Capitulo nueve: "Worthless words".

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Todo lo que es inflexible o rígido, simplemente se rompe. Así que había encontrado la resolución a mis problemas y me había fragmentado en partes relativamente iguales, mi tiempo era por completo de ellos, de las dos personas que significaban para mí, más de un ser viviente sobre este mundo; sobre mí mundo. Me negaba a dejar de ver a Jimin, justo cuando podía empezar a demostrarle mis verdaderos sentimientos. Mi alma se quebraría en pedazos y mis ojos desearían nublar su vista si podría ver todo; menos a él.

Le había pedido a Jimin que almorzara conmigo y Taehyung, pero no se lo había comentado a mi hermano. Era el último día que pasaría en New Jersey, durante la tarde del siguiente día lo llevaría a tomar el avión hacia Los Ángeles. Le haría bien regresar ya a su vida normal, últimamente se pasaba la mayor parte del día dormido. ¡Claro! como pasábamos casi todas las noches en vela, con los gastos pagados por mí, era más que aceptable tener sueño durante el día. Entré a su habitación y lo moví un poco, pero con movimientos tan sutiles, jamás lograría hacer que despertara.

- Taehyung. – susurré sin dejar de moverlo – Taehyung. – dije ésta vez un poco más alto.

-¿Por qué me despiertas YoonGi? – dijo extrañado. Nunca tenía una razón para hacerlo, lo dejaba dormir hasta que el hambre lo obligara a colocarse de pie.

- Tae, invité a alguien a almorzar hoy con nosotros…

-Chica o chico. – preguntó desubicado, tallando sus ojos para después colocarse los lentes.

-Chico…

-¿Y andas con él?

-Si algo así, estaré aquí de regreso con él para antes de las dos, solo quería que lo supieras.

-¿Qué comeremos? – preguntó Taehyung.

¡Buena pregunta! era precisamente ese el único detalle que había olvidado. ¡Vaya detalle!

-Decide tú. – contesté después de pensarlo un par de segundos.

Que Taehyung escogiera la comida no tenía por qué matarnos, lo más seguro es que querría comer sushi o algo por el estilo.

Fui al museo; a la rutina, visitas guiadas, exposiciones históricas, demostraciones de arte. ¡Yo realmente me quejaba de la rutina! ¡Era una de las cosas que más odiaba! Pero era lo bastante masoquista para aun así, amar mi trabajo. ¡El arte, los cuadros, esculturas, diseños, historia! No era aburrido, era apasionante, y lo disfrutaba. Aunque mi vida completa había cambiado desde que mi trabajo también cambió, y en el fondo, solo yo sabía que lo aceptaba, y más allá de acpetarlo, lo apreciaba.

Salí del museo y la fresca ventisca de mediodía me golpeó el rostro delicadamente, respiré profundo, caminé lentamente a mi auto y prendí un cigarrillo. Justo en ese momento me percaté de que dos chicas me miraban furtivas y se decían cosas una a la otra. No tenía la certeza de qué era lo que decían, pero por sus sonrisas y expresiones, decidí interpretarlo como un coqueteo. No es que lo necesitara, pero ese tipo de cosas o situaciones siempre logran levantar mi ego. Me recargué en mi auto para terminar de fumar el cigarro y una vez que lo hice abrí la puerta para subir.

-¿Tú eres Min, cierto? – preguntó una de las chicas con una sonrisa entre las finas facciones de su rostro apiñonado, y sus ojos color miel mirándome directo a los míos.

-Así es. – contesté en la brevedad.

No pregunté la razón de que supiera mi apellido, estábamos fuera del museo. Cada vez que iniciaba un recorrido, exposición o lo que sea, tenía que presentarme; así que posiblemente la chica había presenciado alguno.

Con aroma a rosas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora