Jimin buscó con sus manos mi cuerpo a su lado, pero era Daisy quien ocupó mi lugar en cuanto bajé de la cama, no me atrevía a decirle a Jimin que no debía dormir en la misma habitación que nosotros, pero ya luego me encargaría de ello. Lo observaba dormir desde el sofá frente a la cama. Se incorporó y se sentó dejando su cabeza recargada a la cabecera de esta, yo no había dicho una palabra, pero sé que él sabía que estaba ahí.
-¿En dónde estás? - preguntó en voz baja.
- Frente a ti. - dije de igual forma - Ven aquí, amor.
Jimin se despojó de las sábanas y se colocó el pantalón del pijama para caminar hacia mí.
- Despertaste antes hoy. - comentó.
Se colocó frente a mí mientras mi vista resbalaba por la figura de su cuerpo, rodeé su cintura con mis brazos y lo tumbé sobre mí para besar sus labios.
- Es que, no he podido dormir mucho.
El pequeño acarició mi rostro y se adelantó a besar mis labios de nuevo.
- ¿Por qué? - susurró.
- No lo sé... entra a la regadera antes de que se haga tarde. - le ordené mientras lo colocaba de pie y yo enseguida de él.
Si lo sabía, lo sabía perfectamente, porque el hecho de estar a solo cuatro días de la operación me alteraba los nervios de manera terrible. Me llenaban de emoción y de miedo, pero no quería enterar a Jimin, de que esos sentimientos permanecían férreos a mi organismo, aun cuando tuve el atrevimiento de pedirle que no tuviese miedo. Y él; como aferrándose a mis palabras, parecía bastante tranquilo, aunque tal vez solo lo aparentaba no me atrevía a preguntárselo; me inquietaba el poder arruinar su bienestar con el absurdo espejismo de mi temor, y alterar sus nervios de igual forma que los míos.
Necesitaba una señal que me dijera que todo saldría bien, pero sobre todo; necesitaba creerla.
Lo llevé a la escuela y me dirigí al museo. A pesar de faltar aun dos horas para mi entrada oficial, ciertamente no me sentía con ánimos de regresar a casa. Caminé lentamente por el pasillo, que no estaba oscuro del todo pero si falto de iluminación, y me dirigí a la oficina, tomé el calendario y miré que la fecha del día actual estaba encerrada con marcador rojo y había una pequeña anotación debajo.
21 de Noviembre, viene Azul.
¡Demonios! ¿Desde cuando está esa fecha encerrada ahí? Mi corazón comenzó a latir a prisa, de pronto mi día se redujo a unas pocas horas o incluso minutos. No tenía idea de la hora en que iba a llegar, no tenía ni los más mínimos deseos de volverla a ver, me había tomado la libertad de eliminarla por completo de mis planes de vida, exceptuando las esporádicas llamadas por teléfono. Ahora todo era diferente, habían pasado cuatro años desde que nos hicimos aquella promesa, y poco más de dos que no veía su rostro de nuevo.
Aun recuerdo cada palabra; aun recuerdo el gran cariño que sentía por ella. Siempre pensaba que su nombre no podía ir más de acuerdo con todo lo que representaba. Ella era azul; como el color del cielo cuando está en su máximo esplendor, como el color del reflejo de los diamantes y del aura más pura.
Sin embargo, ambos éramos jóvenes, demasiado como para saber qué haríamos con nuestras vidas dentro de cuatro años, no obstante, temía que ella pensara que mi promesa seguía en pie, y que su egocéntrico carácter de niña caprichosa se empeñara en obligarme a cumplir. No iba a hacerlo, ahora tenía a Jimin.
Las dos horas en las que esperaba adelantar un poco de trabajo para poder desocuparme temprano, las desperdicié pensando en Azul, y en las palabras exactas que debía emplear para hacerle saber que no iría con ella a ningún sitio, ni ahora ni nunca. Mi traicionera mente comenzó a recrear su voz chillona contestando a mis excesivamente pensadas y planeadas palabras.
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Con aroma a rosas.
FanfictionMin YoonGi se afronta a la reciente muerte de su padre sin lograr superarla fácilmente. Trata de olvidarse de su salvaje vida pasada y adaptarse a su actual sedentarismo como gerente de un museo de arte, contabilizando cada minuto del día y planifi...