La llegada
Me levanté de la cama y me dirigí al baño. Lavé mi cara y enjuagué mi boca. Me sentía bastante cansada, en las vacaciones me había acostumbrado a levantarme tan siquiera un poco más tarde, pero por lo regular mi hora de despertar era a las siete de la mañana. Demasiado temprano para encontrar algo divertido o entretenido que hacer, así que me quedaba acostada mirando al techo sumergida en mis pensamientos. Al menos, ir a la escuela me mantenía un poco lejos de esos pensamientos.
Salí de mi habitación y bajé las escaleras. Me encontré con mi padre, Michael Máximus. Estaba preparando algo de desayunar, pero no sabía qué era.
—Buenos días, papá —dije con un pequeña sonrisa mientras llenaba un vaso con jugo de naranja y tomaba un pan de la alacena.
—¿Qué tal, Kristen? —habló con su acostumbrada voz serena, parecía que éramos unos simples extraños. Al girarme para sentarme en la silla del comedor miré detenidamente su rostro.
Era el típico hombre elegante y exitoso. Tenía puesto su traje costoso y su reloj de oro puro en su muñeca derecha. Mi padre era bien parecido: su cabello castaño claro con unas pequeñas canas en él; su mandíbula algo cuadrada con rasgos de barba recién rasurada y su nariz perfecta. Tenía ojos grises aunque en la sombra se veían azules. Pero su mirada era vacía y cansada, se veían pequeñas ojeras debajo de sus ojos. Nos parecíamos un poco, pero no mucho, tal vez sólo en el carácter. Él decía que yo era el vivo retrato de mi madre, aunque yo nunca presté demasiada atención a eso hasta que ella falleció.
Ya hacía casi diez años que había sucedido, cuando yo sólo tenía siete años. Era raro que a través de todo ese tiempo siguiera recordándolo como si hubiera sido ayer, sintiendo esa misma culpa e impotencia. Seguía doliendo.
—¿Qué tal tu noche? —hablé con un poco de gracia.
Sabía qué diría, siempre estaba demasiado ocupado con su trabajo, era casi un milagro cuando nos viéramos en la mañana y en la noche, algunos días si, algunos días no. Era ya como una rutina, y ya estaba acostumbrada a ella.
—¿Cómo crees? ¡Ja! Tuve que hacer todo un inventario de ingresos y egresos de la compañía, y hacer todo eso de la administración. Qué fastidio —habló un poco enojado tomando su café.
Sí, mi padre era presidente de una famosa y prestigiada empresa llamada AeroMáximus, compañía que fabricaba los mejores autos aerodinámicos y por eso, estábamos continuamente en la mira de las personas y de la prensa. Éramos una familia muy adinerada, aunque nunca me importó mucho, no me gustaba que todos observaran nuestros pasos para ver minuciosamente cada unos de nuestros errores y publicarlos en primera plana. Me sentía cohibida ante sus miradas.
Michael rió y me vio con cierta gracia.
—¿Qué tal tu noche? ¿Lista para la escuela?
Mi sonrisa se desvaneció y la siguió una mueca.
—No me lo recuerdes… —dije mirando la mesa.
Era una pesadilla volver a las clases, bueno mejor dicho ver a mis “amigos”. Era extenuante volver al instituto, tantas miradas, tantos gritos. Me volvía loca estar alrededor de mucha gente.
Escuché una risa repentina de Michael que me asustó un poco y lo miré interrogante.
—No sé, tal vez este año te puedas conseguir un novio —habló con sus labios pegados para no dejar salir su histérica risa.
Lo miré con desaprobación.
—No quiero un “novio”. Estamos igual no crees —dije pensándolo un poco.
Michael frunció el ceño y habló más calmado.
—No, no estamos igual. Hija, tú tienes una vida por delante, no puedes evitar a todos los chicos que pasan frente a ti. Yo ya tuve un amor. Pero tú no te das la oportunidad. ¿A qué le tienes miedo?
Ya había escuchado cientos de veces esa historia, el amor de mi padre siempre había sido mi madre, Kate. Decía que la amaba desde la primera vez que se vieron, hasta el día de hoy y hasta el día que llegó su muerte. Continuamente me contaba que un verdadero amor sólo se encuentra una vez en la vida, y tenía que buscarlo y luchar por él.
Aunque no entendía a lo que se refería con un “verdadero amor” para mí no había “amor”, simplemente era como un tipo de sentimiento dirigido a la persona correcta, pero, ¿cómo saber quién es la persona correcta? Las personas siempre se equivocan, quieran o no. ¿Cómo saber si no estás cometiendo una locura? Simplemente eran preguntas sin respuesta. Jamás había tenido novio en mi vida, siempre me alejaba de las personas que quería algo más conmigo, tal vez era mi comportamiento antisocial, tal vez mi falta de confianza o simplemente miedo a ser lastimada. Ni siquiera sabía que era dar un beso. ¡Me sentía tonta e infantil al pensarlo! A mis diecisiete años de vida ocurrían demasiadas cosas en personas normales, pero yo, ¡santo Dios! No había dado ningún beso. Era pésima y patética.
—Me voy a cambiar —continué parándome y dejando mi vaso en el lavavajillas —. Debo de estar linda para mi “novio” —dije bromeando al subir las escaleras.
Escuché un suspiro detrás de mí.
Llegué a mi habitación y tomé la primera ropa limpia que vi. No me importo mucho si combinaba o no, o qué rayos me estaba poniendo. Sólo quería que pasara este día y llegaran de nuevo las vacaciones.
El primer día era siempre el peor de todos.
Después de cambiarme, lavé mis dientes y arreglé un poco mi cabello para no verme demasiado mal. No me gustaban las críticas de mí, pero por alguna extraña razón parecía que yo daba algo para que lo hicieran.
Bajé las escaleras y caminé hasta la puerta de salida. Miré a mí alrededor y no localicé a Michael, tal vez ya se había ido a trabajar. Salí y fui la cochera, la compuerta se abrió y dejo ver un auto lujoso y negro, además de polarizado y blindado. Suspiré y supliqué que no llamara demasiado la atención, algo imposible. Me acerque a él y puse mi dedo índice en la puerta para identificación digital. Se abrió lentamente la puerta del piloto y pensé seriamente la opción de irme caminando, algo que de seguro mi padre lo desaprobaría. Aunque no me preocupaba no tenía tiempo suficiente para darme el lujo de caminar. Me resigné y me metí dentro de él. Era como un auto normal pero muchísimo más tecnológico, con elevación aerodinámica, no es que volara, simplemente se suspendía, además contenía GPS integrado con vista satelital, intercomunicador y reconocimiento de voz, interruptor manual y automático, además de televisión por cable y un tipo de cocina portátil, además de muchas cosas más que no me llamaban la atención.
Conduje hasta llegar a la puerta de seguridad de mi casa, constaba de dos portones custodiados por unos agentes y todo eso. Cuándo la atravesé, toqué el acelerador a fondo. Llegué en menos de cinco minutos al Instituto Forwood. Suspiré para relajarme un poco, estaba sumamente nerviosa, cosa que no debería pasar cuando ya había pasado dos años aquí, pero qué le vamos a hacer, era rara. Me estacioné lentamente en lo más lejos posible de donde estaban los demás estudiantes. Me sentí más nerviosa cuando un grupo de chicos miraron curiosos mi auto y todos los demás imitaron su acción. Me parecía tener un letrero fluorescente diciendo “Mírenme” con flechas apuntándome, y eso que aún no salía de él.
Suspiré una vez más y salí de mi refugio. Caminé hasta pasar por un lado de ellos ya que estaban estorbando la entrada principal. Me sentí valiente y segura cuando no tropecé con el primer escalón, y continúe con mi camino. Sentía las miradas clavadas en mi espalda. Entonces escuché unas pisadas e irónicas palabras detrás de mí.
—¡Miren! ¿A quién tenemos aquí? Es nada más ni nada menos que Kristen Máximus. La reina de la primavera… o del invierno —habló tontamente y riendo escandalosamente.
—Hola, Debby… —hable tímidamente mirando al diablo mismo en persona.
Esto era una de las razones por la cual temía regresar al instituto; una chica que siempre estaba en una de mis peores pesadillas. Debby…
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LoveMechanic: La Obsesión del Amor
RomanceKristen Máximus siempre ha vivido bajo la mirada estricta de su padre, un importante hombre de negocios. Vive una vida de estrés y de muchos peligros a su alrededor desde la muerte de su madre, de la cual curiosamente se culpa. Después de un terribl...