaba pensar que se sentía inseguro, que sentía miedo, y que necesitaba de mí. Apenas lo abrazó mientras miraba hacia la nada, y de inmediato se despojó de sus brazos para mirarlo a la cara. Creí que iba a tocarlo, que quería reconocer su rostro con sus manos mientras lo hacía con sus ojos, pero caminó un paso hacia atrás y aguardó por sus palabras.
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Con aroma a rosas.
FanfictionMin YoonGi se afronta a la reciente muerte de su padre sin lograr superarla fácilmente. Trata de olvidarse de su salvaje vida pasada y adaptarse a su actual sedentarismo como gerente de un museo de arte, contabilizando cada minuto del día y planifi...