Capítulo veintisiete: "Regrets"

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Es sorprendente lo mucho que tardamos en darnos cuenta de que la vida es una calle de un solo sentido; no se puede dar marcha atrás, no existen caminos alternativos sobre el rumbo que llevamos, y arrepentirse de lo que hemos hecho en el pasado no nos sirve de nada. Pero todo aquello que quisiéramos borrar de nuestros recuerdos de vida y si fuera posible de nuestra vida misma; son cosas que tenían que pasar para hacernos abrir los ojos.

En palabras de Oscar Wilde "La experiencia es solo el nombre que le damos a nuestros errores"

Desperté con Jimin a mi lado, estaba harto de sentir miedo por él, por la situación y por todo lo que estaba en nuestra contra, así que sonreí. Me había cansado de exhibir la angustia que sentía en cada una de mis facciones; una sonrisa en mi rostro no significaría que me importa menos.

Acaricié el rostro de Jimin con suavidad para no despertarlo y salí de la habitación. No quería que Jimin regresara a la escuela todavía, quería tenerlo en casa por lo menos una semana más; hasta que se recuperara un poco. No lo desperté antes de irme al museo, los eventos de los últimos días nos habían mantenido exhaustos.

El llegar al museo me entregaba un halo de tranquilidad; sentía como si todo fuese a volver a la normalidad a partir de ese día, que todo estaría bien. Finalmente pude tramitar las vacaciones de Nam, si había alguien que las mereciera era él. Definitivamente iba a extrañarlo aunque fueran solo un par de días. Aquél fue un día bastante agitado para mí, había gran cantidad de cosas pendientes por organizar y sentía que el tiempo se me venía encima.

Regresé a casa antes de que oscureciera. Jimin hablaba por teléfono con Lynda cuando me adentré a la sala. Besé su frente y caminé hacia la cocina mientras aflojaba mi corbata.

-¿Cómo estás amor? – pregunté cuando colgó el teléfono.

Serví dos vasos con agua y le lleve uno a Jimin.

-Bien... ya estoy mucho mejor. – contestó después de beber un trago.

-¿Me quieres acompañar al supermercado? – Pregunté acercándome a su rostro. – No tardaremos mucho.

Si quería que el pequeño descansara, pero no iba a mantenerlo encerrado todo el día, también necesitaba caminar, sentir el viento en su rostro y despejar su mente por unos minutos. No hay nada más tedioso que permanecer en el mismo lugar todo el día; en especial cuando es un lugar cerrado en su totalidad; lo es aún más cuando es tu hogar.

-De acuerdo. – dijo colocándose de pie.

Lo tomé de la cintura y lo senté de nuevo en el sillón para besar sus labios.

-Ponte un suéter. – le ordené al tiempo que tomaba las llaves del auto.

Me había tomado el atrevimiento de ir a recoger su ropa y el resto de sus cosas hacía ya un par de días, sin embargo, aún no terminábamos de desempacar. Corrí el cierre de una maleta lo suficiente para que cupiera mi mano y halé un suéter negro para entregárselo a Jimin. Besé sus labios, tomé su mano y la entrelacé a la mía para dirigirnos al auto.

-Amor, por fin tengo una buena noticia que darte. – le dije durante el camino.

-¿Qué noticia? – preguntó extrañado.

-Ya tengo la fecha para tus estudios antes de la cirugía Jiminnie, programaran la operación en poco tiempo. – dije felizmente.

Su rostro se iluminó al instante, quería guardar la noticia para un momento especial; pero con Jimin cada momento lo era.

-¡No puede ser! – dijo emocionado simulando ver mi rostro. Me llenó de felicidad y mi enorme sonrisa se expandió aún más.

No tenía muchas cosas que comprar, solo lo indispensable, lo que sea que a Jimin se le ocurriera que quería y más comida para Daisy, que era el nombre que le había dado a la cachorra. Lo mantenía tomado de la mano sin miedo a lo que fuera a pensar la gente; no me importaba en lo absoluto, y desde luego que Jimin tampoco tenía problemas con ello. Me sentía lleno de dicha con el hecho de estar ahí, vivo y lo más importante; con Jimin a mi lado. Sin embargo aquellos minutos de júbilo fueron dolorosamente escasos.
Caminaba hacia mí con una enorme sonrisa el sujeto que había bloqueado de mis recuerdos por un largo tiempo. Como si realmente le diera gusto mirarme de nuevo, no le creía una sola palabra, aun cuando no había dicho ninguna hasta ese momento.

Con aroma a rosas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora